Gina Montaner. Publicado en
El Nuevo Herald noviembre 20, 2000.
Madrid -- Abel Prieto no hace honor a su nombre de pila. A diferencia del
Abel bíblico, el ministro de Cultura cubano está al servicio de
las mentiras que propaga la dictadura que representa. A su paso por Madrid,
adonde ha venido para promocionar su última novela, Prieto ha hecho
declaraciones en diversos medios de comunicación que lo convierten automáticamente
en un personaje más de la historia universal de la infamia.
Desde el cinismo y con desfachatez, en el programa A debate (Canal+) Prieto
afirmó que, a diferencia del sistema norteamericano, en Cuba sí
hay una verdadera democracia. Con la cara de palo que se le pone a los cómplices
y artífices de dictaduras injustificables, a este Abel cainita no se le
mueve una sola de sus guedejas trasnochadas a la hora de lanzar calumnias. Del
recientemente difunto Heberto Padilla niega que su exilio fuera forzado y que si
murió en Estados Unidos fue por su voluntad, ya que al final de su vida
era bienvenido en Cuba. Se refiere a Cabrera Infante con desprecio y señala
que cómo se le va a permitir volver a la isla a un hombre que destila
odio por su país. Tanto de él como del poeta Gastón Baquero
reconoce que, a pesar de ser dos seres "abominables'', tienen talento. En
el caso de Zoé Valdés, este mediocre escritor al que casi nadie
conoce fuera de Cuba dice, no sin cierta envidia por el éxito de la
autora exiliada, que no se le publica en su país porque carece de méritos
literarios. Juicio que Castro y acólitos como Abel se toman la libertad
de imponer al pueblo cubano. La desvergüenza del ministro cultureta es
mucho mayor que los más de dos metros que tiene de altura. Tan grande,
larga y ancha es ésta que ante la pregunta de cómo se explica el
reciente exilio en Miami de una hermana suya, Prieto niega el hecho y se
revuelve en la silla como una serpiente herida.
Después de la muerte de Castro es muy probable que Abel Prieto y su
melena demodé sobrevivan en el vaivén político
Abel Prieto estuvo un par de días en la capital española, pero
le bastaron unas horas para soltar todo tipo de excrecencias políticas.
Vale la pena destacar que él mismo se encargó de desmentir el mito
de que en la dictadura cubana hay un bolsón de aperturistas (véase
Ochoa y los gemelos La Guardia, Gutiérrez Alea y Tabío, el hoy
desaparecido Robertico Robaina o incluso el mismo Prieto). Ante la aseveración
de la periodista de que afuera está considerado como un aperturista del régimen,
éste responde: "Eso es un simple estereotipo'' y más adelante
añade: "Si existe un criterio aperturista en Cuba viene del propio
Fidel''. A propos, muy en la línea de Gutiérrez Alea, ese otro
falso aperturista, cuando declaró en Madrid "insultar a Castro es
insultar a Cuba''. Definitivamente, este Caín disfrazado de un Abel hippy
y anacrónico es puro estercolero con forma humanoide. Que no nos venga un
"compañero de viaje'' más con el cuento de que si Pablito,
Abel, Titón o los hermanos Pinzón son o fueron, en verdad,
criptodemócratas.
Me consta que antes de ser el tipo que hoy es, Abel Prieto fue, en la
prehistoria de su vida, un joven soñador que odiaba la dictadura que
apoyaba su padre, un conocido dirigente de la revolución que había
sido director de un colegio en Pinar del Río. Lo sé porque, cosas
del destino, alguien que fue muy amigo suyo en aquella época es hoy muy
amigo mío. Año 71 en la facultad de filología hispánica
de la Universidad de La Habana. Estaba reciente en la memoria el caso Padilla y
los jóvenes contestarios de la universidad no podían perdonar el
apoyo del gobierno a la invasión de Checoslovaquia. Para entonces el sueño
de una revolución justa se había diluido en la pesadilla del
totalitarismo. Abel Prieto inmediatamnete simpatizó con otros tres
muchachos que, como él, se rebelaban contra el sistema. También
como él, dos eran escritores. El tercero, el que me lo relata todo desde
un exilio madrileño que se ha prolongado más de quince años,
tenía más vocación de artista plástico. De hecho,
hoy es un exitoso diseñador gráfico. Me cuenta mi amigo que todos
cayeron en desgracia al ser tachados de "antisociales'' y uno por uno pasó
por interrogatorios en los que se les pedía que fueran informantes a
cambio de no ser expulsados de la universidad. De aquella purga tres fueron
desterrados del centro docente. Sólo Abel Prieto pudo continuar sus
estudios. A partir de entonces se alejó de sus amistades peligrosas y
comenzó su imparable carrera junto a Castro. Mi amigo, quien llegó
a compartir litera en los trabajos de producción con el Abel disidente de
la prehistoria de su vida, todavía hoy se pregunta sobre los informes
contra sí mismo que debió elaborar su compañero en aquel
aciago año de 1971. El camino sin retorno de la delación. Cuando
el hombre deja de ser persona para convertirse en podredumbre.
Cuando la dictadura se desmorone del todo después de la muerte de
Castro es muy probable que Abel Prieto y su melena demodé sobrevivan en
el vaivén político que sufrirá el país en los
primeros tiempos. No sé si le quedará algo de caradura para
repetir lo que hoy ha dicho a su paso por Madrid. Pero las hemerotecas, las
videotecas y los que ni olvidan ni perdonan lo imperdonable tendrán ocasión
de recordárselo. Por aquello tan burgués y anticuado del sentido
de la ética y la vergüenza. Por los fusilados, por los presos, por
los balseros, por el largo y doloroso exilio. Por todo eso y mucho más lo
llamaremos por su verdadero nombre. Caín. |