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Septiembre 18, 2000



Adolfo Rodríguez: «Los cristianos de Cuba lo son a base de golpes, sacrificios y entrega»

Oviedo, Ángel FIDALGO. La Nueva España Sección: Asturias. Septiembre 18, 2000

El presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba y arzobispo de Camagüey, Adolfo Rodríguez, estuvo ayer en Oviedo en visita privada. Una consulta médica y un rosario en la iglesia ovetense del Cristo de las Cadenas marcaron su paso discreto por la capital del Principado. Él es el último obispo que nombró el Papa Juan XXIII, recientemente beatificado.

–¿Qué significa para usted que el Papa que lo nombró obispo sea ya un beato?

–Mucho, porque desde que nací, el designio de Dios, a través de su persona, entiendo que me condujo a ser obispo de la Iglesia en Cuba. Ahora su beatificación adquiere aún una mayor relevancia, especialmente porque es un hombre que fue capaz, desde el silencio de su tumba, de inspirarme y animarme a lo largo de mis 38 años de obispo en la diócesis y archidiócesis de Camagüey.

–Juan XXIII, ¿el Papa más emblemático de este siglo?

–Sin duda alguna, y además de un siglo que ha sido muy cerebral, en el que Juan XXIII irrumpió y marcó sobre todo con su corazón. Estamos al final de un siglo que ha confiado mucho en los cerebros, y, como decía el profeta Isaías: «Aún no he encontrado a nadie que piense con el corazón».

–¿Y el «Papa bueno», Juan XXIII, cómo pasará a la historia?

–Sin duda fue uno de los pocos que pensó con el corazón. Él, que era un hombre de gran corazón, ha marcado todo un siglo y espero que este nuevo milenio siga siempre bajo su inspiración.

–¿Tuvo algún mensaje concreto para Cuba?

–El mensaje del Papa para Cuba se manifestó en los primeros años de la década de los sesenta, con la crisis de los misiles, en la que intervino muy directamente para evitar un enfrentamiento que podría haber sido mundial.

–¿Cómo actuó?

–Fue rápido y enérgico, pero siempre poniendo por el medio algo que era muy peculiar de su persona: el lado de la bondad, del corazón y de la reconciliación de los pueblos.

–¿La visita de Juan Pablo II marcó un antes y un después en la Iglesia cubana?

–Creo que sí, aunque hay que reconocer que antes de llegar el Juan Pablo II ya se había iniciado una distensión en las relaciones del Estado con las instituciones religiosas. Pero la llegada del Papa fue un alivio para una tensión que hasta entonces se había sentido.

–¿Es difícil ser católico en Cuba?

–Sí, pero también creo que lo es en cualquier lugar del mundo. El cristianismo, como un ideal de héroes en un mundo como éste, creo que es muy difícil de vivir.

–¿Cómo es el cristiano cubano?

–Las circunstancias de Cuba nos han conducido a un cristianismo más purificado. Hay situaciones en las que Dios nos desnuda de aquellas cosas que nos son genuinamente cristianas y necesarias. En este sentido creo que Cuba fue beneficiada por circunstancias que desde el punto de vista humano a nosotros nos pueden parecer adversas, pero Dios ha purificado a la Iglesia. Por lo tanto, parece que los cristianos de Cuba lo son a base de golpes, de sacrificios, de entrega, de generosidad y autenticidad.

© 2000, La Nueva España

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