Ramon Ferreira. Publicado el martes, 2 de mayo de 2000 en El Nuevo Herald
La odisea de Elián tocó la fibra heroica de todos los que compartimos su rescate desde la lejanía del subconsciente. Cada cual se asignó un papel considerado indispensable para que Elián llegara a su destino. De igual modo, cada cual se dispuso a trazarle la
senda que dictaba la experiencia propia. Pero el destino de Elián no estaba en manos de quienes intentaban llevarlo de la mano hacia un final feliz de la odisea. En una democracia, la ley no opera con tanta prisa.
Tan pronto Elián pasó del dominio público para enfrentarse a los requisitos de inmigración y surgió la disputa de la paternidad como privilegio, sus parientes en Miami apelaron a la familia y su padre en Cuba, a la paternidad. El resto de sus defensores
reaccionaron de acuerdo con su ceguera o heroísmo.
Durante cinco meses cada bando expresó sus razonamientos mediante opiniones públicas, columnas como ésta, declaraciones ante la prensa o la cámara, desfilando con la patria en la mano, jurando dar la vida para salvar a Elián y hasta oponerse físicamente
a la ley si ésta dictaba una sentencia negativa.
Se usaron razonamientos convincentes a medias. El padre, que ahora lo reclama, intentó salir de Cuba mediante el sorteo de visas existente. Fidel lo tiene bajo custodia y le dicta sentimientos que no comparte. La abuela materna expresó su deseo de asilarse durante la entrevista con
la monja y su nieto. Y el sacrificio de la madre como prueba definitiva de un ansia de libertad común a todos.
Por su parte, el tío abuelo demandó su derecho al asilo político del niño, pagado no con visa sino con la muerte de su madre. Y el padre en Cuba ejerciendo la paternidad como prueba de compartir su hogar con una madrastra y hermanastros.
Naturalmente, el mundo se dividió en dos bandos. La libertad contra la paternidad como símbolos de felicidad. Democracia o comunismo. Elián tenía que ser salvado para que cada bando pudiera conservar intacto su ideal o conveniencia. Pero la democracia seguía
abriendo puertas lentamente hacia la justicia.
El mundo se dividió en dos bandos. La libertad contra la paternidad como símbolos de felicidad. Democracia o comunismo
La impaciencia de quienes ya habían dictado sentencia se desbocó con el plazo de 72 horas que Fidel Castro consideró como límite a su tolerancia; el exilio, apremiando a las autoridades para una solución inmediata y encaminar a Elián bajo su custodia. Y
los millones de jueces en el mundo divididos en dos bandos reclamando paternidad o exilio.
El caso perdió perspectiva cuando los reclamos pacíficos empezaron a girar hacia la intolerancia. Que Fidel obligara a sus empleados como un jefe de sindicato que reclama un aumento de sueldo, resultaba irrevelante y ridículo. Pero cuando el exilio, infiltrado por los
partidarios de Fidel, se dejó arrastrar por pasiones políticas, el caso de Elián pasó a la arena internacional donde los veredictos se compran con votos.
La lentitud de la democracia resultaba intolerable ante la urgencia de ganar un pleito antes de que Elián tuviere edad para resolverlo con su firma. Y la aparente debilidad para implementar una orden rutinaria enardeció aún más las demandas de paternidad o exilio,
obligando finalmente a métodos radicales, y en este caso extremos, para establecer la demarcación entre la resistencia pacífica y la obstrucción de la ley.
Si el padre de Elián es comunista por conviccción o conveniencia sólo él lo sabe. Lo que sí sabemos es que reclama a un hijo --que pudo compartir y educar con sus parientes en la democracia-- para entregárselo a Fidel y que lo eduque en el comunismo como
prueba y pago de ambas posibilidades.
El espectáculo de fuerza que provocó la resistencia a cumplir la ley demuestra que si la democracia tiene pies de plomo, la ley la defiende con plomo cuando se trata de impedir su cumplimiento pacíficamente.
No nos lamentemos por Elián. Esta criatura que ha conmovido y movilizado al mundo entero como si se tratara de un nuevo profeta redentor, debido a su desafío de la muerte y la inocencia con que sonríe ante cada nuevo obstáculo, ya tiene su paso marcado para
enfrentarse a su destino y desafiar a quienes intenten desviarlo de su ruta, esa ruta que su madre dejó indefinida en el mar, pero que la humanidad comparte y Elián disfrutará libremente algún día.
Escritor cubano, reside en Puerto Rico.
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