Juan Padrón llevó Mafalda a la pantalla. Explica por qué
en su país hacen cine de animación desde hace 40 años.
Ricardo Garcia Oliveri.
Clarín digital. Lunes 25
de setiembre de 2000
Juan Padrón es uno de los cineastas cubanos más famosos, pero
lo es de una manera especial: su nombre es sinónimo de cine cubano de
animación, lo cual resultaría una entelequia si no fuera porque
existe. Y bastante saludable.
En la Argentina, Padrón también es, o debería ser,
conocido: sus creaciones Quinoscopio y Mafalda, si bien ya tienen sus años,
están saliendo al aire actualmente por sendos canales de cable; sin duda
alguna, el mejor registro fílmico del arte del dibujante Quino. Por otra
parte, hace nueve años se estrenó en Buenos Aires su largo animado
Vampiros en La Habana.
Más allá de su llamativo y entrañable trabajo en común
con Quino, que a Padrón le gustaría repetir, su paso por Buenos
Aires, con motivo de la Primavera Animada, dio para conversar con él
sobre el cine animado cubano; o sobre cómo y por qué un país
pobre ha desarrollado una de las especialidades más costosas del cine,
identificada con el poderío hollywoodense de la Walt Disney Corp.
"Nosotros tenemos la suerte de contar con el Instituto Cubano del Cine,
que nos apoyó siempre. Así, mientras otras cinematografías
están siempre en el sube y 7aja, con largos años de parálisis,
en Cuba hace 40 que existe el cine de animación. Es claro: no tenemos,
nunca tuvimos, los mismos recursos de los países desarrollados, pero
hemos subsistido. Y ahora, con las nuevas tecnologías que no son
baratas, pero tampoco inalcanzables, va a haber más facilidades aún
para hacer cosas."
Agrega Padrón que Cuba produce un promedio de 120 minutos de animación
por año, lo que es mucho, dividido entre trabajos propios y para otros países.
Evoca sus comienzos como humorista gráfico, que a poco desembocó
en la historieta y luego en la animación, "que siempre me había
interesado. En Cuba no había nada hecho. Tuvimos que hacerlo todo. Al
comienzo, todavía había relaciones con los Estados Unidos; todos
los equipos, las mesas de animación, se compraron allá." Y
cuenta que en un momento dado, más o menos cuando se había
embarcado en la aventura de Vampiros..., con un productor alemán, la
mitad de los animadores cubanos se marchó al país del Norte, y
tuvo que formar a los nuevos virtualmente sobre la marcha.
Juan Padrón reconoce la supremacía de los animadores
estadounidenses, pero no admira a Disney ni a los de su empresa; más bien
a los de Warner Bros. (El pato Lucas) y a los de la UPA (Mr. Magoo). "De
los europeos, hoy por hoy los mejores son los yugoslavos", concluye.
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