MIAMI, Estados Unidos. — El 26 de marzo de 2012 el papa emérito Benedicto XVI iniciaba la que sería su única visita a Cuba, a donde llevó un mensaje en favor de la reconciliación entre cubanos y de las libertades fundamentales.
Fue la segunda visita a la isla realizada por el jefe de Estado del Vaticano desde que el régimen de Fidel Castro llegara al poder el 1 de enero de 1959.
Si bien la visita de Benedicto XVI a Cuba no generó la expectación de la realizada en 1998 por su antecesor, Juan Pablo II, el papa alemán no desaprovechó la ocasión para enviar su mensaje de libertad a los cubanos, quienes, a pesar de la salida de Fidel Castro del poder, continuaban —y continúan— sometidos a los designios de la doctrina totalitaria.
“Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren”, dijo el Joseph Ratzinger tras el discurso de bienvenida ofrecido Raúl Castro.
En ese momento, Benedicto XVI saludó las “reformas” impulsadas por el menor de los hermanos Castro, quien había llegado al poder en 2006.
“Estoy convencido de que Cuba, en este momento especial de su historia, está mirando al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes”, dijo Ratzinger en aquella ocasión.
En su primera misa, Benedicto XVI llamó a los cubanos a dar vigor a la fe y a luchar “para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre” con las armas de “la paz, el perdón y la comprensión”.
En la segunda, reafirmó su mensaje de reconciliación al pedir que “Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos” y llamar desterrar las “posiciones inamovibles”. Asimismo, abogó por el “diálogo paciente y sincero” para solucionar discrepancias y dificultades.
En su última jornada en Cuba, un día después de reunirse con Fidel Castro, Benedicto XVI sostuvo un encuentro con Raúl, a quien solicitó declarar festivo el Viernes Santo, conmemoración que regresaría a la isla caribeña después de medio siglo.