La quinta pata del gato
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Es peregrino el criterio de que la liberación de los viajes y envíos de remesas hacia nuestra isla, recién decretada para los cubanos residentes en Estados Unidos, va a generar aquí un agravamiento de las diferencias socio-económicas al nivel popular.
Y aún más que peregrino, es desatinado creer que esta buena nueva beneficia únicamente, o sobre todo, a un sector del pueblo que expresa abierto rechazo al régimen.
De hecho, habría que empezar por la reiteración de lo que, a fuerza de ser evidente, configura ya un lugar común: nunca antes en toda su historia, esto que llaman la revolución contó con menos partidarios entre nuestra gente de a pie.
De modo que a la hora de referirnos a quienes de una u otra forma expresan entre nosotros su oposición, o al menos su disconformidad ante la política del régimen, ya no es posible hablar de un sector. Es la mayoría del pueblo cubano.
Incluso entre la población negra, considerada por muchos –aunque con rigor muy relativo- deudora de esta política del régimen, o de algunos de sus enfoques, hoy por hoy el rechazo resulta masivo, y además, manifiesto a ojos vista.
No es secreto para nadie que los negros alinean entre los más pobres de nuestra pobre gente, ni que sus intereses específicos han sido sistemáticamente desvirtuados por el sistema.
Tampoco se puede negar que en los últimos tiempos los negros cubanos han engrosado especialmente la millonada de nuestra diáspora, llámesele emigración o exilio. Y es proverbial y admirable el hecho de que también engruesan significativamente las filas de nuestro movimiento de oposición política y pacífica. Sin embargo, ellos son aquí los más pobres. ¿Quién lo duda?
Por lo demás, sobra entrar en pormenores sobre la bocanada de oxígeno que este nuevo incremento de remesas y viajes representa para nuestra economía; la del régimen, cierto, pero también la del pueblo, en general. Es asunto sabido y suficientemente comentado. Entonces de lo que se trata es de insistir en algo que también se sabe, pero que suele ser mal entendido y tergiversado con frecuencia.
Primero, ya que el régimen no ha logrado en medio siglo el progreso económico para la mayoría, y en tanto demuestra a diario que ello no está en sus planes, no le conviene, pues la prosperidad va siempre acompañada de un cierto nivel de libertad individual para la gente, queda claro que todo cuanto nos sirva para llenar la barriga y para atender otras necesidades, apartándonos del rol de pichones a que hoy nos someten, se revierte en pérdida neta para el régimen.
Segundo, no es cierto, en absoluto, que entre los beneficiados por la nueva medida que decretara Obama no están contemplados los cubanos que -al menos nominalmente- simpatizan con el régimen, o se atienen a su total dominio, o los que aún le guardan cierta dosis de fidelidad. Muy difícil sería hallar un solo miembro de los CDR, la FMC, la CTC, la UJC, o del mismísimo PCC, que no tenga parientes en el exterior y que no resulte favorecido por ellos.
Tercero, resulta punto menos que imposible en la práctica generar nuevos efectos perversos sobre nuestra estructura social de hoy, ya que tanto la miseria de los pobres como el poder y la indolencia de los privilegiados está en su pleno tope.
Convendría entonces no facilitarle la coartada al régimen, con argumentos de apuro y razonamientos frívolos, que sólo propician la búsqueda de la quinta paga al gato.
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