MÉXICO. Enrique Serbeto, corresponsal.
ABC, abril 18, 2001
De hacer caso al discurso de Fidel Castro conmemorando el 40 aniversario de
la proclamación del comunismo en Cuba, el país estaría
viviendo una época dorada, mientras que el resto de Iberoamérica «está
a punto de ser devorada por Estados Unidos». Fusil en mano y en un
escenario nostálgico en el que hasta los ministros vinieron vestidos de
milicianos, el «numero uno» cubano quiso reafirmar aquella decisión
que marcó el destino de su país y que pretende que siga siendo el único
programa político en la isla.
«Hoy no venimos a conmemorar el 40 aniversario de la proclamación
del carácter socialista de la Revolución, hoy venimos a
ratificarlo», dijo Castro ante unas cien mil personas que habían
sido convocadas en la confluencia de las calles 12 y 23, el mismo lugar donde él
mismo habló hace cuarenta años. Después de más de
una década de una crisis económica nunca vista en la historia de
Cuba y durante la que la población ha sido sometida a privaciones
inimaginables, Castro vislumbra ahora «un nuevo amanecer que comienza a
iluminar nuestro futuro, un futuro que será mas brillante, un socialismo
que será más acabado, una obra revolucionaria más
prometedora y profunda». Castro acaba de recibir un gran apoyo político
y económico de China.
TRASPAPELÓ EL DISCURSO
En su discurso leído y a pesar de las confusiones (Castro tuvo que
volver al estrado después de despedirse porque se le había
traspapelado la última hoja), Fidel también se mostró
optimista sobre el resultado de la votación en la Comisión de
derechos Humanos de Naciones Unidas, que hoy está previsto que dictamine
una resolución presentada por la República Checa para condenar la
situación en Cuba. Se considera que la votación está
virtualmente empatada, aunque para Castro la receta es permanecer «tranquilos,
todo el mundo con una gran serenidad y una gran sonrisa, ahí nosotros
ganamos de todas formas, tengamos más votos o menos votos», y hasta
se permitió bromear con el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez
Roque, diciéndole: «No te preocupes tanto por los votos... nosotros
ganamos» porque a los norteamericanos «no les alcanza el tiempo para
presionar» a los países que participan en esta comisión.
También en vísperas de la Cumbre de Canadá para
promover el libre comercio en el continente americano, Castro considera que «la
superpotencia hegemónica tratará de buscar las condiciones de
rendición a los Gobiernos de América Latina» a los que
supuestamente pretende imponer privilegios que «cerrarán el paso a
la competencia comercial y las inversiones de Europa y de los países
industrializados de Asia» en la región. En la cumbre de Canadá
«sabemos que América Latina y el Caribe pueden ser devorados, pero
no podrán ser digeridos» y que «más tarde o más
temprano, como el personaje bíblico, de una forma u otra, escaparían
del vientre de la ballena. Y el pueblo cubano los esperará desde fuera».
«Cuando vemos al sur de Río Grande todo un conjunto de países
balcanizados, aunque todos con la misma lengua, cultura y raíces históricas
y étnicas, a punto de ser devorados» por Estados Unidos, «los
cubanos podemos exclamar qué glorioso mil veces fue aquel día en
que aquí se proclamó el carácter socialista de la Revolución»,
dijo Castro, que desde entonces se ha convertido en el jefe de Estado decano de
América, y Cuba, en uno de los países más atrasados.
AMENAZAS
El fusil que alzaba Fidel Castro y otros cientos de manifestantes presentes
rememoraba también el intento de invasión norteamericana que se
produjo en aquellos días y que desde entonces ha marcado la desmesurada
tendencia del régimen al militarismo. En ese sentido, Castro advirtió
que «los que intenten apoderarse de Cuba no recogerán hoy ni
siquiera el polvo de su suelo anegado en sangre porque no tendrán otra
alternativa que perecer en la lucha». |