Rafael Rojas. Publicado el miércoles, 25 de abril de
2001 en El Nuevo Herald
Para los cubanos, "dar una cañona'' quiere decir forzar la
voluntad, imponer un capricho. La frase, de resonancia militar, se explica y
complementa con otras dos, más gráficas: "meter La Habana en
Guanabacoa'' o "meter el pie''. Esta última agrega cierta perversión
a la cañona: quien "mete el pie'' se sale con la suya y confirma el
estereotipo del cubano vivo, astuto, mañoso.
De cualquier manera, todas esas expresiones aluden a algo imposible o,
cuando menos, forzoso, difícil de realizar. Como sabemos, la diplomacia
es justo lo contrario de la cañona: un arte delicado, elegante, que se ciñe
al logro de fines realizables. De Maquiavelo a Metternich y de Bismarck a
Kissinger, los estados han conducido sus relaciones internacionales, en la
guerra o en la paz, de acuerdo con el principio de lo posible.
Los cubanos, sin embargo, hemos subvertido con eficacia las reglas de la política
exterior moderna. Es evidente que el régimen de la isla es maquiavélico,
ya que destina todas sus energías a la preservación e incremento
de su poder. Pero el maquiavelismo castrista es, por lo menos, paradójico:
se trata de un maquiavelismo de lo imposible, caprichoso, voluntarista,
irracional, cañonero.
Quien haya tenido el valor, altamente patriótico, de leerse el
discurso de Felipe Pérez Roque, presunto canciller de Cuba, en la Comisión
de Derechos Humanos de la ONU, habrá notado que la diplomacia habanera se
reduce a justificar la existencia de una dictadura nacional en medio de la
democracia internacional. Los argumentos con que Pérez Roque denuncia el "sistema
hegemónico de dominación'' y reclama la impunidad mundial del
castrismo son, precisamente, los de la democracia occidental: pluralidad,
transparencia, diversidad, tolerancia y libertad.
El tono del discurso es el mismo --misteriosa clonación retórica--
que el de Fidel Castro en la 105 conferencia de la Unión
Interparlamentaria, celebrada en La Habana a principios de abril. Miles de
representantes de cientos de partidos políticos del mundo, que fueron
elegidos democráticamente por sus conciudadanos, escucharon las terribles
profecías del jefe de un estado que decreta la ilegalidad de la oposición
pacífica. La escena no podía ser más perversa: el dictador
de un país dando lecciones políticas a demócratas de todo
el mundo. La base de esa diplomacia a la cañona es la confusión
deliberada entre el interés nacional de Cuba y el interés personal
de Fidel Castro.
¿Cuál es el interés nacional de Cuba? La transición
a la democracia, la economía de mercado, el estado de derecho, la cultura
de la tolerancia, el pluralismo civil, el comercio internacional y el
restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. ¿Cuál es el interés
personal de Fidel Castro? La subsistencia de su régimen en la isla hasta
que la muerte los separe, es decir, lo separe a él de la isla y de
nosotros, los cubanos.
Todas las cañonas de Fidel Castro, geopolíticas (ruptura con
Estados Unidos, alianza con la URSS, China, Libia, Irak o cualquier potencia que
se atreva a resucitar la guerra fría, campañas militares en
Africa, guerrillas en América Latina...), genéticas (cruzar razas
de vacas hasta lograr la supervaca, en una alegoría ganadera del
nazismo), forestales (el cordón de La Habana) o geológicas (cavar
túneles en el subsuelo de la isla), tienen su origen en esa impuesta
identidad entre interés personal e interés nacional.
Como el régimen habanero supone que Cuba es una posesión
personal de Castro no le resulta difícil asumir que la nación sea,
en sí misma, una persona. De ahí que esa persona, Cuba, reclame su
derecho a ser libre e independiente en el mundo, aun cuando se trate de la
libertad e independencia para construir un orden totalitario que despoja de sus
derechos a 12 millones de personas. Por eso el derecho de Castro a perpetuar su
régimen en el mundo implica la negación del derecho de la nación
cubana a constituirse como un estado democrático.
Así como en los años 50 Fidel Castro hizo su revolución
con las instituciones de la República (prensa, televisión,
partidos, empresarios, transparencia, en una palabra, libertad), hoy impone su
dictadura nacional con los medios de la democracia mundial. Ese aparato
internacional de legitimación del castrismo es la verdadera cañona:
el principio por el cual la democracia de muchos permite la dictadura de uno o
tu civilización garantiza mi barbarie.
Historiador y ensayista cubano. Profesor del CIDE en México.
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