Cooperación  

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org ) - Juan, Antonio y Virginia crecieron en un hogar feliz, hace 50 años.  Gracias a sus padres, encontraron estímulos para realizar estudios superiores y luego se dedicaron a sus respectivas profesiones. Crearon familias, también  felices y están a punto de ser abuelos.

En plena madurez, el padre falleció. El viejo “se fue” tranquilamente mientras veía un partido de pelota  por televisión.  Cuando Antonio lo fue a despertar, pensando que dormía, ya era cadáver.  Fue un golpe duro. 

Como de costumbre, los hermanos conversaron. Compartían el dolor y la responsabilidad.  Prestaron especial atención a su madre. Sobrevivía al matrimonio y a las Bodas de Oro. Antonio, que vivía en la casa paterna, se encargaría de atender a la “vieja”, mientras los demás ayudarían en lo que hiciera falta.

Con ochenta años, la madre gozaba de buena salud. Además, encontró abrigo a su soledad en la familia  y en el círculo de abuelos de su comunidad, que se reunía todas las mañanas en el parque cercano a realizar ejercicios físicos y Tai Chi. Una  tarde de invierno, los tres acompañaron a la madre al oncólogo. La enfermedad estaba en los huesos, en especial la cadera. A partir de ese día viviría en una silla de ruedas. La ágil y siempre dispuesta Caridad se enfrenta de repente al dolor físico y la inmovilidad.

Los hermanos reforzaron el apoyo a la madre. Las medicinas, subvencionadas por el gobierno, costaban poco. Al igual que algunos alimentos. De todas maneras, la inversión se duplicaría. Había que acudir al mercado negro, y los sitios recaudadores de divisa.

Como no existía una infraestructura capaz de atender a la cantidad de personas mayores que ingresaban al círculo de abuelos, Antonio dejó de trabajar para atender a la madre, mientras los hermanos se encargarían de mantenerlo económicamente.

Los asilos de ancianos se enfrentan a dos problemas. Primero, en Cuba no están presentes culturalmente como solución para los últimos años del adulto mayor. Tanto para los viejos como para sus hijos y nietos, el lugar se considera “el cuarto de desahogo” de la sociedad. No les falta razón. Estos asilos son víctimas de la misma desidia y dejadez  de las que está impregnada la sociedad cubana. Una visita a los mismos deja mucho que desear a los que consideren la opción.

A lo anterior, se une el aumento de la longevidad en la isla. Hay cada vez más ancianos, Algunos asilos se encuentran muy afectados en su construcción por los muchos años  de construidos. Otra opción son los retiros que maneja la iglesia, como el Asilo Santovenia. Estos tienen mejores condiciones y no son controlados por la burocracia comunista. 

Ante estas expectativas, los hermanos volvieron a conversar. Reafirmaron el acuerdo inicial, y de esa manera compartir el amor y la responsabilidad de un ser tan querido.