Diario 16 pone al descubierto la trama de la inteligencia del régimen
de Castro.
G.Fernández/M.Á.Menéndez
D16 | Madrid. Abril 3, 2001
España se ha convertido en el centro de la inteligencia cubana para
Europa, y su Embajada en Madrid en su centro neurálgico. La elaboración
de informes de importantes empresarios y artistas españoles, así
como la mejora de relaciones con el Cesid, son algunos de los trabajos
realizados en España. Los agentes mantienen excelentes relaciones con el
bailarín Antonio Gades.
El domicilio particular de Antonio Gades en Madrid sirve de alojamiento para
los miembros del buró político de Fidel y Raúl Castro
cuando visitan la capital española. Así se deduce de las
declaraciones que en exclusiva ha realizado a Diario 16 Delfín Fernández,
el agente Otto, un ex miembro del Departamento 11 de la contra inteligencia
cubana.
Gades fijó su residencia oficial en La Habana hace ya algunos años.
Dos coches, poder pagar con divisas, siete personas a su servicio y una casa de
protocolo, «La Tropicanita», para su uso particular son algunos de los
privilegios que le ha reportado su estrecha amistad con Fidel y Raúl
Castro. Pero «el Gobierno cubano no regala nada», según afirma
el ex agente Otto: «El domicilio particular de Gades, que se encuentra muy
cerca de la Embajada de Cuba en Madrid, se utiliza como habitual residencia
oficial de algunos miembros del buró político y altos cargos del régimen
castrista que viajan a España, en lugar de alojarse, tal y como está
establecido, en la residencia oficial de la Embajadora».
Entre los invitados habituales de Gades se encuentran el general de División
Julio Casas Regueiro, primer sustituto de Raúl Castro; el yerno de Raúl
Castro, Luis Alberto Rodríguez López Calleja, cerebro en la sombra
de la red empresarial diseñado por Raúl para eludir el embargo
norteamericano, «y pocas personas más, eso sí, muy allegadas
a Raúl Castro, el mejor amigo de Gades en Cuba. De la seguridad y de
mantener la casa en perfectas condiciones se encarga el agente cubano Luis González»,
relata el ex agente Otto, que durante sus anteriores viajes a Madrid también
visitó la vivienda del bailarín español.
Otto trabajó más de 15 años para los servicios de
contra inteligencia de su país y ha venido haciendo, a través de
este diario, revelaciones explosivas, tales como el espionaje y grabación
a los que se somete a las personalidades españolas que visitan Cuba. Según
Otto, el régimen de Castro ha grabado hasta la vida privada de
importantes empresarios españoles durante su visita a la isla.
Ahora afirma que España se ha convertido en el centro neurálgico
de operaciones de la inteligencia cubana en Europa después de la caída
de la URSS y del muro de Berlín: «Es en la Embajada de Cuba en
Madrid donde confluyen las actividades del resto de embajadas con representación
en la Unión Europea. La razón es simple: por la situación
geográfica, por historia e idiosincrasia con el país, por el
idioma y, por último, por la fuerza que está tomando la presencia
española en Cuba. España es el centro de toda la red de espionaje
para Europa».
En Madrid, un oficial de alta graduación que responde al nombre de «Nazario»,
es el jefe del centro de la inteligencia cubana. Este agente sustituyó
hace unos años al anterior jefe, el coronel Reyes. Luis González,
apodado «el Tuerto», es su persona de confianza: «Nazario es el
jefe de la inteligencia en España. Luis González, que trabaja para
él, lleva casi seis años en España. Él y su esposa,
de nombre Nipsa, llegaron desde Cuba como funcionarios del Ministerio de
Relaciones Exteriores. González es el encargado, entre otras cosas, de
detectar personas que no son afines al régimen, grupos que ellos
denominan contrarrevolucionarios y que no son tales».
Otto mantuvo escasos contactos con «el Tuerto», y aún menos
cuando nuestro interlocutor decidió exiliarse en España. La misión
de Luis González es localizar a aquellos cubanos que se posicionan en
contra del régimen castrista, «a los que ellos consideran enemigos
del régimen, que son espiados e investigados cuando lo único que
pretenden es exponer su criterio, su visión de lo que acontece en Cuba.
Los exiliados tienen su partido, su Fundación, a través de los
cuales exponen sus ideas, pero para Fidel son enemigos potenciales. Y es por
esto por lo que emplea todos los servicios de los que dispone para
desprestigiarlos».
La última noticia que nuestro interlocutor tuvo de Luis González
fue en el Hotel Miguel Ángel, en Madrid. Allí entregó la
partida de jamones de jabugo que debía llevar a Cuba para Fidel y Raúl
Castro: «Mis superiores me dieron orientaciones de entregársela a
Luis González, pero ya había comunicación de mi deserción
y tomé la decisión de dejarlos en el Miguel Ángel, un hotel
que se ha convertido en el centro de la Embajada cubana. Allí es donde se
depositan algunos de los envíos con destino a Cuba. La anterior
embajadora, Rosario Navas, mantenía muy buenas relaciones con la dirección
del hotel, sin que la cadena hotelera, Occidental Hoteles, sospechara nada. Allí
se reunían distintos miembros de la inteligencia para conspirar. Se
celebraban almuerzos, comidas, cenas, reuniones y utilizaban los servicios del
hotel como correo de determinadas mercancías con destino a la Embajada.
Yo, personalmente, lo utilicé en varias ocasiones».
Por su parte, Nazario ejerce como jefe de centro y dirige a los miembros de
la inteligencia que se dedican, entre otras cosas, a vigilar los movimientos de
la contrarrevolución y al control de los oficiales que operan en España
o están de paso. Para ello cuenta con destacados especialistas, como los
conocidos clavistas: «En cada centro existe un clavista. En el Ministerio
del Interior hay un departamento, que es la Octava Dirección, más
conocida por la Dirección de Cifras, cuya única misión es
enviar mensajes cifrados. Por ejemplo, si Fidel quiere enviarle una comunicación
a la embajadora o a alguien especial, se emplean los servicios de la Octava
Dirección. Es un mensaje cifrado que los clavistas se encargan de
descifrar», asegura Otto. Su identidad es secreta, hasta tal punto que cada
cierto tiempo cambian de destino. Los clavistas viven en la Embajada y cuando
salen, por cualquier motivo, lo hacen siempre acompañados de un miembro
del personal de seguridad, «con órdenes muy precisas en el caso de
que el clavista quiera desertar».
En la actualidad, en la Embajada de Cuba en Madrid varias decenas de
personas; un número de empleados que el ex agente Otto define como
legales: «Les denomino así porque hay un numeroso grupo de supuestos
trabajadores que llegan a España argumentando que son relaciones públicas
de una empresa, cuando es absolutamente falso. Alegan que están
preparando unos ficticios cursos de formación del sector turístico.
Ese mismo papel lo interpreté yo en su día. Son cerca de cien,
pero muchos se hacen pasar por representantes de sociedades cubanas que en
realidad son tapaderas. La mayoría de ellos proviene de la inteligencia o
de la contra inteligencia».
Una de sus principales funciones es la del «defensor del régimen
castrista», un papel que Otto conoce a la perfección: «Ante el
más mínimo comentario hacia el Gobierno de Fidel había que
salir al paso de cualquier crítica. Aunque fuera un chiste. El principal
problema residía en saber si la persona que hablaba lo hacía en
serio o en broma. Al final, no sabías si tu interlocutor adoptaba esa
actitud porque pretendía sondearte a ti. Si era así, como en algún
caso ha sucedido, emitían un informe, te analizaban y te creaban un
problema».
Los trabajos del espionaje cubano en España obligan a mantener
contactos con los servicios de información de otros países de la
Unión Europea. Su misión es la de obtener documentación,
privilegiada o clasificada, de empresarios que adquieren cierta relevancia y
poder en Cuba, entre otras tareas más complejas y secretas: «Los
servicios de inteligencia cubana fuera de la isla, conocidos también como
el Departamento MQ-1, de contra inteligencia externa de la DGI, se encargan de
investigar a los extranjeros que empiezan a tomar fuerza en Cuba, que hacen
alarde de mucho dinero y de excesivas relaciones a altos niveles. Son personas
que levantan una sospecha y se abre una investigación para cada uno de
ellos».
INFILTRADOS. En Cuba la presión es insoportable sobre las personas
que se convierten en objetivos del régimen castrista. Cuando alguien es
marcado por los servicios de inteligencia porque su actividad resulta
sospechosa, los servicios de la contra inteligencia destinan a un oficial para
su seguimiento las veinticuatro horas del día y durante toda su vida en
Cuba. Son funcionarios infiltrados, imprescindibles para el régimen de
Fidel Castro. Según Otto, existen hasta veinte departamentos
especializados, dependientes del sector en el que se desenvuelve la persona
asignada: «Los agentes del Departamento 11 se encargan de todas las
personas relacionadas con el turismo; el Departamento 3, de Cultura, y el 1 y el
2 de la SINA (Sección de Intereses Norteamericanos) y las Embajadas con
representación en Cuba». Hasta hace pocos años, Inglaterra
era otro centro neurálgico, pero surgieron ciertos problemas, según
Otto: «En el Reino Unido la inteligencia cubana sufrió un duro revés.
Concretamente en Londres, un oficial de la inteligencia tiroteó en un
parking a un ex miembro de ese mismo servicio, el teniente coronel Azpillaga,
que había abandonado Cuba».
La posibilidad de intercambio de información entre los servicios
secretos españoles y cubanos es una sospecha hasta el momento imposible
de verificar, aunque encuentros entre los máximos responsables de ambos
países han existido y se producen regularmente. «El año
pasado, llegó a España una delegación del Ministerio del
Interior cubano encabezada por el viceministro, el general de brigada Milian, y
acompañado por Rodolfo Fernández, Jefe de la Oficina de Asuntos
Especiales de la secretaria del Consejo de Estado, dos coroneles más y un
miembro de la contra inteligencia. Fue una visita amistosa», relata Otto.
Tras ese primer encuentro, a los tres meses, el general de División,
Romarico Sotomayor, sustituto del Ministro del Interior y viceministro para el
Orden Interior de la Policía de Cuba, se desplazó a España,
con varios de sus colaboradores. De nuevo se produjeron distintas reuniones con
los distintos cuerpos de seguridad españoles.
A mediados del pasado mes de enero, algunos diarios informaban que los
servicios de inteligencia españoles habían sido penetrados por sus
colegas cubanos. De hecho, y según la misma fuente, varios miembros del
Cesid fueron procesados judicialmente gracias, entre otras cosas, a una denuncia
del empresario español Fernando Molina contra José Fernández,
inversor hotelero asociado con distintas sociedades en Cuba.
Para afianzar esta teoría, el periodista cubano en el exilio Marcelo
Fernández-Zayas denunciaba en una agencia de noticias digital radicada en
Miami que, al menos desde hace dos años, el Gobierno de José María
Aznar vigila «las actividades de los inversores españoles en Cuba
por sospechas de narcotráfico y lavado de dinero». Y como prueba de
su información desvelaba que «la vigilancia» se intensificó
el último verano con motivo de la visita a España de una delegación
cubana presidida por el ex ministro de Turismo de Cuba, Osmani Cienfuegos
Gorriarán, uno de los hombres de confianza de Fidel Castro, hoy retirado
de la política.
La dirección general de inteligencia de Cuba está bajo el
mando del general de brigada Eduardo García, muy conocido en Cuba desde
que, en 1989 con el rango de teniente coronel, fue designado por Fidel y Raúl
Castro para investigar la Causa 1, proceso que culminó con el
fusilamiento, el 13 de julio de ese año, de cuatro miembros de las
Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior. Cumplida la misión, fue
ascendido a general. Según relató a Diario 16 el ex agente Otto «después
fue nombrado jefe de la contra inteligencia y posteriormente sustituyó al
general de División Jesús Bermúdez Cutiño, hasta
entonces jefe de DGI del Minint, quien posteriormente se reintegró como
Jefe de la Dirección de la Inteligencia Militar del Minfar (Ministerio de
las Fuerzas Armadas)». |