CUBANET... INTERNACIONAL

Septiembre 25, 2000



Libertad y libertad

Pedro M. González. Publicado el lunes, 25 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald

A mi profesor de marxismo en la universidad le gustaba explicar el concepto de libertad de acuerdo a los manuales escritos por Marx y Engels en el siglo XIX.

Según la teoría de Marx, la verdadera libertad no es la que goza un salvaje que vive en la selva y se mueve "libremente" por toda ella sin que nadie lo detenga. La libertad, siempre según Marx y mi ex profesor, es conocer las opciones que tiene un ser humano y, basado en ese conocimiento, escoger el modo de vida que uno prefiere.

Estoy totalmente de acuerdo con ese renglón del marxismo. Lástima que en Cuba no se aplique.

Pero el tiempo pasó y según explicaba ese mismo profesor, hablando sobre otro tema, Cuba es un país libre, que no tiene que regirse por los mandamientos de ninguna potencia extranjera. Según ese mismo argumento, Puerto Rico no es libre; es una colonia que depende de la moneda estadounidense para mover su economía, al tiempo que son precisamente las aduanas de Estados Unidos las que revisan qué entra y qué sale del país.

Según el profesor, los boricuas no son libres; los cubanos, sí. Pero entonces, ¿qué pasó con su teoría marxista de la libertad? Los boricuas son libres de viajar al mundo entero sin que nadie les tire huevos a su casa por querer irse de la Isla del Encanto. Tienen entrada libre a este país, donde muchos han decidido, por cuenta propia, quedarse a vivir, mientras que otros, haciendo uso de sus opciones, han preferido quedarse en su tierra.

Los boricuas eligen un gobierno local y deciden libremente el estatus que desean para su país. Votar por la independencia no le ha costado cárcel a nadie. Aun así, el porcentaje de votos que esta opción se lleva en cada referendo es mínimo. Los boricuas tienen tres opciones: estadidad, estado libre asociado e independencia. Hasta ahora, el pueblo se ha ido abrumadoramente por el estado libre asociado; gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, ésa ha sido la decisión soberana de los boricuas. Sin embargo, la situación en la supuestamente libre Cuba, dista mucho de ser similar.

Cuba es un país donde el solo deseo de viajar al exterior es mal visto por las autoridades. Son muchos los exiliados cubanos que tienen terribles anécdotas que contar de multitudes tirándoles huevos y gritándoles insultos sólo por querer abandonar el país.

El gobierno trata de ocultar que se trata de políticas oficiales asegurando que es la furia popular ante los traidores. ¿Qué aduce entonces con respecto a las personas que pierden su puesto de trabajo por querer irse?

Si se trata de gobierno, el cubano no tiene la opción de votar, ni en elecciones libres ni amarradas, por el gobernante que quiere. Castro es presidente vitalicio de la isla lo quiera o no el pueblo.

Evidentemente, el pueblo de Puerto Rico tiene opciones. El cubano, no. Cuando un cubano decide abandonar la isla, lo tiene que hacer con la seguridad de que será para siempre, pues el gobierno no le permite regresar a vivir en Cuba, e incluso para regresar como visitante necesita la aprobación del siempre presente estado. Lo más triste del caso es que, incluso fuera de Cuba, los súbditos del castrismo continúan presos.

En octubre del pasado año, el equipo de fútbol cubano visitó Los Angeles para una serie cuadrangular con El Salvador, Haití y Estados Unidos. Tratando de hacer llegar unos regalos a mis familiares en Cuba, me acerqué a un grupo de jugadores que, amables, conversaron conmigo hasta que el jefe del equipo (léase seguroso que acompaña a la delegación) les informó que era hora de regresar al hotel, por lo que los jugadores me pidieron que siguiera al autobús para continuar la conversación. Sin embargo, un cambio drástico ocurrió durante el camino, pues cuando llegué al hotel y quise hablar con ellos, el jefe me indicó que los jugadores no podían llevar nada a Cuba.

Cuando le comenté que en el periódico había aparecido una foto del equipo y que les había traído un ejemplar, me indicó que ellos no podían salir del hotel a buscarlo ni estaban interesados.

Todo esto sucedía mientras los jugadores de Haití y El Salvador entraban y salían del hotel con toda libertad.

Quisiera conocer la dirección de mi ex profesor en Cuba para hacerle llegar esta anécdota. Pero, quién sabe, quizás él también se dio cuenta de cuáles eran sus opciones y hoy también viva en Miami gozando de la libertad de la cual, por aquel entonces, no quería hablar.

(C) El Nuevo Herald

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