La Vanguardia Digital
- 03:00 horas - 20/11/2000
Viejas heridas que parecían cicatrizadas se abrieron de nuevo, y se
inició un nuevo capítulo en las relaciones de Cuba con los demás
países iberoamericanos. Aznar casi ni tuvo que intervenir. Dejó
que fueran otros los que condenaran a Cuba y se limitó a expresar el
agradecimiento de España a los países democráticos que en
forma unánime apoyaron la condena a ETA.
A Castro le debió de resultar especialmente doloroso predicar sin
recibir ningún apoyo. Quedó solo, sin siquiera contar con el
respaldo del presidente venezolano Hugo Chávez, con quien comparte tantas
afinidades.
Pero aún le debió de doler más la postura de México,
el único país de la OEA que nunca rompió con su régimen
y que de manera implícita le sostenía en todos los foros. Fue más
que significativa la actitud militante que adoptó contra la
intransigencia cubana el presidente Ernesto Zedillo. Zedillo asumió como
propia la propuesta salvadoreña de condena al terrorismo de ETA, la
presentó al plenario de la cumbre y por dos veces tomó la palabra
para oponerse a la posición cubana. Panamá marcó un antes y
un después en las relaciones con México. |