Mark Frank. La Habana. Especial para Clarín.
Clarín digital, enero 18,
2001.
Cuando George Bush asuma oficialmente este sábado como nuevo
presidente de Estados Unidos, nadie en Cuba estará celebrando, ni
siquiera los más acérrimos enemigos de Fidel Castro. La Habana está
preparándose para enfrentar al décimo presidente estadounidense
desde la revolución de 1959 como lo hace con los huracanes que
regularmente amenazan a la isla: activando sus defensas y esperando a ver qué
sucede. Entretanto, todos están mirando ansiosamente más allá
del horizonte, sobre el mar, temiendo lo peor y rogando por que suceda lo mejor.
Carla Sánchez y su novio, mientras paseaban anoche bajo el frío
en el malecón de La Habana, resumieron lo que muchos piensan. "Tenemos
miedo de Bush", dijeron a coro. "Miami lo tiene en su bolsillo y eso sólo
puede significar grandes problemas", dijeron aludiendo a los anticastristas
afincados en esa ciudad de EE.UU.
La prensa oficial de Cuba ha estado preparando a la población para un
eventual incremento de la tensión con Washington, enfocando en los lazos
de la futura administración republicana con los exiliados de Miami y políticos
de derecha. Los más duros adversarios de Castro jugaron un rol relevante
en la última elección presidencial y aparentemente lograrán
más influencia durante la presidencia de Bush.
Los exiliados lograron juntar el 90% del millón de miembros de la
poderosa comunidad cubanoamericana de Florida para que voten por Bush y luego
pudieron cancelar el recuento de votos en el condado de Miami Dade que podría
haber volcado el resultado en favor del demócrata Al Gore.
Fidel Castro, otros funcionarios cubanos y los medios han lanzado escarnios
sobre Bush, usando epítetos tales com "estúpido" para
descalificarlo. "Bush es más de lo mismo. ¿Qué más
puede hacer EE.UU.? ¿Invadirnos? Lo dudo. Con Bush vamos a resistir como
siempre", dijo Antonio Rodríguez, un militante comunista.
Pero los observadores en La Habana ven signos de ansiedad gubernamental. Señalan
a los ejercicios anuales de defensa de diciembre, que recibieron más
cobertura en la prensa controlada por el gobierno, junto con una extraña
aparición del ministro del área, Raúl Castro, urgiendo a la
preparación bélica para asegurar la paz.
Raúl apareció otra vez en TV en una inusual entrevista de 30
minutos aconsejando a la administración Bush. "Al imperialismo, con
nuestras diferencias insalvables, le convendría más tratar de
normalizar relaciones en vida de Fidel que en el futuro. Entonces será más
difícil", dijo para agregar: "La defensa de la nación
siempre ha estado garantizada porque nunca se ha dejado de invertir allí".
Bush prometió reforzar el embargo de 40 años sobre la isla e
incrementar la ayuda a disidentes cubanos, una retórica que ha preocupado
incluso a esos mismos anticastristas. Los oponentes de Castro aprecian los
esfuerzos de Bill Clinton por mejorar los contactos pueblo a pueblo entre los
dos países y temen que un aumento de la tensión conduzca a que
esos contactos sean cancelados y provea una excusa para la represión doméstica.
Elisardo Sánchez, quizás el disidente más conocido,
dijo a Clarín que no esperaba mayores cambios en la política de
EE.UU. bajo Bush a pesar de la influencia en Washington de los exiliados de
Miami.
"El gobierno aquí quiere conflicto. No llorará si Bush es
más agresivo", comentó. Sánchez dijo pensar que la
nueva administración entendería rápidamente que una gradual
normalización de las relaciones es mejor para ambos países y que
ayudaría a pavimentar el camino para una inevitable transición
post-Castro.
"Cuba es como una tortuga. La golpeas con un palo y se esconde en su
caparazón. Y eso es lo último que queremos", dijo un diplomático
occidental cuyo país es ahora un gran inversor y socio comercial de Cuba.
Como a muchos otros diplomáticos occidentales, le preocupa que la
influencia del exilio de Miami pueda empujar a la administración Bush a
moverse agresivamente contra las empresas de sus países que hacen
negocios con la isla. Luego de una pitada a su cigarro, concluyó: "Por
otro lado, en términos de negocios, cuanto menos americanos aquí,
mejor".
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