Eudel Eduardo Cepero y Carlos Wotzkow.
El Nuevo Herald. 28 de septiembre, 2000.
La primera empresa del gobierno cubano dedicada a la pesca y procesamiento
del Pepino de Mar, ubicada en el puerto de Júcaro en la costa sur de la
provincia de Ciego de Avila, acaba de exportar las primeras 11 toneladas de
pepinos marinos extraídos de los depauperados ecosistemas marinos del
archipiélago. En una nota de prensa publicada en la internet, el
desconocido periodista gubernamental Ortelio González Martínez con
júbilo explica: "Para obtener una tonelada de pepino seco se
requieren más de 18 frescas y no detenemos la explotación de
nuevas áreas con vistas a incrementar la captura".
El porqué de esta favorable exportación del pepino de mar es
simple: en los países asiáticos le confieren a las holoturias
valores afrodisíacos y pagan bien por ellas. Es por ello que Luis Orlando
Paz, director de la empresa mixta Pescavila asegura que la comercialización
de la especie "se perfila como una importante fuente de obtención de
divisas, toda vez que un kilogramo puede cotizarse en el mercado internacional
hasta en 40 dólares".
De esta forma, una vez más, estamos ante otro crimen ecológico
del gobierno cubano empeñado en agregar una exigua entrada de dólares
en la fracasada economía socialista a costa de aumentar la lista de la
fauna amenazada. La existencia de 30 de las 42 especies conocidas de este
equinodermo en los mares cubanos no significa que exista una población
abundante; por el contrario, se halla en cantidades reducidas producto de la
contaminación y el uso abusivo de las redes de arrastres, que llevan
cuarenta años exterminándolos sin ninguna consideración.
Las consecuencias que tendría la desaparición de estas
criaturas, apenas estudiadas por la comunidad científica cubana, son
impredecibles, pues el pepino de mar realiza una importante función
limpiadora en los ecosistemas marinos. En la plataforma insular de la isla
existen zonas submarinas en las cuales se acumulan cantidades de algas y peces
muertos que sólo pueden ser evacuadas a mar abierto mediante tormentas
que ocasionen fuertes oleajes. Es precisamente en esas pozas, en que los
residuos del arrecife se hallan a veces suspendidos a media agua o inertes,
donde las holoturias efectúan su importante labor, pues estos animales
son devoradores de detritus y, al digerir la arena saturada de materia orgánica,
dejan el lugar limpio, eliminando el peligro de toxicidad que esa "basura"
acumulada pudiera ocasionar.
En los frágiles ecosistemas rocosos, donde la acumulación de
materia orgánica y detritus puede acabar con la vida de los corales,
existen otros géneros que además de "reciclar la basura"
sirven a su vez de comensales y refugios para pequeños crustáceos
y otros vertebrados e invertebrados marinos.
Estamos ante otro crimen ecológico del gobierno cubano
Sin dudas, la explotación a escala comercial de las holoturias en
Cuba constituye un serio peligro para todas las especies marinas del archipiélago.
Por otra parte, la utilización de esta especie en las investigaciones médicas
para el desarrollo de constrictores y relajantes musculares demuestra que el
pepino de mar tiene un valor farmacéutico mucho más loable que la
glotonería gastronómico-sexual asiática y el jineterismo
ambiental de las autoridades cubanas.
Válido es destacar que el pepino de mar tiene una característica
que lo hace muy frágil si se altera su densidad poblacional, dado que los
sexos en la mayoría de estas especies son separados y debido a que
realizan una fecundación externa, si se reduce el número de
ejemplares también decrece la probabilidad de que la esperma encuentre a
los óvulos y por ende la procreación de nuevos individuos.
Por el momento, sólo quedan preguntas: ¿dónde se publicó
la licencia ambiental que autoriza la utilización de esa especie? ¿Quién
valoró el impacto ambiental que puede generar esa actividad? ¿Quién
va a controlar su captura? ¿Quién o quiénes recibirán
los dólares? ¿Quién va a informar sobre su abundancia y
disponibilidad al pueblo? ¿Quién garantizará la veracidad de
las cifras?
Lamentablemente, estamos ante la inminente pérdida de otro ejemplar
del maltratado patrimonio natural cubano, pues al Absoluto le importa bien poco
un pepino, por muy de mar que éste sea. |