Carlos Arribas, Sydney. El
País. Viernes 29 septiembre 2000 - Nº 1610
¿Hay algo que le pueda poner nervioso a Iván Pedroso? ¿Hay
en el mundo alguien por quien el saltador cubano sea capaz de perder la calma,
la suavidad de maneras, la tranquilidad espectacular con la que se comporta en
los momentos críticos de las grandes competiciones? Si hay algo, si hay
alguien, que lo diga para que nos enteremos. Igual que ese personaje que está
por llegar para desestabilizar a un saltador sin rival no fue el español
Yago Lamela en su fabuloso 1999, tampoco lo fue Jai Taurima en su extraordinario
2000. Ambos rivales, y otros más, lo más que consiguen con su
prestación máxima es forzar a Pedroso a dar un poco más de
sí, o, todo lo más, ofrecer a los aficionados una buena tarde de
atletismo, un duelo de superaciones constantes; nunca, en todo caso, callarle.
Pedroso siempre dice la última palabra. Lo hizo en sus tres Mundiales al
aire libre, y en sus cuatro en pista cubierta. Lo hizo ayer al conseguir su
primer título olímpico. "Es muy difícil que le
arrebaten el título", dice su compañero de equipo, el joven
Luis Meliz. "Iván tienen mucha técnica. Tiene un último
salto único". "Era imposible que nadie me ganara", confirmó
el campeón olímpico. "Me sentía perfecto como muy
pocos días antes. Quizás me he sentido mejor que nunca en una
competición. Y cuando me siento así soy imbatible. Sabía
que iba a ganar en el último salto". |