Andrea Centeno. La
Nación Line. Buenos Aires, abril 27, 2001.
El Gobierno respondió a la embestida de Fidel Castro con un gesto que
inevitablemente contribuirá a dañar aún más la
relación bilateral: la Argentina ya no tendrá embajador en Cuba al
menos por un tiempo.
La decisión fue adelantada a La Nación por dos diplomáticos
con diálogo abierto con el presidente Fernando de la Rúa y con el
canciller Adalberto Rodríguez Giavarini.
Así, la Casa Rosada demostrará con hechos qué poco le
interesa revertir la escalada diplomática suscitada entre ambos países
luego de que la diplomacia de De la Rúa votara por segunda vez en contra
de la política de derechos humanos de La Habana y que, desde allí,
Castro tildara, primero, de "lamebotas yanqui" al Presidente y a su
canciller y de "ratones" y "cucarachas" a los mismos
funcionarios, después.
En rigor, el embajador argentino en Cuba, Oscar Torres Avalos, no visita su
embajada desde febrero último, cuando la acusación castrista hizo
alusión a una supuesta devoción desmedida por la Casa Blanca.
El diplomático, de larga militancia en el radicalismo, se halla desde
entonces en Buenos Aires, luego de que el Gobierno lo llamara a consulta, un
paso previo al retiro de destino. Desde entonces, en la Cancillería se
evaluaba la conveniencia de cualquier desenlace. "Concluimos, con el
acuerdo del Presidente, en que lo ideal es ya no tener embajador", confirmó
un importante funcionario.
"Lo que hace a la soberanía de nuestro país y a nuestras
propias decisiones no se resuelve en términos de agravios e insultos",
dijo ayer De la Rúa, al referirse a las críticas que Castro apuntó
otra vez, anteanoche, contra el gobierno argentino.
"El señor De la Rúa ya no es presidente, quien tiene el
poder es (Domingo) Cavallo", afirmó hace dos días quien
gobierna la isla caribeña desde hace más de 40 años, antes
de atribuir al gobierno argentino una "táctica de ratones" y de
comparar las tasas de mortalidad infantil y materna de ambos países, un
cotejo en el que el éxito se lo lleva Cuba.
"Que responda el canciller", pidió el Presidente. La
respuesta, además de la decisión crucial, tuvo palabras.
"Pensaba que el señor Castro ya había dicho todo, pero
veo que necesitaba seguir expresándose", ironizó el
canciller, y lamentó "la desmesura" de Castro porque -dijo- "la
relación bilateral es de tal riqueza y amplitud que es deseable que todos
sus componentes no se vean severamente contaminados".
La Cancillería difundió una carta firmada por Rodríguez
Giavarini al secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, en la que se
evidencia que los dos diplomáticos abordaron el asunto Cuba cuando se
vieron en Washington, en febrero último. Sobre ello, el diario cubano
Granma publicó que Powell pidió a su par argentino sintonizar la
condena.
Destino incierto
"¿Con qué cara volvería yo a Cuba a mirarlos a
ellos?", se preguntó ayer Torres Avalos en un diálogo con La
Nación. El embajador, no obstante, afirmó no conocer su destino
inminente. Sí aclaró que jamás hubiera censurado la política
de Castro sin condenar a la vez el bloqueo económico por parte de
Washington contra La Habana.
"No se pueden condenar los efectos y dejar impunes las causas", se
quejó Torres Avalos. Y diferenció que su queja era "sólo
como político y no como diplomático".
La decisión de retirar el embajador de Cuba no fue un reflejo
intempestivo ante los últimos dichos de Castro, sino que fue el corolario
de dos cuestiones básicas: la anomia política y oficial de la Casa
Rosada respecto del gobierno de La Habana y el deseo de emprolijar posiciones
con el rumbo marcado por los Estados Unidos, sin que importen para ello la
posibilidad de acentuar los lazos comerciales con la isla.
"El plan es que Torres Avalos ya no regrese nunca más y tomarnos
un largo tiempo, digamos dos o tres años, en buscar su reemplazante",
develó a La Nación un diplomático del gabinete de Rodríguez
Giavarini.
Mientras tanto, en el Palacio San Martín se tomó una segunda
decisión, aunque sólo de formas: la de sumar el humor a la prolija
diplomacia de Rodríguez Giavarini.
"Tiraremos un poco de flit y veremos quién queda vivo",
dijo un vocero del canciller, al detenerse en la apreciación de Castro
respecto de que el gobierno argentino es "un montón de hipócritas,
pigmeos y cucarachas".
El canciller no quiso decir más. Se supo muy cerca de él que
hubo palabras de Castro aplaudidas dentro de la propia Alianza, escindida en
torno de la condena argentina. Por ello, el jefe de la diplomacia prefirió
hacer oídos sordos y bajar el telón.
Copyright 2001 SA LA NACION |