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Septiembre 5, 2000



Trabajadores de la Cuba de ayer

José Mármol. Publicado el martes, 5 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald

Ayer lunes 4 de septiembre la clase obrera de esta gran nación festejó el Día del Trabajo, Labor Day. En realidad no tiene mucho de qué ufanarse si comparamos las conquistas alcanzadas hasta hoy en los albores del siglo XXI con las que ya disfrutaban los obreros hace décadas en países como Canadá, Suecia, Noruega, Francia y sigue la lista.

Cuando yo trabajaba para las agencias de empleos que entonces operaba el condado de Dade, pude comprobar que en la zona de Homestead cientos de trabajadores agrícolas laboraban un promedio de 50 horas semanales y les pagaban a $2.00 la hora, unos $100.00 semanales. Los choferes que transportaban las frutas y viandas en el campo y en las empacadoras, trabajaban un promedio de 12 horas diarias con pago de salario mínimo, entonces de $4.25 por hora, contándoles sólo 8 horas como las trabajadas.

En Francia la jornada laboral que rige para la mayoría de las empresas es de 35 horas semanales y la edad de retiro, 55 años, con pagos que oscilan entre un 70 y un 90 por ciento del sueldo promediado en la vida laboral del jubilado y, por supuesto, con protección de salud total, incluyendo medicinas.

Vamos a brindarles a los hispanos de los países hermanos de Latinoamérica que no conocieron la Cuba precastrista, y a nuestros hijos y nietos, un breve análisis de las conquistas logradas por los trabajadores cubanos bajo la dirección de la Confederación de Trabajadores de Cuba, C.T.C., la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros, F.N.T.A., y otras federaciones de industrias, tales como la Eléctrica, Telefónica, Bancaria y otras muchas.

Entre estas magníficas leyes estaban las que establecían las jornadas de 44 horas semanales con pago de 48, el descanso retribuido, o sea, un mes de sueldo por 11 meses de trabajo; 9 días con pago por enfermedad anuales, y algo muy importante: la inamovilidad del trabajador, que tenía derecho al ascenso por el escalafón; el aguinaldo pascual, equivalente a un mes de sueldo en diciembre, que disfrutaban los empleados públicos, los trabajadores bancarios, telefónicos, eléctricos y de muchos otros sectores, y el pago de tiempo y medio o doble por hora trabajada en exceso de la jornada normal de 8 horas diarias.

En cuanto a la mujer, que entonces no estaba tan independizada en ciertos aspectos como ahora lo está, sí disfrutaba de igualdad de oportunidades en el empleo y en ocasiones privilegios sobre los hombres. Raquel Valladares, una mujer, fue la que organizó la sindicalización en las tiendas Woolworth, al que los cubanos bautizamos como los Ten Cents. Creo que ella vive aquí en Miami. Fue una líder muy destacada y querida por los empledos y trabajadores del sector del comercio y de toda la nación.

Las obreritas cubanas disfrutaban de dos meses de licencia pagada por maternidad antes del parto y dos meses después del mismo. También se les concedía una hora a media mañana y otra hora a media tarde para que pudieran amamantar a sus hijos. Existían las clínicas de maternidad obrera absolutamente gratuitas, donde las trabajadoras recibían una excelente atención médica y hospitalaria, al igual que sus bebitos.

En el sector azucarero, entonces la primer industria nacional y la mayor fuente de ingresos de Cuba, los trabajadores disfrutaban de una serie de beneficios excepcionales tales como el pago del llamado diferencial azucarero, que les retribuía sobre salario normal un por ciento de los precios que alcanzara el azúcar en el mercado mundial; . Aunque líderes obreros como Eusebio Mujal --que era senador-- y como Prisciliano Falcón --que era representante-- fueran políticos, y la militancia de los trabajadores fuera ejemplar, la moderación entre patronos y líderes sindicales siempre normó la conducta de unos y otros. En las pocas ocasiones en que las pasiones amenazaron desbordarse, el Ministerio del Trabajo intervino como mediador, tarea que allí ejercía el estado, como debía ser la función de un gobierno democrático y no como se procedió aquí cuando la huelga de la American Airlines, que todos conocemos el desastroso final que tuvo, lanzando a cientos de empleados y arruinando a una próspera empresa.

Recuerdo que los empleados del comercio disfrutaban de la llamada jornada de verano. En ocasiones cuando salía de la Federación Bancaria hacia La Habana Vieja, bien por la calle Obispo o por O'Reilly, veía cómo los comercios con números pares cerraban un día y los nones otro día, y allá iban todos a disfrutar de las playas habaneras.

Si ésta era la situación del trabajador cubano hace casi medio siglo, qué no sería la que disfrutaría hoy. Sin una pizca de apasionamiento en una mirada retrospectiva, podemos afirmar filosóficamente que sólo supimos lo que teníamos cuando lo perdimos.

jose_marmol@bellsouth.net

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