Por Ariel Remos. Diario Las Américas. Edición del 17 de Enero, 2000
Escuchaba el otro día en el programa radial "Tribuna Democrática", que se transmite por Radio Mambí y dirige nuestro dilecto Carlos Pérez, al ex-fiscal federal del Sur de la Florida Kendall Coffey. Exponía las razones de hecho y de derecho que existen
para iniciar una causa criminal contra el tirano Castro, como responsable del derribo el 24 de febrero de 1996, de las dos avionetas de Hermanos al Rescate (HAR), en que murieron tres ciudadanos y un residente estadounidenses.
Sobra encarecer lo relevante de cualquier opinión jurídica de un abogado y ex-fiscal de la categoría de Coffey, por su dominio absoluto de la ley y procedimiento criminales. La perpetración de ese asesinato en la forma en que ocurrió, y el hecho de que no se le
haya exigido la responsabilidad que le corresponde al gobierno de Castro, es lamentablemente la expresión de una política inveterada que muy bien puede ser calificada de protectora del tirano.
En su interesantísima comparecencia, Coffey indicó que existían evidencias suficientes, tanto directa como circunstanciales, para iniciar una causa criminal a Castro. La evidencia directa constituida por su admisión al "asumir públicamente la
responsabilidad de la decisión de destruir las avionetas desarmadas y asesinar a sus ocupantes". ("Una confesión en muchos casos es todo lo que necesitamos para demostrar la culpabilidad del acusado").
Las evidencias circunstanciales, son "en primer lugar la estructura del régimen cubano, que requiere que decisiones tan importantes como esa, sean aprobadas personalmente por Fidel Castro"). Y, en segundo lugar, la de premeditación del derribo, ya que los pilotos cubanos
hicieron caso omiso a la obligación en que están de hacer ciertas señales y advertencias antes de iniciar una acción letal; con el agravante de que las avionetas civiles derribadas estaban en el espacio aéreo internacional --extremo comprobado por la Organización
de Aeronáutica Civil Internacional, de la ONU-- y no llevaban, según palabras textuales de Coffey, ni un tiraflechas. No existía, por tanto, peligro contra la seguridad de Cuba, ni contra los aviones y sus pilotos militares, provistos de "misiles de aire y bombas muy
poderosas".
Ya oportunamente el presidente de HAR, José Basulto, sostuvo ante distintas instancias, de acuerdo con la documentación que obra en su poder, que fue un asesinato premeditado, que el crimen permanece impune y sin resolver, como corresponde a las autoridades estadounidenses por
tratarse de tres ciudadanos y un residente estadounidenses, y que un ocultamiento de la verdad es lo que impide que se haga justicia y se encause criminalmente a los asesinos y demás responsables del crimen.
Pero, ¿qué ha pasado? Lo de siempre. El dictador comunista Fidel Castro tiene una patente de corso para hacer y deshacer a capricho suyo, y a ciencia y paciencia del mundo libre, en especial de EE.UU., impávido tantas veces ante sus desmanes y amenazas a la propia seguridad
nacional de este país, con tal de no enfrentarlo como requieren las circunstancias.
El derribo de las avionetas de HAR, es un casus belli , como lo es la participación de Cuba en el tráfico de drogas (único gobierno del continente en entredicho). Pero hay que convencerse que no ha existido ni existe la voluntad de tratar al tirano como a cualquier otro
delincuente internacional. Lo que se hace siempre con sus crímenes y agresiones intolerables, es dejarle la puerta de salida bien abierta, como ahora con el nuevo "show" que ha armado con la suerte del niño Elián.
Creo que no debe demorar la campaña para enjuiciar a ese rufián por el asesinato de los cuatro miembros de HAR, que murieron desintegrados por sus cohetes. No debe dejársele robar la iniciativa, como siempre, para que queden en la sombra sus más comprometidas
desfachateces. |