Juana Rosa Pita. Publicado el jueves, 20 de julio de 2000 en El Nuevo Herald
Hace tiempo, a su regreso de una gira que lo llevó a Buenos Aires, el recientemente fallecido cantante Fernando Albuerne dijo sobre Quiéreme mucho, canción que tanta fama le dio en el mundo: ``Es un himno cubano''. Quiso decir del alma cubana, que es la que ha de sobrevivir
a todos los convulsos avatares de la historia política de la nación. La música de Gonzalo Roig (1890-1970), autor de ese tierno himno de amor cercalejano, no es en su totalidad tan conocida e interpretada como la de Lecuona, por ejemplo, siendo como es un alto exponente de lo
esencial del modo de ser de su pueblo.
Tiene que haber sido emocionante asistir al estreno en el teatro Martí de su magnífica zarzuela Cecilia Valdés y escuchar por primera vez ese grito de vida perdurable en frase y ritmo de habanera: ``Siento en mi alma cubana la alegría de vivir''. Más de cien
veces hubo que repetir la puesta en escena de la obra, y cuántas más no la habrán cantado en Miami las mismas sopranos que en Cuba --gracias a la espléndida partitura de nuestro músico-- le dieron vida a la inmortal protagonista de la novela de Cirilo Villaverde:
Marta Pérez, Blanca Varela, Zoraida Marrero y Hortensia Coalla, entre las más destacadas.
María Ciérvide ya no canta boleros, pero hablando con ella hace unos días supe lo cercana que se sintió a Roig cuando lo hacía en Cuba. ``Era un músico exigente y un gran amigo''. Recuerda con particular agrado El Cofre Musical de los Recuerdos, programa
de la CMQ en que tantas veces cantó canciones del maestro: Nunca te lo diré, Yo te amé y la propia Quiéreme mucho, por supuesto. Más memorables aún para ella son los conciertos que en la Plaza de la Catedral y en el anfiteatro cercano al Malecón daba
Roig con su orquesta, y en los que ella interpretaba canciones como Estás en mí y --con Georgina Du Bouchet como integrante del Dúo Primavera--la inovidable Ojos brujos.
María Ciérvide recuerda también con particular deleite las tertulias con café que daba Gonzalo Roig en su casa de Amistad 404, donde vivió hasta su muerte en 1970. ``Un músico y director de orquesta de calibre: muy exigente pero gran persona'', concluye
la cantante que también recuerda haber leído los interesantes artículos que, como musicólogo, escribía el maestro para una revista uruguaya cuyo nombre no alcanza a recordar. Acaso fue en una de esas tertulias que escuchó por primera vez a América
Crespo cantar las Coplas del clarín, hermosa obra lírico-sinfónica de Roig, también autor de la célebre El cocuyé y las menos conocidas Hoy son Día de Reye y Fantasía cubana.
Esa casa con dirección simbólica detrás del Capitolio Nacional se desplomó en enero de 1997, devolviendo al polvo muchos objetos y documentos ligados a la vida y los tiempos de su dueño. Pero la música --junto con la poesía la más elusiva
de las artes-- no puede ser abolida fácilmente por derrumbes, y menos después de la invención de la imprenta y el fonógrafo. En memoria de esa casa que tantos recuerdan con amor, el disco compacto que saldrá hoy 20 de julio, día en que nació Roig hace
110 años, se titula Amistad 404.
Celebración --con Rey Casas al piano-- de la música de quien allí compuso sus obras más felices, algunas de las cuales son patrimonio de la humanidad: ``Es imposible, mi cielo, tan separados vivir''.
Cuando se termine de rehabilitar el Teatro Martí y vengan tiempos propicios para los himnos tiernos y las salves de vida, será hermoso escuchar cómo se reafirma lo esencial del alma cubana en la voz de la Cecilia rediviva en la música de Gonzalo Roig: ``Siento en mi
alma cubana la alegría de vivir''.
© El Nuevo Herald
Copyright 2000 El Nuevo Herald |