LA HABANA, Cuba.- Cientos de compungidos ciudadanos, quizás miles, se ven privados del pan como alimento diario tras varias arremetidas de las autoridades contra vendedores de pan a domicilio
“¿Por qué nos meten presos, nos quitan el pan, el dinero, ponen multas tan altas porque ofrecemos a la población un servicio de venta a domicilio que el estado no es capaz de brindar?”, se pregunta Joaquín, de 23 años, uno de los doce jóvenes del capitalino municipio Guanabacoa detenidos este mes por su condición de vendedores ilegales.
A todos les fueron confiscados sacos con pan e impuestas multas de 1 200 pesos a cada uno, equivalente al salario promedio mensual de tres meses.
“No robamos, no hacemos daño a nadie, nos buscamos la vida honradamente, soportando muchos sacrificios porque aunque llueva, truene o relampaguee, y el intenso sol de verano queme, compramos el pan en Guanabacoa, nos trasladamos en bicicleta hasta veinte kilómetros o más, ida y vuelta, hasta los hogares de los clientes que, agradecidos, lo compran”, describe Joaquín.
Como él, muchos jóvenes pedalean decenas de kilómetros con su saco de pan a cuestas, entre carreteras estrechas y peligrosas, lomas y caminos vecinales, para vender pan. Compran en la panadería cada libra de flauta a diez pesos y la revenden a doce.
Félix González, vecino de la barriada Jústiz, en Guanabo, Habana del Este, cuenta que “hasta hace unos días compraba el pan en la puerta de la casa, pero un operativo contra los vendedores ahora lo impide. Se nos fastidió el desayuno y a veces hasta el almuerzo, pan con huevo frito. De nuevo tenemos que dejar cualquier ocupación para trasladarnos en ómnibus a la panadería en Guanabo, diez kilómetros ida y vuelta para comprar pan. Eso, si no te encuentras con la frecuente sorpresa de que al llegar te digan: ‘¡se acabó el pan!’”
Luis Alberto Ramírez, residente en Bajurayabo, Guanabo, piensa parecido Félix, pero añade: “Si mi hija, que trabaja en una oficina, o yo, no estamos en la casa, la pasamos peor; nos quedamos sin pan porque mi madre, anciana de 85 años, no puede moverse hasta la panadería de Guanabo”.
Junto al arroz y frijoles, el pan es parte indispensable de la dieta del cubano. De elaboración y venta controladas por el gobierno, es siempre “personaje” mencionado y atacado en las periódicas asambleas de vecinos por la mala calidad e irregularidad de venta en las bodegas, aunque de calidad algo mejor en la venta liberada así como en divisa.
La negativa a conceder permiso a particulares, mientras el gobierno tampoco asume la distribución, manifiesta obvia necesidad del servicio y de crear nuevas fuentes de empleo. Una dolorosa contradicción entre estómagos vacíos que reclaman el alimento y la terquedad de las autoridades en reprimir para que la gente no coma.
Un refrán de la época colonial dice: “A falta de pan, casabe”. Este último, elaborado de la yuca, fue alimento principal de los aborígenes cubanos. Los conquistadores lo acogieron como parte de su dieta. Por menosprecio oficial está casi desparecido en Cuba. Félix y José Alberto ―como otros muchos― a veces tienen que regresar a sus casas sin el pan ni el casabe que ya nadie fabrica.