Diario Las Américas. Edición de 18 de Enero, 2000.
A veces resulta irónico observar cómo actúan algunos grupos u organizaciones que dicen defender los derechos humanos en distintos países del mundo, que pueden ser organismos no gubernamentales (ONG) con reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), cuando se trata de analizar, enfrentar o condenar los desmanes y los crímenes comunistas. Y es irónico, porque cuando se trata de denunciar y condenar abusos o crímenes --si es el caso-- cometidos contra los comunistas son de una tenacidad inmensa, de una coordinación
global --para usar la palabra de moda-- con repercusiones sostenidas que no caducan. En un momento dado se revive un caso y aparecen organizaciones en cualquier país del mundo protestando, denunciando y condenando lo que no saben a ciencia cierta qué fue.
En el caso del General Augusto Pinochet, por ejemplo, se ve que hay muchos que en el mundo consideran que por la avanzada edad suya y por su complicado y delicado estado de salud, no debe ser llevado desde Londres a España para que se realice allí un juicio acusado de delitos
cometidos hace muchos años en Chile. En Chile mismo, partidos y organizaciones que no han sido simpatizadores de Pinochet y que no integraron ese 46% de la población que lo respaldó en el último plebiscito que determinó su salida del poder, han coincidido en opinar
que el caso de la salud y de la edad favorecen a Pinochet en estas circunstancias. No se trata de ser solidarios con él, ni cosa parecida. Es cuestión de índole humanitaria. Sin embargo, en Chile, un organismo que se supone que defiende los derechos humanos, en nombre de esos
sentimientos humanos, se opone con violencia y virulencia a que se le conceda a Pinochet el beneficio que emana de su avanzada edad y de su delicado estado de salud.
Muchas personas y grupos políticos y sociales del mundo ven con desconfianza algunos movimientos que invocan como misión los "derechos humanos" , porque ven todas esas incongruencias que lo menos que pueden estimular es falta de fe en la sinceridad ideológica y
moral de los que se aferran, calculadamente, a la bandera de los derechos humanos para combatir a todos los que luchan o han luchado contra los comunistas.
Desde luego, la credencial de lucha contra el comunismo no autoriza crímenes ni vejaciones contra la dignidad humana. Contra los comunistas agresivos y violentos sí debe haber lucha vigorosa, porque no es lo mismo un comunista que tiene esas convicciones y las explica o las predica
que el que a la sombra de ellas mata gente y determina violencia en terribles proyecciones en los países donde el comunismo influye. |