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Marzo 6, 2001



Una novela juvenil de Reinaldo Arenas

Por Luis de la Paz. Diario Las Américas, Miami 4 de marzo de 2001

Han pasado diez años desde que, agobiado por el sida, el escritor Reinaldo Arenas se suicidó, y tanto la película Before Night Fall, del pintor y realizador Julián Schnabel, inspirada en Antes que anochezca, la autobiografía de Arenas, como la reedición de sus libros, por parte de Tusquets Editores, una de las grandes casas editoriales españolas, donde no se le publicaba desde 1982, resultan importantes pasos para reafirmarlo (desgraciadamente, como casi siempre ocurre, después de muerto) como lo que verdaderamente es, uno de los escritores más importantes del siglo XX.

A propósito de la película han aparecido muchos artículos y se han hecho programas de radio y televisión, donde se ha hablado de ¡Qué dura es la vida!, novela inédita de Arenas. La existencia de esa obra ha despertado curiosidad e inquietud en los círculos intelectuales, ya que el propio escritor renegaba de ella. En la entrevista que le hace la traductora francesa Lilianne Hasson y que se recoge en La escritura de la memoria, de Ottmar Ette (Vervuert Verlag, Frankfurt am Main, 1992), Arenas dice "... Yo había escrito dos novelas horrorosas, son las novelas más malas que he escrito en toda la historia de mi vida, porque la cultura que tenía era terrible y fueron unas novelas que escribí solamente bajo la influencia de la radio, o sea los programas radiales que mis tías desde luego oían empecinadamente cuando llegaron a Holguín. Eran esos seriales, aquellas novelas románticas, aquellas cosas terribles, aquellos romances, aquellos amores, y yo sencillamente empecé a escribir ese tipo de novelas . Entonces escribí dos, ¡Adiós mundo cruel [ríe], y la otra se llamaba ¡Qué dura es la vida! [ríe]..." (p. 40).

Reinaldo Arenas, y eso lo saben muy bien los que de alguna manera estuvieron vinculados a él, sacó de la isla toda su obra, y la que perdió por alguna razón, como Otra vez el mar, la reescribió, esta novela particularmente en tres ocasiones, de forma tal que si el escritor hubiera tenido interés en rescatar y publicar ¡Qué dura es la vida!, o Adiós mundo cruel, otra de sus piezas juveniles, de la cual no hay información de la existencia de copias, sin duda lo hubiera hecho. Parece que no lo hizo porque no las consideraba parte del conjunto total de su obra. De eso habla el escritor Carlos Victoria, amigo personal de Arenas: "Los escritores, y en esto casi me atrevo a generalizar, rechazan todo lo que escribieron en su adolescencia. Muchos esconden o incluso destruyen los textos, tanto inéditos como publicados. Si no los destruyen es tal vez porque les dan un valor sentimental, pero no literario. Reinaldo no es una excepción. Él, que tanto se preocupaba por salvar su obra, jamás se interesó por rescatar ni mucho menos editar esa novela, y cuando hablaba de ella era sólo para burlarse".

La escritora Zoé Valdés considera que: "La obra de Reinaldo es muy coherente, y no sería bueno publicar una obra de adolescencia sólo con el objetivo de dar el palo oportuno coincidiendo con la salida de la película. Si es una buena novela, que se pueda considerar acabada, o que incluso se pueda hacer un trabajo de edición sin transformarla demasiado, yo creo que se debería publicar. Pero no se debería publicar una obra inmadura que dañara la coherencia, madurez, estilo, y lenguaje, de la obra posterior de Reinaldo Arenas". Zoé Valdés considera, además, que la última palabra, dado que no está Reinaldo Arenas, la deben tener los herederos, a los que el escritor dejó el testamento.

La periodista y directora de Nueva Prensa Cubana, Nancy Pérez Crespo, que no ha estado disponible para entrevistas por padecer una fuerte migraña, y quien tiene en su poder el manuscrito que ha desatado la polémica, afirmó hace unas semanas en el programa "Cristina" que transmite la cadena Univisión, que la edición "ayudaría económicamente a Onelia, que en la actualidad tiene 82 años y vive en Cuba de una manera precaria".

Desde París, Jorge Camacho, albacea junto a su esposa Margarita y Lázaro Gómez Carriles, del testamento de Arenas dice que: "Prácticamente desde que se abrió el testamento de Reinaldo el dinero está congelado, ya que existe una demanda legal, de forma tal que no se puede extraer un centavo; pero mi esposa y yo le hemos enviado en muchas ocasiones dinero y útiles a nivel personal a Onelia". A continuación aclara que: "Reinaldo había dispuesto que el dinero que recibía de la Universidad de Princeton, por concepto de guardar sus manuscritos, que eran unos dos o tres mil dólares anuales, se le enviara a su madre a Cuba, pero esos pagos cesaron tras su muerte; eso era algo que ni Reinaldo ni nadie sabía que ocurriría. Otra cuenta que tenía Reinaldo en Miami", continúa Camacho, "se le entregó a la tía que vive en esa ciudad".

La herencia de Reinaldo Arenas está congelada por una demanda interpuesta por Ingrávida González, actriz cubana que estuvo casada legalmente con Arenas, y cuyos detalles se pueden leer en el capítulo La boda, de Antes que Anochezca. Camacho cree que: "Seguramente el estado cubano le pagó por poner esa demanda, porque quién va a conseguir en Cuba un abogado internacional, si no es con el respaldo del gobierno".

Como resultado de la reclamación legal, que ya tarda diez años, la madre de Reinaldo Arenas no puede recibir remesas extraídas de los fondos del "Estate of Reinaldo Arenas" que se encarga de administrar su legado. La señora Onelia Fuentes sólo recibe ayuda de familiares y amigos, pero no como parte de la herencia de su hijo. Deberían al menos, lo editores de sus libros, y los productores de la película, enviarle, con carácter personal, alguna ayuda a la madre de escritor, que con 82 años tal vez no vea el final del litigio.

Ahora bien, publicar una novela como ¡Qué dura es la vida!, apenas una década después de la muerte del escritor, sería contraproducente, pues el autor no la concibió como parte de su obra y renegaba de ella. Tal vez cuando se conmemore medio siglo, o un siglo de la desaparición de Arenas, la edición de un texto de adolescencia podría resultar una curiosidad literaria, y despertar interés en editores, estudiosos y académicos, que gustan estar a la caza de textos raros de autores notables para análisis que, generalmente, lo único que aportan a la obra total de un escritor es satisfacer cierta curiosidad. Ojalá que ese manuscrito se guarde y se asegure para un momento más apropiado.

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