Por Jaime Campmany. ABC.
España, domingo 19 de noviembre de 2000
Hay que reconocer que el Comandante es un cachondo. Y no sólo porque
le guste pronunciar sermones de cuatro o cinco horas, que en un solo sermón
mete por lo menos una docena de los de Bossuet, de Savonarola o del ex-cura Jesús
Aguirre, hoy Alba, Olivares, Aranda y todo lo demás. Fidel Castro armó
aquella marimorena y aquel fregado jurídico-político-sentimental a
costa del pequeño Elián González, hasta que consiguió
que al niño balsero lo devolvieran a Cuba con su padre. Eso sería
lo natural y lo que Dios manda si no fuera porque el mismo Fidel Castro que
reclama a Eliancín, retiene en Cuba a muchos otros niños, y no
consiente que se vayan con sus padres, exiliados del paraíso caribeño.
Será que la Revolución los necesita.
La ley natural obliga a reconocer el derecho de que cada hijo se vaya con su
progenitor, aunque debemos estar preparados para observar la confusión y
el ajetreo que se va a organizar en el empíreo cuando en el juicio de
Dios cada hijo se vaya con su padre biológico. Aquello va a ser el
jubileo de los bastardos. Como para Dios nada hay imposible, excepto que lo que
sucedió no haya pasado, es probable que también veamos cómo
cada duro se va a buscar el bolsillo de su dueño. Allí, en la
antesala del Juicio Final, al toque de las trompetas bíblicas, nos
encontraremos a Sarasola, a los Albertos, a Polanco, a Javi de la Rosa y a todos
los del pelotazo, y se va a producir una torrentera manantial de monedas. Habrá
algunas que no se queden ni con las limosnas del cepillo.
A Eliancito le devolvieron a Cuba, sin madre y sin libertad, las autoridades
jurídicas y políticas de USA. Pero los dioses vengativos han
condenado a Florida (una Florida sin Elián) a purgar al pueblo
norteamericano con el espectáculo de una democracia en pelota viva, con
papeletas tramposas, máquinas que fallan el recuento, políticos
que riñen como perros y gatos, jueces contradictorios y candidatos que se
discuten la presidencia del país más poderoso de la Tierra como
dos golfillos que jugaran a los dados o al giley en un portal del Bronx. Aquella
fotografía del pequeño Elián arrancado de los brazos
acogedores de su prima a boca de metralleta no sólo dio la vuelta al
mundo, sino que salió como un fantasma de las urnas electorales de
Florida.
Digo que Fidel Castro es un cachondo. Se niega a condenar a la banda etarra
y sus crímenes y con su decisión se alinea a favor del terrorismo.
También eso es cosa natural. Nadie debe extrañarse por esa actitud
del Comandante. Es el último dictador de la izquierda radical que queda
en el mundo occidental, y la banda etarra pertenece a un vestigio de la
izquierda radical en nuestro país. Ese carácter de radicalismo
socialista o comunista se nos olvida muchas veces a fuerza de que nuestra
izquierda repita tantas veces que los etarras son fascistas. La violencia
fascista es tan repugnante como la nazista y como la estalinista, pero en este
caso los etarras nada tienen de extrema derecha, ni saludan como los romanos.
Los etarras son terroristas de la ultraizquierda, qué le vamos a
hacer, y es natural que Fidel Castro les ayude en lo que pueda, se resista a
condenarlos cuando toda la América Hispana lo hace y nos gaste la coña
de pedir a España respeto para los derechos humanos de los dos asesinos
del Grapo. Aquí, el cachondeo de Fidel Castro consiste en que, a renglón
seguido de negarse a condenar el terrorismo, denuncie que existe un complot
terrorista para matarlo. Ese terrorismo merecerá, por supuesto, una
condena severísima y un castigo ejemplar. En el caso de que esos
supuestos terroristas caigan en las manos del Comandante, sus derechos humanos
serán respetados escrupulosamente. Al tiempo. |