LA HABANA, Cuba.- En el año 1925 nació en la provincia de Sancti Spíritus Argelio García Rodríguez, más conocido como “Chaflán”. Oriundo del poblado El Jíbaro, se convertiría en el espirituano más laureado de la historia, un cómico de altos quilates admirado por su fidelidad a las raíces populares cubanas y su dominio de la picaresca criolla, pletórica de agilidad y doble sentido.
Fue el primer hijo de esa provincia central en aparecer en las cámaras de televisión, precisamente como promotor del nuevo invento tecnológico que fascinó al mundo en la década de 1950. A través de la radio, llegó a un público numeroso con anécdotas desbordadas de sarcasmo, donde cabían la política republicana, el bregar cotidiano y el humor callejero.
Con el advenimiento de la dictadura de Fidel Castro, varios humoristas, como Guillermo Álvarez Guedes y el dúo Pototo y Filomeno, abandonaron la Isla. El propio Chaflán debió modificar su repertorio para evadir la censura, pues el chiste de corte político quedó proscrito por el nuevo orden comunista.
Si bien ocasionalmente lanzaba algún que otro puntillazo al sistema, se dedicó a cultivar el choteo callejero, mezcla de burla y piropo, donde lo erótico era expresado con agudeza y refinamiento.
Sobre las tablas, Chaflán era un humorista de múltiples recursos. Todo en él hacía reír, desde el vestuario, cuidadosamente elegido, hasta la naturalidad con que se movía por el imaginario popular de la época. Mantuvo un estilo que pocos humoristas cubanos logran dominar. No solía reírse de sus propios chistes, lo cual reforzaba la gracia de cuanto decía y hacía en el escenario.
Quienes lo conocieron afirman que no tenía que esforzarse porque siempre apreciaba e intentaba transmitir el lado positivo de la vida, sin importar cuán aciagos fueran los tiempos. Dicen que bromeó hasta en su lecho de muerte, donde pidió a sus familiares que no le cerraran los ojos hasta ver que llegaran los huevos a la carnicería. Chaflán murió el 27 de junio de 1992, en Santa Clara.