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Septiembre 12, 2000



A Reynaldo Arenas, que está en su cielo

Gina Montaner. Publicado el martes, 12 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald

Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país. - --Reynaldo Arenas, Carta de despedida. "Antes que anochezca"

Madrid -- El pasado sábado Reynaldo Arenas ganó en la Mostra de Venecia. Resulta irónico, pero la gran victoria de su vida la ha ganado desde el más allá. Donde quiera que esté su alma inquieta y rebelde --imagino el paraíso celestial de Reynaldo poblado de bellos efebos-- ahora estará celebrando porque su causa (que fue su vida) ha triunfado en la clausura de uno de los festivales más importantes del mundo. Su médium ha sido el talentoso actor español Javier Bardem, quien ha encarnado al escritor cubano en la película Antes que anochezca, basada en las memorias de Reynaldo. De la mano del pintor metido a director Julian Schnnabel, los críticos que la han podido ver en la mostra coinciden en que, a pesar del tono irregular del filme, la actuación de Bardem es magistral. Por una vez, el jurado no ha estado reñido con el implacable gremio de los críticos cinematográficos y el intérprete de Antes que anochezca se ha llevado a casa la Copa Volpi al mejor actor.

Reynaldo Arenas continúa echándole pulsos a la dictadura castrista aunque ya no esté entre nosotros. Este hombre que fue un niño guajiro con vocación de escritor y que muy pronto despertó a sus pasiones homosexuales, impactó en los círculos literarios de La Habana por su enorme y desbocado talento, por su gracia y su maledicencia, por su empeño en ser libertino bajo un sistema opresor. En el mundo hipermachista y testostéronico de Castro y su entorno (véase las patéticas memorias de Norberto Fuentes, antiguo compañero de correrías de los gemelos De La Guardia y de Ochoa), Reynaldo exhibía su voraz apetito gay y por ello pagó el precio de la persecución. Fueron los años en los que el escritor vivió escondido en los árboles de los parques de La Habana. El barón rampante --como el personaje de Italo Calvino-- de una generación de escritores que lo veneró y lo ayudó a esconder sus manuscritos malditos. Reynaldo recogía la antorcha de dos sobresalientes autores homosexuales: Lezama Lima y Virgilio Piñera. Los tres padecieron en mayor o menor grado la estúpida homofobia del régimen. Lezama murió encerrado en su casa. Virgilio vivió siempre bajo el terror y el día de su entierro permanecerá en la memoria de las vejaciones a las que la dictadura ha sometido a sus disidentes. Reynaldo, más indómito, después de algunas intentonas que rayaron en el surrealismo más delirante, optó por el ya histórico éxodo de Mariel. Fue su travesía a la libertad, bien acompañado por la ``escoria'' de homosexuales, travestis y locas que aprovecharon aquella huida masiva de cubanos para continuar su fiesta particular en un lugar menos inhóspito.

El guapísimo y viril Javier Bardem se ha atrevido a meterse en la piel de Reynaldo. Tiene mérito su gesto porque se trata de un hombre de izquierdas cuyo apellido es sinónimo de la España más roja. Su tío, el director de cine Juan Antonio Bardem, ha sido un fiel militante del Partido Comunista y todavía hoy se lamenta del colapso del ``sueño'' estalinista. Su madre, la excelente actriz Pilar Bardem, es una mujer de izquierdas de toda la vida. El propio Javier Bardem ha reconocido que, en un principio, no quiso interpretar el papel porque tenía prejuicios contra una postura anticastrista. Sin embargo, animado por Schnnabel, se acercó a la vida y obra de Reynaldo, viajó a Cuba y conoció el entorno del escritor. Fue entonces cuando debió enfrentarse al peso de la verdad. La revolución cubana es un cúmulo de persecuciones a todo el que disiente por la vía del sexo, de la religión, de las ideas políticas. A raíz de esta experiencia, el actor ha dicho que su vida ha cambiado. No es casualidad que el rodaje se trasladase a México, ante la negativa del gobierno cubano a servir como anfitrión al equipo de Schnnabel.

En el Festival de Venecia Bardem ha insistido en que, a pesar de estar en contra de la opresión castrista, Antes que anochezca no es un panfleto antirrevolucionario. Sin embargo, todos los que conocimos a Reynaldo le podemos asegurar a su alter ego en el cine que él era un panfleto anticastrista con patas y corazón palpitante. Lo que a la izquierda le da pavor asumir fue para el autor de Celestino antes del alba una bandera y la defendió con orgullo hasta el final de sus días.

Herido de muerte por el sida, a modo de despedida Reynaldo concluye sus memorias con una carta en la que culpa a Castro de su enfermedad, como una consecuencia de la huida hacia delante a la que lo abocó la dictadura. En la película no se hace mención a este importante documento, tal vez para no identificarse con el sufrimiento de un exilio que no ha gozado de las simpatías de la izquierda. No importa. La versión cinematográfica de su corta pero intensa vida es la posdata triunfal de Reynaldo, que ahora está en su cielo particular. Descansa en paz.

© El Nuevo Herald / Firmas Press

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