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Abril 23, 2001



Girón en Perspectiva

Sebastian Arcos Cazabon. Publicado el lunes, 23 de abril de 2001 en El Nuevo Herald

"La victoria de Girón'', recuerdo que contesté sin vacilar cuando me preguntaron cuál era "el logro que más me había impresionado de la revolución''.

Corría 1976 y la encuesta era parte de la campaña propagandística alrededor de la nueva constitución socialista. En la mente ingenua de un quinceañero, la victoria en menos de 72 horas de un joven y mal armado ejército rebelde --enfrentado de manera desigual a una fuerza invasora de mercenarios entrenados, armados y apoyados por el todopoderoso imperio del norte-- parecía material de leyenda. Por aquella época se celebraba el 15 aniversario del desembarco --perdón, de la victoria de Girón, que desembarco en la retórica oficial es sólo el del yate Granma-- y pululaban las detalladas entrevistas a los participantes (siempre de nuestro lado, por supuesto) llenas de anécdotas heroicas irresistibles para cualquier adolescente. La inverosimilitud misma del resultado, creía yo, era prueba más que suficiente de la justeza de nuestra causa y de la malevolencia de nuestros enemigos. ¡Oh dulce ignorancia de la juventud!

Pasó el tiempo, y con él la blanquinegra historia oficial comenzó a llenarse de matices grisáceos. Mi desencanto con el régimen me hizo empezar a dudar de la veracidad de la leyenda heroica. Si nos han engañado en tantas otras cosas --pensé--, ¿por qué no también en la historia de Girón? Después comenzaron a aparecer los detalles: 1,500 invasores contra decenas de miles de defensores, inferior poder de fuego, ausencia de apoyo aéreo y logístico. Lentamente, la leyenda heroica comenzaba a pasarse de bando; el negro se tornaba blanco y el blanco, negro. Lo increíble ya no era que la invasión hubiera sido aplastada en 72 horas, sino que los invasores hubieran resistido tanto tiempo ante fuerzas tan superiores.

Mi salida al exilio completó las lagunas en mi historia. En Miami conocí a muchos de los participantes en la invasión, personas decentes, románticos y bien intencionados como las que se les enfrentaron del otro lado. No eran mercenarios como decía la propaganda castrista, sino cubanos que voluntariamente arriesgaron sus vidas por la Cuba que ellos creían mejor para sus hijos. Tampoco eran miembros de la "aristocracia batistiana desposeída'', sino que procedían principalmente de la misma clase media que había combatido a Batista. Supe del plan apresurado, de la inteligencia incompleta, de la pésima selección del lugar del desembarco, sin retirada posible, lejos de las montañas donde ya operaba un foco guerrillero anticastrista (noten el cambio en la terminología; en Cuba "guerrilleros'' eran los de Castro, los otros eran "bandidos'').

Pero decir que el blanco y el negro se invirtieron sería simplificar demasiado. La información y los años me han dado una visión más equilibrada de Girón (todavía uso ese nombre). Aunque mis simpatías están ahora con los ideales democráticos de los invasores, reconozco que la misión no tenía posibilidades de triunfar. Más allá de los detalles logísticos y militares, los invasores contaban con un respaldo popular que simplemente no existía. En 1961, la oposición a Castro aún distaba mucho de alcanzar la masa crítica suficiente para revertir el proceso iniciado en 1959. En vez de revertirlo, la invasión terminó de cristalizar el proceso alrededor del antimperialismo y el ideal de la soberanía amenazada por un enemigo externo. Cuarenta años después, todavía los cubanos tienen que oír la cantinela de la "inminente invasión norteamericana''.

En retrospectiva, Girón nunca debió haber ocurrido. Invasores y defensores por igual no eran más que peones en el tablero de las grandes potencias y las maquinaciones de un megalómano sin escrúpulos. Al final, Castro se salió con la suya, las dos potencias continuaron su juego, y la única perjudicada fue la misma nación cuyos mejores intereses ambos contendientes pretendían representar. Por otra parte, si la victoria castrista resultó en 40 años de dictadura, una victoria invasora sólo hubiera sido posible con una intervención militar norteamericana, cuyas consecuencias --en aquellos tiempos de fervor nacionalista-- no quiero imaginar.

Pero así es la historia, y la crítica es fácil cuando el hecho se mira desde la perspectiva de 40 años después. Los que pelearon en Girón --de ambos lados-- hicieron lo que podían hacer en el momento que les tocó vivir, y otros en su lugar sin duda hubiesen hecho lo mismo. Lo interesante de este aniversario es que a la larga, la historia ha vuelto la espalda a los vencedores de Girón, para sonreír a los vencidos.

arcoss@fiu.edu

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