Ernesto Betancourt. Publicado el viernes, 12 de enero de
2001 en El Nuevo Herald
El juicio a los espías de Castro arrestados en septiembre de 1998 es
preocupante. ¿Está Janet Reno distrayendo la atención de la
verdadera misión de estos espías para complacer a Fidel Castro?
Porque la misión constituía una seria amenaza a la seguridad de
Estados Unidos.
El agente del FBI Mark de Almeida, en el testimonio dado a la corte el 16 de
septiembre de 1998, declaró que el arresto lo había motivado el
que los espías habían recibido instrucciones de "hacer
sabotajes de hangares y aviones en algún lugar del Sur de la Florida''.
Por tanto, el FBI no podía seguir observándolos como venían
haciendo desde 1995. En mayo de 1999, la fiscalía modificó la
causa para poner énfasis en que estuvieron envueltos en el derribo de los
aviones de Hermanos al Rescate en febrero de 1996 y llevar a segundo plano el
espionaje contra bases militares americanas. Eso sí, no se procesó
a los que ordenaron el derribo de los aviones, incluyendo a Fidel Castro.
Esto coincidía con la declaración mentirosa de Castro durante
la Cumbre Iberoamericana de Oporto de que nunca había espiado
instalaciones militares de Estados Unidos, sino los planes agresivos de la mafia
cubana de Miami. Es falso. En la guerra fría, cuando los espías
soviéticos en Naciones Unidas fueron expulsados, la KGB llegó a un
acuerdo con Cuba por el cual la Dirección General de Inteligencia (DGI)
llenó ese vacío. Como consecuencia, el FBI elevó a la DGI
al mismo plano asignado a la KGB y aumentó la asignación de
recursos de contrainteligencia a la DGI para adecuarlos a la amenaza que
representaba a la seguridad nacional.
Por fin se inició el juicio a fines del 2000. Entre otras razones
para la demora de dos años, estuvo la orden increíble de la jueza
federal, Joan A. Lenard, de que se trasladaran a Cuba los fiscales y agentes del
FBI para tomar testimonio a funcionarios cubanos familiarizados con la situación.
Como entre éstos deben haber estado los jefes de los espías de la
llamada Red Avispa, el resultado neto es que los que debieron haber sido
incorporados al caso como acusados acabaron como testigos de la defensa. Todos
sabemos la seriedad con que los jefes cubanos deben haber tomado ese juramento
de decir "la verdad, toda la verdad y sólo la verdad''.
Pero el testimonio de uno de los espías, Joseph Santos, que llegó
a acuerdo con la fiscalía a cambio de una reducción de su
sentencia es lo que colma la copa. En su testimonio el día 5 de enero de
2001, Santos declaró que estuvo siendo adiestrado por casi siete años
para esta misión. Iba a ir a Puerto Rico, pero después que el
Comando Sur fue trasladado a Homestead, lo reasignaron a infiltrarse en esa
base. El 8 de enero, sometido al cuestionamiento por la defensa, declaró
que no hablaba inglés y que su misión se reducía a "el
estudio de las rutas de ómnibus, el funcionamiento de los servicios de
courier, el ambiente donde se construía el edificio del Comando Sur y
sobre su modo de vida, relaciones personales y de trabajo''.
Preparar a un espía por siete años para venir a Estados Unidos
y no enseñarle inglés parece un poco difícil de creer. Por
otra parte, el ingeniero Manuel Cereijo, profesor en la FIU que ha hecho sólidos
estudios sobre la computación en Cuba como arma cibernética, me
informa que Joseph Santos era profesor de ingeniería de computadoras en
la Universidad de Santa Clara y director de su centro computacional, habiendo
realizado estudios de postgrado sobre esta materia en Europa. Su esposa,
Amarylis, que también fue arrestada como espía y negoció
una reducción de sentencia a cambio de su testimonio, está
especializada en matemáticas aplicadas a la computación. Podemos
esperar que su testimonio sea igualmente irrelevante.
Como en la selección del jurado la jueza Leonard aceptó el
criterio racista de excluir a cubanoamericanos con la complicidad de la fiscalía,
es de esperar que los miembros del jurado lleguen a la conclusión de que
los espías de la Red Avispa no ofrecían peligro a la seguridad de
Estados Unidos y encuentren a los acusados inocentes. Castro podrá citar
en apoyo de su posición de que no espiaba a Estados Unidos el fallo de un
jurado americano. El ser objetivo de la inteligencia cubana halaga aHermanos al
Rescate y de la Fundación Nacional Cubana Americana, pero deben darse
cuenta de que el sesgo dado a la causa es una manipulación de Reno, un
acto más de acomodarse a los intereses de Castro, como en el caso de Elián.
Este juicio es un fraude judicial y una tomadura de pelo a la comunidad
cubanoamericana y al pueblo americano. No se debe permitir que esta farsa continúe
sin ser cuestionada. Hay que demandar a la entrante administración que,
como primera prioridad, ordene una revisión de esta causa y la abundante
evidencia acumulada por el FBI que está siendo desperdiciada por la
fiscalía.
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