CUBANET... INTERNACIONAL

Julio 24, 2000



Memoria del éxodo

Zoe Valdés. Publicado el lunes, 23 de julio de 2000 en El Nuevo Herald

París -- La palabra éxodo viene del griego, éisodo y hodós, que significan salida o partida y camino. Su fonética como su escritura provocan una seducción inextricable. Antes para mí el éxodo sólo ocurría en los libros o en las viejas películas en tecnicolor. En las lecturas del segundo libro del Pentateuco, el contexto bíblico resultaba fabuloso una vez fantaseado. El dios de los judíos me parecía demasiado colérico, exigente por no llamarlo insoportable, e incluso turulato. Moisés mostraba una indiscreción por momentos y en otros una paciencia que sacaría de quicio al más pachocho. El faraón me caía como una bomba de neutrones por lo mentiroso y abyecto. Con Aarón, el hermano de Moisés, fue el que mayormente solidaricé mis anhelos ocultos, debido a que era el más aparentemente sensato, una especie de dador de la palabra, el que sabía decir, intermediar entre los hijos de Israel y Yahveh, aunque para disgusto mío siempre para convencer a los primeros frente a los requerimientos del Segundo. Pasó algún tiempo para que me liberara de esta interpretación ingenua del éxodo. Gracias a lecturas posteriores sentí la necesidad de interesarme de forma diferente en esa traumática salida de Egipto, en la larga marcha que dio lugar al pueblo santo de Israel, errantes escapados de la tiranía del faraón, y aspirantes a la divina alianza con su dios, el de los atropellados. El todopoderoso, eterno, creador y maestro de todo lo existente.

La historia no ha cesado de entregarnos evidencias dolorosas de los errantes; los cubanos hemos sufrido en carne propia la humillación del destierro. Varios han sido los éxodos de nuestro pueblo desde el año 1959 hasta la fecha. No en balde se nos llama los judíos del Caribe. Mientras que Yahveh prometió a los hijos de Israel un pedazo de arena en el desierto para que pudieran venerar libremente a su dios, es decir a El, la mayor parte de los cubanos fue a recalar en Miami con la esperanza de hallar un terreno próximo sin sentirse totalmente exiliados; al desembarcar o aterrizar les dio la bienvenida un auténtico balneario o Jurasic Park. Los recién llegados se dedicaron a construir una parodia de La Habana confiando en el mito que les vendieron y que comieron con papas del sueño americano de libertad. La similitud de los cuarenta años de errancia del pueblo elegido con los cuarenta y un años de dictadura de Castro obliga a creer que de alguna manera hemos sido elegidos, pero para la incomprensión.

En la Biblia, la posibilidad de una batalla perdida por los judíos dio cuerda a los hechos narrados en ella. Dios eligió a un pueblo para sí mismo, los convirtió en doce tribus, componentes de los doce hijos de Jacob-Israel, les ilusionó con un lugar nada menos y nada más que en el desierto, y los puso a caminar durante años para demostrarles a cada paso que la humanidad no se aliviará jamás del escozor de las llagas, para que no olviden el sacrificio, el costo diario de ser libres. Gozar la libertad a plenitud podía ser más humillante y paralizante, peor que vivir en la antigua esclavitud, porque el hombre con las comodidades, según las palabras de Yahveh, pierde facultades, empobrece su espíritu.

Es por eso que el Exodo narra con marcada intención la dependencia casi absoluta del déspota faraón, quien se niega en múltiples oportunidades a liberar a los judíos de su servidumbre para dejarlos regresar al crisol de las arenas; y las plagas enviadas por Yahveh constituyen el pago a la conducta temeraria del gobernante, complicándole así a Moisés las negociaciones de la partida, tantas veces prometida e igual de veces incumplida, para que la duración de los trámites, la dureza, la angustia, el desgarramiento y todas las pruebas de injusticia y sacrificio queden impresas eternamente en el alma del exiliado. ¿Fue una liberación o un castigo, o ambas cosas? ¿O la palabra bíblica contribuyó a una desnaturalización de los verdaderos acontecimientos? Buscar similitudes con nuestra experiencia es un ejercicio histórico, absurdo en estos momentos.

Cuando en ocasiones me preguntan qué significa el exilio siempre termino dudando si debería escribir extenso sobre el tema para que no se quede duda en el tintero, y no existan malas interpretaciones, circunstancia a la que invariablemente se verá expuesto el exiliado cubano. Debemos distinguir la diferencia entre éxodo y exilio: éxodo es la idea de la expulsión fundida con el vagabundeo o marcha infinitos, un irse hacia un sitio sin parar, toda la vida o por tiempo indefinido. Un esperar errabundo. Así me siento, en una eterna espera, en la que sin duda alguna he perdido cosas y he ganado otras. Mi nostalgia es mi memoria, y no siento vergüenza, al contrario. Soy a mucha honra una exiliada cubana.

El exilio contiene al éxodo. En el exilio están comprendidos varias situaciones, el exilio impuesto, y el voluntario. El obligado muestra la expulsión explícita, o el impedimento de esa misma expulsión por parte del poder, una tortura mental en resumen que obliga a sentirse exiliado en su propia tierra al marginado. Entonces, en absoluto ostracismo, el pensamiento ya inició la huida. Exilio define que se ha llegado a alguna parte donde se piensa uno quedar, a un puerto en cuyo muelle se anclará la nave con el deseo de hallar un efímero reposo, y hasta con el sueño de fundar, entonces uno empieza a trabajar doblemente, las fuerzas se multiplican diciéndose que mañana será el gran día del regreso. Es ahí que la experiencia se convierte en enriquecedora. Cuando se dice adiós al país natal el viaje del recuerdo es interminable; aquél que se marcha, aunque regrese, nunca podrá volver del todo, vivirá expuesto a aquel punto en que su vida se detuvo. Exiliado debiera ser una nacionalidad y el exilio un país, pero sin papeleo y burocracia.

Queda el consuelo del poema de K. Cavafis, se andará hasta el día final a la búsqueda de Itaca, posponiendo con conciencia el viaje: Ten siempre a Itaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Presiento que aunque se haya encontrado una tierra donde sembrar huellas, mientras el exilio sea impuesto, mientras se tropiece con la prohibición de la entrada a la tierra de origen, continuará royéndonos la eterna salida, el deambular a la caza de reminiscencias, de olores, sabores, imágenes de la infancia, e invenciones de una realidad perversa. El país en una maleta que pesa demasiado y se carga con gusto. Sé de personas que hace cuatro décadas viven con el equipaje preparado para el retorno, luchando por no borrar de sus mentes un solo trazo de la geografía de sus raíces. Vivan donde vivan, permanecen en constante éxodo. Un éxodo al revés, hacia atrás, recorriendo sus propios pasos a la inversa pero sin destino claro, en un camino que ha eternizado el dolor de la memoria. Propongo deshacer las maletas y dejar que las raíces penetren en el suelo donde nos hallemos.

Los exiliados cubanos de Estados Unidos nunca se sintieron realmente exiliados; tuvieron el coraje y crearon las posibilidades de crear una prolongación de la tierra natal en Miami; esto fue una ventaja y un daño inconsciente. Y si los primeros chocaron con los trabajos más duros y empezaron de cero a reconstruir sus vidas, las generaciones que les secundaron y las últimas oleadas tuvieron un acceso menos dificultoso que sus antecesores, aunque aclaro que en cualquier caso angustioso y desgarrador. Por demás, los cubanos son trabajadores, logran avanzar en medio de conflictos, pero por otra parte también somos bambolleros y palucheros. Es lo que ha querido Castro --el primer bambollero y paluchero-- hacernos creer, que somos superperfectos. La excesiva presuntuosidad opaca nuestra mejor imagen. No somos los mejores ni los peores porque sencillamente ningún ser humano es mejor que otro, aunque seamos diferentes.

Hemos caído en la trampa histórica de la izquierda manipuladora, oportunista, y colaboracionista del terror castrista. Y en la trampa de una derecha egoísta, cuyo único interés es el enriquecimiento y los negocios sea con quien sea. Esto también compartido con la izquierda, ¿por qué no decirlo? Toda esta gente del poder viene intentando aniquilar nuestros sueños de libertad, colaborando con el dictador, y cuando se colabora con el asesino también está matando. Tanta culpa tiene quien aguanta la pata. Mucha de esta gentuza envió a un niño a la jaula dorada de uno de los mayores asesinos de la historia. La prensa mundial es cómplice de este abuso al enmascarar la verdad. Basta de situarnos entre la izquierda y la derecha, es un orden obsoleto para el mundo; y para los cubanos no ha significado nada, pues en Cuba qué se ha sabido de pluripartidismo y, analizándolo en buena ley, Castro jamás correspondió a ninguna de los dos modelos, siendo desde el inicio su credo el gangsterismo, el terrorismo, el guerrerismo, y todos los horrorismos posibles camuflados en revolución.

Habría que ser astrólogo para adivinar cuánto tiempo durará el dolor de nuestro exilio ante la indiferencia internacional y la impunidad de los secuaces; pero el día que todo se sepa, descubriremos a mucho espía sembrado desde el inicio en los matorrales del mundo, y en sitios de mayor envergadura. Pero antes, lo primero que debemos acabar de entender es que somos exiliados, que muchas trampas nos serán servidas y sólo unidos podremos enfrentarlas, lo cual no quiere decir que todos pensemos unilateralmente. Diversidad de pensamiento, y un deseo común: la libertad de Cuba. Derrumbar al dictador con las armas de la sensatez, que pueden ser también diversas. Será difícil hacer comprender a la opinión pública, pero lo conseguiremos con dignidad. Elián González fue una prueba de que a la larga los perdedores han sido los opresores con su prepotencia de dictadura estéril aplastando a una humilde familia cubana, quien se defendió ante la mayor potencia mundial y el dictador más camaján.

La papa caliente está ahora en las manos de Castro. El tono triunfalista de la prensa de la isla, las entrevistas que desenmascaran a ciertos políticos norteamericanos, y a esos cubanos que tienen el descaro de llamarse periodistas y que viven entre Miami y La Habana les pondrá en la evidencia. La película no ha terminado. Vladimiro Roca Antúnez y Oscar Elías Biscet continúan encarcelados. La patria es de todos, y en ella nos uniremos en el futuro. ¿Por qué no empezar desde ahora?

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