CUBANET... INTERNACIONAL

Enero 21, 2000



Política y dólares vs. patrimonio cultural cubano

Armando Valladares. Publicado el viernes, 21 de enero de 2000 en El Nuevo Herald

Los artículos que constantemente aparecen en las revistas especializadas en arte sobre la plástica cubana, así como los comentarios de la prensa escrita y los frecuentes espacios dedicados a este tema en las cadenas de televisión y radio, nos hacen pensar que, en efecto, el arte cubano está viviendo un momento de plenitud e indiscutible reconocimiento internacional.

Para el observador poco avisado o fortuito este fenómeno puede no revelar nada en especial, y concluir que no hay elementos de trascendencia --más que publicidad-- en el mismo, pero para los que seguimos con detenimiento el desarrollo de este proceso, sabemos que hay mucho más que una merecida y justiciera revaloración del quehacer pictórico cubano.

Las llamadas agendas políticas y estéticas de la izquierda, como bien ha señalado el prestigioso crítico de arte Armando Alvarez Bravo, así como inconfesables intereses de algunos personajes del patio, están influyendo en el curso de este movimiento, no para fortalecerlo, enriqueciéndolo por medio de la polémica, sino para contaminarlo y, sin un ápice de escrúpulos, tratar de destruir el patrimonio cultural del pueblo cubano en el exilio, sembrando la incertidumbre, la duda y el temor en coleccionistas y profesionales en el comercio de este arte.

Tan profunda ha sido la influencia de esa contaminación que hasta las casas de subastas en Nueva York, a la hora de establecer la autenticidad de la obra de los artistas cubanos, se dirigen a los funcionarios comunistas del gobierno de Cuba que, por obra y gracia del marxismo, algunos de ellos, sin estudios académicos especializados, han sido convertidos --de la noche a la mañana-- en los superexpertos que, por una simple fotografía enviada desde Miami o Nueva York, determinan la supuesta falsedad de una obra. Actualmente, y gracias a esa política, tendiente a destruir todo patrimonio del exilio, la atmósfera de dudas creada con relación al arte cubano ha llegado al insólito hecho de que, a veces, se solicita certificar las certificaciones, por el temor de que también ellas sean falsas.

Toda esta manipulación está en dependencia, en cada caso, de los intereses del gobierno cubano en cada momento dado. En una de esas famosas descertificaciones, la pieza en cuestión pertenecía a un pintor vivo exiliado, quien al ser consultado, ratificó que la obra en cuestión había sido pintada por él. Entonces se argumentó que dicho pintor no estaba en condiciones de identificar su propia pintura. Esto puede parecer la imposición de un absurdo, yo lo considero, simplemente, inmoralidad.

Se sabe que el gobierno cubano ha montado talleres de falsificación de obras clásicas de pintores cubanos y de otras nacionalidades. Sobre lienzos lavados donde había piezas antiguas de poco valor, o usando telas envejecidas artificialmente, se pintan piezas, supuestamente obras maestras, que salen de Cuba hacia el exterior, debidamente certificadas como auténticas por los expertos y comisiones de la dictadura. Es una manera más de recaudar divisas. Es claro que para un coleccionista sensato las autentificaciones de los expertos del gobierno cubano deben carecer por completo de credibilidad.

Sabemos que fuera de Cuba hay muchos expertos, verdaderos académicos, que trabajan en Estados Unidos, España, Francia, México y otros países. Pues bien, la confusión creada por el gobierno cubano y sus elementos dentro del exilio, en torno a este tema, ha llegado al punto de que muchas personas honestas y bien intencionadas, en Miami o Nueva York, cuando van a comprar una pintura, preguntan si está certificada por alguno de los funcionarios comunistas acreditados por Castro.

Resulta indignante que hayamos sido perneados al punto de desconocer nosotros mismos el criterio de nuestros intelectuales, expertos egresados de universidades, institutos de arte, profesores e historiadores que han dedicado gran parte de sus vidas al estudio de la pintura cubana, con décadas de museología, investigaciones de campo y ensayos y libros publicados al respecto.

Es de suponer que si Castro y sus estructuras políticas combaten incansablemente a nuestro exilio, y gastan grandes cantidades de recursos para infiltrarnos, dividirnos y dañarnos, las obras de arte que procedan de Miami, sometidas a consideración de los expertos oficiales del gobierno de Cuba, van a ser sistemáticamente descalificadas, como también han tratado, sistemáticamente, de descalificar a nuestros políticos, artistas, historiadores y expertos.

Si la atmósfera social y política de la Cuba de estos últimos cuarenta años fuera, desde el punto de vista moral y humano, confiable, no tendríamos este exilio, ni los centenares de artistas, historiadores y expertos en arte que hoy viven y trabajan alrededor del mundo.

De manera que el arte atesorado por el exilio --parte importante de nuestro patrimonio cultural-- es, frecuentemente calificado de falso y, el arte falso fabricado en serie en los talleres bajo control del gobierno de Cuba, es considerado bueno, y quiero repetir que se vende internacionalmente con certificados de autenticidad emitidos por los funcionarios castristas.

Por consiguiente, resulta lamentable ver cómo todo este manejo se hace noticia y los medios de difusión, quisiera pensar que ingenuamente, se convierten con frecuencia en instrumentos al servicio de una política orquestada en La Habana e implementada en el mundo libre por individuos e instituciones que responden, por una razón u otra, a los intereses de Fidel Castro en el campo de la cultura.

Por todo esto, invito a los coleccionistas y trabajadores de nuestra plástica, cubanos en su mayoría, a que piensen con detenimiento acerca de este movimiento de ``política y dólares'' contra nuestro patrimonio cultural. ¿No le parece grotesco que sea un funcionario de Cuba comunista quien tenga que decirle a usted que ese Víctor Manuel que cuelga en la sala de su casa es auténtico...o falso?...¡Piénselo...!

Escritor, pintor y poeta cubano, es ex embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.

© El Nuevo Herald

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