LA HABANA, Cuba.- En la actualidad, hablar de postres o pastelería en Cuba es un sacrilegio. La gravedad de la crisis que ha dejado sin azúcar a una isla que hace cien años llegó a ser considerada el central del mundo, no permite que los cubanos degusten, ni siquiera esporádicamente, los añorados dulces de su infancia. La situación económica es tan deplorable que ni siquiera se permiten fantasear con los postres tradicionales: el dulce de leche que la abuela elaboraba en pocos minutos, de pie, delante del fogón; el rito de un arroz con leche (evaporada), con corteza de limón, trocitos y espolvoreado de canela; el batir de huevos, leche, azúcar y vainilla para ver emerger de la olla a presión, cuarenta minutos después, un flan al caramelo, sublime y cremoso.
Todo esto recuerdan los cubanos, tan amantes de los dulces, lo mismo finos que plebeyos. Y muchos también recuerdan que en su casa el postre jamás faltaba, aunque fuera un humilde casquito de guayaba, porque son deliciosos y sencillos los postres típicos cubanos, aunque también los haya de hechura muy sofisticada, para los comensales exigentes.
Se dice que una comida sin postre, es como un traje sin corbata, y hoy los cubanos van cortos de todo eso, pero con un paladar de muy buena memoria, sobre todo si se tiene más de cuarenta años. Quienes son preguntados por los dulces que solían consumir en tiempos mejores, se explayan sobre el manjar de coco rallado y los trozos de frutabomba en almíbar, la mermelada de guayaba con queso blanco, del que vendían los guajiros al borde mismo de las carreteras interprovinciales; el pudín y el tocinillo del cielo, la natilla, el merenguito, el capuchino, el masa real y tanto que ayer fue pero ya no es, porque un cartón de huevos cuesta 3.000 pesos, una bolsa de leche en polvo 2.000 y una libra de azúcar 200. Dicha suma es superior al salario de la mayoría de los profesionales en Cuba.
Los ingredientes que hace pocos años se conseguían, no sin dificultad, hoy se han vuelto inaccesibles. Los dulces de toda la vida que, en otros tiempos junto al cafecito, formaban parte del agasajo a cualquier visita, se han convertido en lujos de ocasión. Otra fractura a la cultura cubana. Otro despojo al pueblo cubano, cuya mesa luce hoy tan desolada, que hablar de postre es casi una broma de mal gusto.