CUBANET... INTERNACIONAL

Septiembre 1, 2000



Ludovico, la envidia y un viaje a EU

Alberto Alegria. El Nuevo Herald. Publicado el viernes, 1 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald

Desde mucho atrás Ludovico no tenía a nadie y, lo que es peor, tampoco compartía su cama con mujer alguna. Las voces de la Agencia Oficial de Noticias no dejaban de explotar este costado del asunto, "llegar a los sesenta sin una dama fija es cosa de gente infeliz'', decían, y a Ludovico parecía importarle poco y haber quemado sus puentes hacia la ribera femenina.

Pasaba sus días en un albergue para periodistas-escribas de paredes desconchadas y húmedas, con un baño colectivo adonde tributaban 25 personas, y una litera dura como una plancha de acero.

Había publicado varios libros de poemas de irregular calidad y tal vez algunos pasarían la prueba del tiempo. Su obra poética alcanzaba pequeños destellos de ingenio y talento. Pero esos versos le habían valido algunos premiecillos en concursos de poca monta. Ludovico se sustentaba en ellos y en un mundo de poetas peores situados en escalones inferiores dentro de la escala del éxito. Se buscaba enemigos gratis. "Yo no le debo nada a nadie, menos a la `revolución' '', y de su pobreza material nacía un enorme ego.

"Esto es una m...'', espetaba a un aprendiz de periodismo que le mostraba unas líneas escritas desde las trincheras de la defensa del sistema; "usted es un cretino'', increpaba a un burócrata cultural del socialismo tropical cubano; "estamos j...'' era su frase para definir la crisis nacional.

Resistía la asfixia circundante y nada presagiaba sobresaltos en su rutina hasta que apareció un viaje a Estados Unidos en el horizonte. Como un renacer, un chispazo, así cambio la vida del viejo. Habitual hablador en soledad, sus circunloquios aumentaban en densidad y tiempo, comía mal y dormía peor. Había depositado en el viaje los restos de entusiasmo sobrevivientes a tanto marasmo personal. Sintiéndose aguijoneadas por un nuevo acontecimiento, algo inusual en el tedio de la Agencia Oficial de Noticias, las voces reanudaban el ataque. "Ahora si se vuelve loco de remate, no va a poner un pie en el avión''.

Los costos corrían a cargo de unos poetas cubanos exiliados que se deslumbraron en especial con un poema suyo sobre una joven "esperante'' de la tarde. Los exiliados lo cruzarían sobre el Estrecho de la Florida y precisamente eso no soportaban las voces oficiales que aprovecharon cada resquicio para diseminar su ponzoña, "es mentira, es un cuento lo del viaje''.

Pero luego de tres meses de agotadores trámites emigratorios, el viejo estaba a punto de poner un pie en el aeropuerto. Derrotadas, las voces oficiales emplearon otra sucia táctica. "Este, cuando pruebe el primer sandwich cubano, se olvida del país'', murmuraban las malsanas y sacaban a colación su trayectoria política. "Es poco confiable'', terciaron. Un día antes de la partida, los chistes se hicieron más crueles. "Ludovico, si puedes tráeme un par de zapatos'', "no te atragantes con tanta carne de puerco''. Yo sólo le pedí, sin compromiso alguno, un disco de Willy Chirino, de los viejos si era posible. Y partió.

La Agencia Oficial de Noticias siempre fue un moridero de ideas donde no nacían noticias. Era, como cualquier otra redacción de la isla, un fragmento de un programa mayor, repleto de voces reptantes.

Cuando nadie se acordaba de él, Ludovico hizo una llamada. "Espérenme pronto, la estoy pasando de maravillas'', dijo y esta última frase deflagró en la redacción. Lo había hecho con toda intención: "de maravillas''. Las lenguas perniciosas y oficiales clamaron venganza. "Espérenlo sentado'', "vamos a darle de baja y así nos ahorramos trámites al final''. Se notaba el odio, casi se tocaba con las manos, aunque en el fondo ellas soñaban también con un acontecimiento, un viaje...

Cuando ya nadie se acordaba de él, regresó. Tenía puesta la misma ropa de la partida y una tristeza inconmensurable. La víctima volvía para recibir su castigo por visitar al "enemigo''. "Pero hay que ver que eres bobo, ¿para qué regresaste?, si yo hubiera tenido tu oportunidad...'', le espetaron en el rostro. Ludovico no respondía, se hallaba desarmado, desprovisto de su látigo verbal que antaño llegó a ser temido. "Lo único que pido es volver a mi sillón'', dijo y allí fue a apagarse en silencio.

Pasado el furor inicial, no pude más y le pregunté: "Viejo, ¿qué es lo que sucede?'' "Es el deseo de estar allá y la nostalgia por volver aquí --respondió--, el no hallarme en ningún sitio. Tantos descubrimientos a mi edad, especialmente el de la libertad, resultan mortales''. Y se quedó inerte frente a su máquina de escribir, de cuerpo presente y alma extraviada, como toda Cuba.

Seudónimo de un escritor cubano que reside en la isla.

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