MIAMI, Estados Unidos. — El 31 de julio de 2006, el jefe de despacho y asistente personal de Fidel Castro, Carlos Valenciaga, informó que el dictador sería intervenido quirúrgicamente por problemas de salud y que entregaría sus responsabilidades temporalmente a su hermano, Raúl Castro, segundo al mando del régimen cubano hasta ese momento.
Valenciaga hizo pública una Proclama del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba, en la que se anunciaba que, debido a problemas de salud, Castro se veía obligado “a permanecer varias semanas de reposo”, alejado de “responsabilidades y cargos”.
El suceso marcó el inicio del fin de Fidel Castro, quien había gobernado de manera ininterrumpida desde su llegada al poder en 1959, entonces como primer ministro, y a partir de 1976 como presidente de los Consejos de Estado y de Ministro y como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Desde el 31 de julio de 2006 hasta su muerte, ocurrida el 25 de noviembre de 2007, Castro se mantuvo a la sombras, publicando “reflexiones” en la prensa y recibiendo a presidentes y personalidades extranjeras.
La salida de Castro del poder trajo consigo, además, un cambio de guardia en las altas esferas del régimen cubano, donde varios de cargos de confianza fueron reemplazados, incluidos el primer viceministro del Consejo de Estado y de Ministros, Carlos Lage Dávila, y el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, dos de los nombres que sonaban para ocupar el relevo en el poder. También desapareció de la esfera pública el propio Valenciaga.
Reacciones al suceso
La noticia del abandono del poder de Fidel Castro generó reacciones a nivel mundial. En Cuba, el anuncio fue seguido de una movilización parcial de reservistas, mientras que en Miami miles de exiliados celebraron el acontecimiento, avizorando entonces el fin de la dictadura.