El extraño caso de un complot mercenario contra Evo Morales

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, mayo, (www.cubanet.org) -El poder tiene sus desventajas. Una de ellas es el magnicidio, peligro a que están expuestos los que ejercen esa función. Es el riesgo que, desde tiempos inmemoriales, corren los que se colocan al frente del grupo. Las actuales, no son mejores épocas. Presidentes demócratas, líderes religiosos o cívicos  y dictadores, pueden ser objeto de un atentado.

El presidente francés Charles de Gaulle pudo escapar al menos a seis intentos de asesinato. Fidel Castro se ufana de ser el mandatario con mayor número de atentados en su contra. Según las fuentes de seguridad cubanas el Comandante atesora más de 600 tentativas, todas fallidas. El récord, exagerado o falso, ha sido usado como argumento acusador contra el enemigo imperialista, quien carga con la responsabilidad de los planes, así como sus cómplices de la contrarrevolución. Un pretexto útil para eliminar opositores, justificar la represión desmedida y hasta crear el mito sobrenatural sobre la invencibilidad del gobernante.  

No por gusto los que tratan de seguir el camino de Castro buscan emular el modelo. Hugo Chávez comenzó tempranamente a llenar los índices personales en este aspecto y su colega boliviano Evo Morales no quiere quedarse a la saga. Hace pocas semanas la policía y el ejército de Bolivia desarticularon lo que parecía ser un serio complot contra su vida.

Como es de suponer Evo acusó a la oposición de gestar el plan abortado, que por esta vez proviene de regiones foráneas, pero no de Estados Unidos. La prensa publicó los datos sobre un grupo mercenario con una rara mixtura, introducido en la separatista provincia de Santa Cruz, con el supuesto propósito de apoyar la secesión del territorio, y liquidar al presidente junto a otros miembros de su gobierno.

Los presuntos terroristas, muertos por los efectivos militares, provenían de Rumania, Irlanda y Hungría. El cabecilla, Jorge Hurtado Roszas Flores, abatido por los efectivos militares bolivianos, era un ciudadano de la nación andina radicado en el país magyar.

Algunos elementos aportados a la opinión pública por fuerzas de seguridad bolivianas resultan paradójicos. Por ejemplo, los atentados dinamiteros contra las residencias del Cardenal Julio Terrazas y del vice ministro de Autonomías, Saúl Ávalos, atribuidos al grupo. Si el objetivo era descabezar las figuras principales del gobierno, no se explica este ruidoso acuse de sus proyectos, dirigido contra figuras secundarias o ajenas al conflicto.

La parte más original se encuentra precisamente en la personalidad concreta de Hurtado Roszas Flores, de 46 años, nacido en Santa Cruz, de padre húngaro y madre boliviana. Personaje ambiguo y envuelto en un mundo rico en contrastes donde se mezclan facetas de periodista, poeta, escritor y cineasta También trabajó como redactor de KAPU, revista político literaria húngara, y del órgano oficial de la comunidad islámica húngara, de la cual era vicepresidente. En Hungría, produjo el filme La Guerra Sucia, dirigido por Laszlo Hege y basado en un libro homónimo de su  autoría. Chico, otra cinta realizada en el país centro europeo, recrea momentos biográficos del exiliado boliviano. Esta última fue premiada como mejor película en el festival de Budapest, y recibió premios ecuménico y de dirección en Karlovy Vary.

En una entrevista que le hiciera Marwam Muhammad Abdallah, venezolano vinculado a Carlos Illich Ramírez, apodado el Chacal, el entrevistador lo define como uno de los latinoamericanos más sorprendentes del siglo XX. 

Desde temprana edad entra en contacto con los avatares de la lucha política a través de su padre, comunista judío venido de Hungría. Junto a él tuvo que exiliarse en Chile, por la vehemencia con que su progenitor asumió la tarea de ayudar logísticamente a la guerrilla de Guevara, aún después que la dirigencia del Partido Comunista le diera la espalda. Acusa a dicha organización y a Moscú de abandonar al guerrillero a su suerte, siendo expulsado de la misma.  

En tierra chilena conocerá la experiencia del golpe contra Allende. Casi un adolescente, acciona contra la dictadura de Pinochet y por ello deberá refugiarse en Europa. En tierra paterna, ingresa en una escuela militar para seguir el camino trazado por el Ché. La imagen del argentino era considerada por Jorge un ejemplo en todos los campos. Pensaba que algunos de sus postulados ya no funcionaban, pero sus legados en cuanto a valor, entrega  y sacrificio permanecían inalterables.   

Según manifiesta a Muhammad Abdallah, el cuadro del Ché abandonado a su suerte por los caciques comunistas de Bolivia y las características que encontró en la que suponía era la vanguardia de los movimientos revolucionarios de aquel momento -sus actividades deplorables, inmoralidad y autosuficiencia- le hacen tomar una postura radical.  

Durante la Guerra de los Balcanes es destacado como reportero del diario La Vanguardia. Cambió la pluma por el fusil y pasó a comandar una brigada internacionalista compuesta por 380 hombres, de más de veinte países, para luchar por la independencia de Croacia, donde le consideran un héroe.  

Los blogs de este boliviano, húngaro-croata, muestran su compleja naturaleza. Anti semita, identificado con la causa palestina, autodeclarado musulmán, anti comunista y rabiosamente anti capitalista a la vez. En su mayoría, son características que dificultan encuadrarle entre los arquetipos que los totalitarios de izquierda suelen presentar en el rol de mercenarios en su contra.  

El hilo de esta historia se pierde en la incongruencia de la política. Irónicamente Jorge Hurtado Roszas Flores tuvo un final trágico en la tierra que le vio nacer. Dijo seguir los pasos del Ché y murió en el mismo suelo que su paradigma, acusado de destruir un gobierno que apuesta por el ideario socialista de Guevara. Acaso en verdad devino terrorista, dejando malparadas sus posiciones justicieras y tercermundistas. En ese caso la confabulación contra Evo contaría con un elemento novedoso, ajeno a Washington. O tal vez Floresz terminó en los vericuetos de viejos ajustes por cobrar en las turbulencias de ese mundo que Martí llamara Nuestra América.