LAS TUNAS, Cuba.- “Hemingwayano” resulta julio de principio a fin. Ernest Hemingway nació el 21 de julio de 1899, en Oak Park, Illinois. Se suicidó con un disparo de escopeta a las 7:30 de la mañana el 2 de julio de 1961, en Ketchum, Idaho; y este lunes se cumplen 56 años de que fuera camino de Nueva York, era el 25 de julio de 1960. Había vivido en Cuba durante más de veinte años, pero este era un viaje sin regreso.
Traigo a la memoria de los lectores la fecha, por lo que en el Sloppy Joe´s en Key West, EE.UU., escuché decir a dos cubanos. “Ellos eran socios”, alegaba uno. “Sí, socios fuertes”, confirmaba el otro.
Se referían a la amistad entre Hemingway y Fidel Castro. Daban por cierta esa intimidad por la fotografía en que aparecen el escritor y el comandante dándose las manos.
Cuando comenté la escena en el Sloppy Joe´s, un ex actor de cine y TV en Cuba, radicado ahora en Estados Unidos, dijo: “Ahora que lo dices es que me doy cuenta. Es la misma imagen que se repite.”
En un libro sobre Hemingway, un autor cubano dice: “Había conocido (Hemingway) a Fidel Castro durante el 12, 13 y 15 de mayo (de 1960) en las actividades del XI Torneo de la Aguja.”
Incierto. Hemingway y Fidel Castro se vieron un solo día, para ser más exacto, una sola tarde, la del domingo 15 de mayo de 1960, al concluir la citada competición de pesca. Fue el mismo Fidel Castro quien dijo a periodistas el viernes 13 de mayo: “Yo no presumo de pescador, pero me invitaron y me dijeron que también viene Hemingway, creo que mañana, y como ustedes saben, siempre ha defendido a Cuba y a la Revolución. Es un escritor cuya presencia, para nosotros es motivo de satisfacción.”
Esta vez era Fidel Castro quien no se ajustaba a la realidad: “Su solidaridad con los combatientes revolucionarios fue más bien emocional,” escribió Norberto Fuentes en su extenso reportaje “Hemingway en Cuba”, aduciendo que “la colaboración económica” del escritor con el Movimiento 26 de Julio liderado por Fidel Castro se limitó a la compra “de una estatuilla de José Martí” realizada por el escultor Fidalgo que se “vendía para engrosar los fondos de la organización revolucionaria.”
Según Norberto Fuentes, Hemingway se mantuvo informado de la insurrección contra la dictadura de Fulgencio Batista, pero, salvo en algunas ocasiones, “su posición era distante.”
Gabriel García Márquez escribió el prólogo de “Hemingway en Cuba”, el reportaje de Fuentes, y al referirse al alejamiento del escritor estadounidense del medio intelectual cubano, por consiguiente sociopolítico, dice: “No hay indicios de que hubiera intentado (Hemingway) alguna vez hacer algún contacto con el ambiente intelectual y artístico de La Habana, que en medio del envilecimiento oficial y la concupiscencia pública, seguía siendo uno de los más intensos del continente.”
En 1959 Hemingway se manifestó públicamente en favor de la Revolución cubana. Pero… ¿Cuántos hicieron lo mismo y luego se volvieron contra Fidel Castro, incluso, habiendo luchado junto a él?
Se dice que Washington, a través de su embajador en La Habana Philips Bonsall, conminó a Hemingway para que saliera de Cuba y cesaran sus elogios al castrismo, siendo así, donde quedaba la percepción periodística y la experiencia vivida de Hemingway para no captar lo que ocurría en Cuba…
Hemingway conoció del encarcelamiento del comandante Huber Matos, de la desaparición misteriosa de Camilo Cienfuegos, del fusilamiento de su compatriota, el comandante William Morgan, y particularmente dramático debió resultar para Hemingway la tragedia de la familia Gutiérrez Menoyo, conocedor como era él de la odisea española.
Un doctor madrileño, Carlos Gutiérrez Zabaleta, fue médico del Ejército Republicano durante la Guerra Civil Española, alcanzó el grado de comandante, el mismo que otro médico en aquella contienda, el doctor José Luis Herrera Sotolongo, el médico de Hemingway en La Habana.
Con sólo 16 años, José Antonio, hijo del comandante médico Gutiérrez Zabaleta, murió en la Batalla de Majadahonda, bien conocida por Hemingway. Otro hijo del doctor Gutiérrez, Carlos, murió en La Habana el 13 de marzo de 1957, comandando el ataque al Palacio Presidencial, tratando de eliminar la dictadura de Fulgencio Batista. Pero antes del 13 de marzo, Carlos había estado donde Hemingway: con las tropas francesas y más tarde con las estadounidenses que luchaban contra la Alemania nazi.
La odisea de esta familia española a la vista de Hemingway la completaría Eloy. Hemingway no alcanzaría a ver el juicio y posterior encarcelamiento del menor de los hermanos Gutiérrez Menoyo, pero sí cómo el compañero de su fusilado compatriota William Morgan debió huir a Estados Unidos en el mismo 1959, para no ir al paredón de fusilamiento como había ido el de Ohio.
Hemingway, hacedor de seres de ficción a quienes uno recuerda como personas de carne y hueso, desatada en Cuba esta cadena de desapariciones, muertes, encarcelamientos y necesidad de huir de personas que de amigos, de buenas a primeras se tornaban enemigos, debió interpretarlo como lo que él de sobras conocía: la eclosión de una dictadura.
No. Hemingway y Fidel Castro nunca fueron amigos. En un artículo publicado en la revista Holiday, en julio de 1949, el propio Hemingway dijo quiénes eran sus amigos cubanos: “Revendedores de lotería a quiénes conozco desde hace tiempo, policías que me han devuelto con favores los pescados que les he regalado, patrones de botes de remos que han perdido la ganancia de un día sentados conmigo en el juego del frontón, y conocidos que pasan en automóvil por el puerto y el malecón y me saludan con la mano y les devuelvo el saludo aun cuando no puedo reconocerlos por la distancia.”
Por decirlo de una forma hemingweyana, son palabras de julio destruyendo una imagen de mayo.