Involución
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Son doce los elefantes que merodean por diversas zonas de la Ciudad de La Habana. La gente las observa con asombro y extienden su mano con tal de robarse un mar de sensaciones inolvidables a partir de las fricciones sobre los imponentes cuerpos.
Es, sin dudas, una interacción excitante, un toque de magia dentro de una convivencia a golpe de instintos y con el raciocinio convertido en un ripio.
Esa docena de bestias viene a darle el puntillazo final a una escenografía donde la civilidad es un simple detalle de la ambientación apenas visible desde un tercer plano. Los cubanos admiran la caravana de paquidermos. Ha sido una idea genial que abre las llaves de la fascinación y de las lecturas controversiales.
No es menos cierto que a simple vista refrescan el ambiente de decadencia que se respira en el centro y en la periferia de la capital. Plantar una docena de estas criaturas salvajes en pleno asfalto es de hecho una iniciativa sorprendente sobre todo por el paciente trabajo artístico en metal y el ajuste a tamaño natural de los diversos ejemplares.
No hay dudas sobre el talento creativo de José Emilio Fuentes Fonseca (Jeff). Uno de los detalles que más disfruto, independiente de las motivaciones del artista para concretar la obra, es la puntualidad de la muestra expositiva que es como una extensión del desastre nacional que enlaza al país de punta a cabo.
Calles rotas, caudalosos ríos de aguas albañales, derrumbes consumados o inminentes, prominencia de conductas marginales, repunte de hechos violentos, inusitado aumento del alcoholismo, altas cifras de deserción escolar, galopante prostitución, auge del mercado negro. Son innumerables las causas para emparentar a Cuba con un pedazo de selva aunque los propagandistas continúen en sus batallas bizantinas contra una realidad en extremo cruel y con decenas de años en cartelera.
Las doce bestias insertadas en el panorama urbano no me indican ninguna referencia para pensar en el paraíso. Esa mansedumbre congelada en la frialdad del metal utilizado en la conformación de la manada, riñe con la destrucción que hubiese causado si su estructura estuviera conformada por músculos, huesos y tendones.
La ciudad, con sus elefantes, es más auténtica desde la perspectiva del caos derivado de un hipotético paseo de esos gigantes por avenidas y callejones. Ahí están las ruinas por doquier. Algo para lo que no hizo falta ingenio, ni inversiones en el logro de un efectivo montaje.
Los elefantes deberían servir para comprender qué ha pasado en Cuba. ¿Un terremoto? ¿Un bombardeo masivo? ¿Diez ciclones categoría 5?
Ciudad de La Habana ha sido el lugar escogido para congelar a través del arte el anacronismo convertido en cultura nacional. Dentro de 10 o 20 años habrá tiempo para recordar esta chispeante exposición que viene a ser el resumen de un período dominado por un raro ensamblaje entre modernidad y salvajismo.
oliverajorge75@yahoo.com
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