Ricardo Estarriol. Praga. Corresponsal.
La Vanguardia Digital. La Vanguardia -
- 09:55 horas - 20/02/2001
Bajo los pórticos y en la entrada del viejo edificio que alberga la Cámara
baja del Parlamento checo en Praga la gente se detiene para felicitar a Ivan
Pilip, el ex ministro de Hacienda checo que estuvo un mes en una prisión
cubana bajo la acusación de haber "atentado contra la seguridad del
Estado con actividades que pueden llevar a una rebelión".
Hace dos años una fundación privada americana, Freedom House,
se había dirigido a él pidiéndole que colaborara en un
programa para apoyar los derechos humanos y democráticos en la isla de
Cuba, según cuenta Pilip, y añade: "Me gustó la idea,
porque en nuestro país en la época comunista tuvimos disidentes y
sabíamos lo importante que era para eso que viniera gente de fuera".
Pilip había iniciado sus contactos ya en noviembre de 1999. Se
trataba de un programa que preveía la posibilidad de encontrarse con los
disidentes de la isla, hablar con ellos, discutir la situación política
y económica, entender mejor las condiciones en las que viven, estudiar
las posibles formas de ayuda y conocer personalmente a la oposición pacífica.
"Esta vez -cuenta Pilip- no nos contentamos con encuentros con gente de
la oposición conocida en la capital, sino que fuimos a la provincia de
Ciego de Ávila, que está a unos 440 kilómetros de La
Habana. Concretamente, nos encontramos con el periodista Antonio Femenías
y con un activista llamado Roberto Valdivia". Al día siguiente del
encuentro los dos visitantes checos fueron detenidos.
Después de la primera acusación formal, "poco a poco nos
dimos cuenta de que ellos necesitaban algo para explicar al mundo que habíamos
colaborado con el imperialismo americano", cuenta Pilip. Respondiendo a una
carta del presidente del senado checo, Petr Pithart, Fidel Castro invitó
Pithart a La Habana. Pithart se dio cuenta de que Cuba estaba buscando una
salida a la crisis, entre otras cosas porque el gobierno tenía y tiene la
intención de hospedar a la Unión Interparlamentaria a principios
de abril en Cuba. La Unión Interparlamentaria se había puesto en
movimiento y había enviado por su parte al secretario general de la
organización, Anders Johnsson, y al presidente del Comité de
Derechos Humanos de la Unión, el chileno Juan Pablo Letelier.
Asesorados por los enviados de la Unión, Pilip y Bubenik
redactaronuna declaración que contenía una formulación que
podría ser del "soldado Schwejk" (popular figura checa durante
el imperio austro-húngaro): "En ella decíamos que, después
de que los instructores nos hubieran explicado la situación, nos habíamos
dado cuenta de que habíamos violado la ley sin haber tenido intención
de hacerlo y sin haber querido ofender al pueblo cubano", lo que no era en
absoluto nuestra intención.
Al día siguiente las autoridades les hicieron leer la declaración
ante once embajadores (cinco de la UE y seis de América Latina)
presididos por el ministro de Asuntos Exteriores cubano y en presencia de los
dos representantes de la Unión Interparlamentaria. Cuatro horas más
tarde se les permitía tomar el avión para Madrid.
A su regreso a Praga, el presidente Vaclav Havel, que ha pasado muchos años
en las prisiones comunistas, les llamó por teléfono apenas tomaron
tierra en el aeropuerto de Barajas y les invitó a visitarle al día
siguiente: "Havel -dice Pilip- nos felicitó por haber hecho todo lo
que estaba de nuestra mano para manifestar la solidaridad con el pueblo cubano".
Pilip no cree que la acción estaba relacionada con la participación
del gobierno en una resolución del año pasado de la Comisión
de Derechos humanos de la ONU contra Cuba, porque "aquella resolución
fue hecha por el gobierno cuando nuestro partido estaba en la oposición".
El político checo cree que reflejó más bien la irritación
cubana por las dos leyes americanas contra el régimen de Castro: la ley
Helms-Burton y la llamada ley de ajuste cubano. Por otra parte, con aquella acción
intentaron establecer un caso ejemplar para evitar acciones semejantes en el
futuro.
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