CUBANET... INTERNACIONAL

Enero 10, 2000



Noticias de Cuba

El Nuevo Herald

Publicado el lunes, 10 de enero de 2000 en El Nuevo Herald


Los trabajadores esclavos de Castro en Checoslovaquia (I Parte)

Damarys Ocaña, The Miami Herald

Morel es un cubano de 44 años que vive en Miami desde 1994. Es diseñador gráfico y activo miembro de un grupo anticastrista. Pero no llegó a Miami directamente desde Cuba. Su travesía ha sido larga y peculiar.

Esa travesía lo llevó primero a Checoslovaquia. Allí fue víctima, e historiador extraoficial, de uno de los más importantes y menos conocidos programas de Fidel Castro, desarrollado desarrollado entre 1978 y 1991 para conseguir dinero fácil y aumentar su influencia. Ese programa mandó 80,000 jóvenes cubanos a la Europa del Este para trabajar por salarios de miseria. Los países anfitriones recibían mano de obra barata, no calificada, para hacer los trabajos que los nativos rechazaban. Pero el que recibía el dinero era Fidel Castro.

Morel regresó allí recientemente, por primera vez desde hace nueve años. Ahora es la República Checa.

Tras salir de Checoslovaquia en 1990, desertó a Canadá durante una escala en el viaje de regreso a Cuba. Tres años después, pudo llegar a Miami.

``Cuando pienso en todo lo que me ha pasado, todavía me parece mentira'', aseguró.

Morel nació en Lawton, un barrio de La Habana. Como muchos jóvenes cubanos, soñaba con una vida fuera del ambiente represivo de la isla. A los 31 años, consiguió su oportunidad cuando una colega le pidió que la acompañara para inscribirse en un programa de trabajo en el exterior.

Los funcionarios le vendieron el programa a los jóvenes cubanos como una forma de ganar dinero y, al mismo tiempo, obtener experiencia técnica. En realidad, el programa estaba dirigido a aliviar las tensiones provocadas por el desempleo y a conseguir fondos para las actividades comunistas en Cuba y en el exterior.

Les prometieron cursos de idiomas, ropa y alojamiento confortable. Funcionarios de las embajadas y jefes de grupo de Cubatécnica, el organismo estatal que coordinaba el programa, ofrecerían apoyo y orientación. Según sus contratos, 60 por ciento de sus salarios sería depositado en cuentas bancarias hasta su regreso a Cuba.

Morel llenó su solicitud pero, en secreto, tenía su propio plan.

``Nunca iba a llegar a Checoslovaquia'', declaró. ``Pensaba que cuando [el avión] llegara a Montreal en una escala para reabastecerse de combustible, iba a bajarme del avión y desertar''.

Pensaba que llegar a Miami, donde vivía su madrina, sería rápido. El 12 de marzo de 1986, Morel y sus compañeros abordaron el avión. Voló 14 horas sin parar y aterrizó en la República Socialista de Checoslovaquia.

Las primeras palabras de Morel cuando se abrió la puerta fueron: ``¿Que c... estoy haciendo aquí?''

Ahora, su objetivo es escribir un libro sobre las experiencias de esos trabajadores cubanos.

Según Morel, otras personas y numerosos documentos, los trabajadores cubanos fueron explotados desde el principio. En el aeropuerto, los 30 obreros del grupo de Morel fueron llevados en autobús a Votice, una aldea en las afueras de Praga. Allí les dieron ropa nueva, boletos para comer y un estipendio para sus primeros tres meses allí.

En una pequeña casa de huéspedes, el grupo de Morel fue alojado a razón de cuatro personas por vivienda. Los locales constaban de una salita y un cuarto. En otros colectivos dispersos por todo el país, vivían hasta siete personas en las unidades grandes. Es decir, las que tenían dos cuartos.

Al principio, la mayoría de los cubanos no trabajaba y se dedicaba a estudiar checo ocho horas diarias.

A los tres meses, todo el mundo empezó a trabajar. ``Las esperanzas se desvanecieron a los pocos días'', comentó Israel Cabrera, un antiguo jefe de grupo y secretario del Partido Comunista en Praga, que desertó posteriormente.

Al grupo de Morel lo mudaron para Tynec-nad-Sazavou, donde fueron asignados a la fábrica de motocicletas Java. Sus obligaciones --como la de los otros cubanos que trabajaban en las fábricas de camiones, zapatos, destilerías, papeleras y textileras, así como obras de construcción-- estaban muy lejos del ``entrenamiento técnico'' que les habían prometido. El grupo de Morel cargaba cajas de piezas de motocicleta. A mano.

Morel recordó que cuando les pagaron por primera vez, la realidad los golpeó. Y duro.

Además del esperado 60 por ciento de deducción, también había deducciones por la ropa, la comida y el albergue de los primeros tres meses de estancia.

Luego vinieron más deducciones, ``donaciones'' a causas comunistas. Según Cabrera, se mandó dinero a las tropas cubanas, a un grupo revolucionario chileno en 1988 y para la reconstrucción del teatro Lázaro Peña en La Habana en 1989.

Del promedio de 3,750 coronas mensuales que se suponía que iban a ganar en tiempos de Morel, les venían a quedar unas 1,200. Alrededor de $40. Con eso tenían que comer, vestirse, pagar el alquiler y tratar de mandar algo a la casa. Los turnos de 12 a 16 horas eran habituales.

Ellos no sabían que Checoslovaquia le había pagado a Cuba unas 250 coronas por cada trabajador enviado.

``Mi primera reacción fue tratar de escapar pero uno oía los rumores de ``a fulano lo agarraron en la frontera'', contó Morel. ``Así que todo se volvía esperar''.

Los obreros, desesperados por comer otra cosa que no fuera arroz saborizado con un vetusto polvo de cebolla, aprendieron a cazar gatos y a robar frutas o maíz en las granjas cercanas. Registraban los latones de basura y aprendieron a comprar en los ``pulgueros''. Allí se podía comprar la carne muy barata. No era extraño. Estaba medio podrida.

Los cubanos en Checoslovaquia fueron víctimas de abusos (II Parte)

Damarys Ocaña, The Miami Herald

``Eran prácticamente siervos bajo contrato'', dice Michael Luhan, del grupo checo pro derechos humanos Personas Necesitadas (People in Need).

Muchos trabajadores se negaron a quedarse, sin importarles las consecuencias. Cuando sus airados supervisores les revocaron los contratos y los mandaron de nuevo a Cuba, allí les esperaban ``actos de repudio'', nombre que se le da a la hostigación personal organizada por el gobierno. Y se enteraron que estaban vacías las cuentas bancarias donde se suponía estuviera depositado el 60 por ciento de sus ganancias.

Otros dicen que se quedaron en Checoslovaquia porque al verse lejos de la vigilancia del gobierno cubano, podían olvidar temporalmente el poder que los controlaba, y porque sus familiares en Cuba contaban con la ayuda de ellos. Pero más que nada, se quedaron porque existían posibilidades de conseguir la libertad.

``¿Por qué nos quedamos?'' dice Morel. ¿Por qué arriesga la vida la gente tratando de cruzar el mar en una llanta para llegar a Miami, aún sabiendo que el mar está lleno de tiburones? Siempre está la esperanza, la posibilidad, de cruzar una frontera y ser libres''.

Morel y Fidel Zulueta, un obrero que vive en Praga y habló con él en su viaje reciente allá, recuerdan gran parte de los abusos cometidos por los funcionarios cubanos era sicológico.

``Recuerdo que yo usaba una gorra que tenía un emblema estadounidense'', dice Zulueta, que tiene 39 años. ``Cuando vieron eso, me vigilaban mucho, y le daban una importancia desproporcionada a todo lo relacionado conmigo. Nos intimidaban constantemente, y uno no podía decir una palabra''.

En las reuniones mensuales, amedrentaban a los obreros por cualquier cosa que ellos decidían era una falta, o por mantener contacto con amistades o familiares que vivían en ``el imperialista Estados Unidos''.

``Siempre mencionaban `el avioncito', el avión en el que podían devolvernos a Cuba'', recuerda Morel. ``Y siempre la política: `recuerden todo lo que la revolución ha hecho por ustedes' ''.

Las amenazas iban acompañadas de registros secretos de las habitaciones que con el tiempo se convirtieron en rutinarias. Abrían el correo personal de los trabajadores, y registraban las gavetas.

Zulueta, lo mismo que Morel y otros, se las arreglaron mudándose con mujeres checas que tenían casa y trabajo fijo. Con el tiempo, Zulueta se casó con una checa y se quedó allá.

Algunos de los trabajadores empezaron a beber. Otros se robaban piezas de las fábricas para venderlas en el mercado negro, o trabajaban secretamente en crematorios o limpiando las calles para ganar algo extra. Otros empezaron a prostituirse con hombres o mujeres a cambio de algún dinero o regalos.

``Había que hacer cualquier cosa para subsistir'', dice Zulueta.

En 1988, Morel, que había adquirido fluidez en checo, se convirtió en traductor de Israel Cabrera en Steti, al sur de Praga. Las condiciones y el sueldo eran mejores, además de que pudo ver cosas que otros trabajadores no veían.Llevó a algunos trabajadores a salas de emergencia cuando tenían accidentes por defectos de equipos y otras condiciones peligrosas.

En presencia suya, los funcionarios persuadían a los trabajadores de que no presentaran quejas.

También sirvió de traductor en la oficina de un ginecólogo. Si las mujeres estaban encintas, tenían dos opciones: un aborto o un viaje en avión.

Aprovechándose de un extraño fetichismo sexual, las mujeres se afeitaban el vello púbico para venderlo. Otras se veían obligadas a tener relaciones sexuales con funcionarios cubanos. A las mujeres que se negaban, las mandaban a casa por la más mínima excusa.

``Ellos siempre andaban a la caza'', dice Morel.

Cuando Cabrera no estaba, Morel hacía de supervisor interino. Ya no era un simple obrero ni parte del círculo de funcionarios cubanos; no tenía poder para ayudar a los obreros, y dudaba de que se podía confiar en Cabrera. Morel se sentía alienado, y empezó a beber.

``Durante meses viví como un animal'', dice él. ``No sabía quién era''.

Por fin, cambió la botella de vodka por una máquina de escribir y empezó a documentar los problemas de los trabajadores. Una de sus anécdotas es la de Lucía, una joven de Las Villas que perdió dos dedos en una maquinaria defectuosa, pero lloraba para que no la devolvieran a Cuba.

``A fuerza de voluntad, siguió desempeñando el mismo trabajo con sólo ocho dedos'' hasta que perdió otro más en la máquina. ``Esta vez nadie quería hacerse responsable. La devolvieron a Cuba con el corazón roto, y con tres dedos de menos. Tenía 22 años''.

Morel salió de Checoslovaquia el 13 de enero de 1990, luego de que la revolución de terciopelo de noviembre de 1989 había derrocado al gobierno comunista checo.

Cuba empezó a traer de nuevo a los obreros.

Cuando su avión se detuvo en Montreal, Morel se bajó y solicitó asilo. Tres años después, ya estaba en Miami.

El plan de visas no frena el éxodo

Peter Katel, El Nuevo Herald

Un programa conjunto de Estados Unidos y Cuba dirigido a contener el número de cubanos que trata de abandonar la isla está fracasando en su intento por detener la ola de personas desesperadas por huir del país.

Cuando se ofreció una posibilidad de ganar una visa para Estados Unidos mediante una lotería, hubo una participación verdaderamente masiva. Fueron tantos los participantes que algunos de los que perdieron, y quizás hasta algunos de los que ganaron -pero que no podían sacar sus permisos de salida- terminaron saliendo en botes para la Florida.

En la última lotería de menos de 20,000 visas, que se hizo en 1998, se inscribieron, asombrosamente, según fuentes norteamericanas, alrededor de 600,000 personas entre 18 y 55 años. Alrededor del 13 por ciento de la fuerza laboral de la isla.

``Hasta los militantes del partido solicitan visa a través de la lotería'', dijo un trabajador de la construcción de 31 años vecino de Nuevitas que fue uno de los primeros cubanos en llegar este año en bote al sur de la Florida. Tres de las cuatro personas en el bote, incluyéndolo a él, habían perdido en la lotería. Todos pidieron permanecer anónimos.

Funcionarios norteamericanos dijeron no ver posibilidades de aumentar el número de visas establecido por un acuerdo entre Estados Unidos y Cuba de 1994 tras el éxodo masivo de aquel año. Otros aspectos del programa, que no tiene contrapartida en ningún otro país del mundo, son menos claros, incluyendo la fecha de la próxima lotería, que tiene que tener la aprobación del gobierno cubano.

No hay desacuerdo en la inmensa diferencia entre la oferta y la demanda de visas. Los funcionarios norteamericanos reconocen en privado que el desequilibrio es una de las razones que llevan a los cubanos a tratar de entrar ilegalmente en Estados Unidos. Algunos piensan que la existencia de la lotería ayuda a que el número de refugiados no sea todavía mayor.

En cualquier caso, las salidas ilegales han subido meteóricamente en los cinco años que la lotería ha estado funcionando. Según la Guardia Costera, en el año fiscal comprendido entre el 1 de octubre de 1995 y el 30 de septiembre de 1996, 209 cubanos llegaron a tierra y pudieron permanecer en Estados Unidos. En el año fiscal de 1999, ese número se multiplicó llegando a 2,254. En 1995, la Guardia Costera interceptó 626 cubanos en el mar, el año pasado la cifra de capturados ascendió a 1,343. La gran mayoría fue devuelta a Cuba.

Sin embargo, por ahora, al menos, hay más cubanos entrando en Estados Unidos con las visas de la lotería. En 1995, Estados Unidos emitió 5,270 visas a través de la lotería. El resto de las 20,000 visas autorizadas se utilizaron par los refugiados del éxodo de 1994 que estaban en la Base Naval de Guantánamo. El año pasado, se concedieron 16,097 visas mediante la lotería. Las restantes fueron a los cubanos que califiquen para categorías de visas especiales.

Irónicamente, las posibilidades de perder en la lotería aumentaron con su popularidad. Una mujer de Union City, Nueva Jersey, que ganó una visa en abril de 1995 y vino a Estados Unidos el 9 de julio del mismo año, dijo que relativamente pocos cubanos se inscribieron en esa primera lotería.``La gente desconfiaba'', dijo.

Un funcionario norteamericano estuvo de acuerdo diciendo que, al inicio de la lotería ,los cubanos trataban de entregar personalmente sus solicitudes a empleados norteamericanos en la sección de intereses de Estados Unidos. Para la tercera lotería, los cubanos ya tenían confianza en que no sufrirían represalias si mandaban sus solicitudes por correo. El resultado fue la verdadera avalancha de pedidos de inscripción.

¿Cómo se han podido conceder visas por una lotería anual si sólo ha habido tres loterías? Muy sencillo. Usando las mismas solicitudes en dos loterías.

El gobierno cubano alega que Estados Uidos pudiera aumentar el número de visas disponibles por lotería, señalando el acuerdo de 1994 que establecía 20,000 visas como cifra ``mínima''. Los funcionarios norteamericanos responden que eso simplemente permite un leve incremento y no una gran expansión.

La lotería está dirigida a cubanos relativamente bien educados, los que han terminado, por lo menos, el equivalente de una secundaria y que pueden probar que no van vivir a costa de los contribuyentes norteamericanos. Pero los funcionarios estadounidenses no dieron cifras de cuántos ganadores de la lotería no satisfacen esos requisitos.

Otra complicación es que Cuba, según fuentes tanto cubanas como norteamericanas, no concede automáticamente permiso de salida a los ganadores de la lotería de visas. Los médicos tienen que pasar, por lo menos, cinco años en Cuba después de graduarse, y la regla se aplicaría también a otros profesionales y personal altamente calificado. Los funcionarios norteamericanos dijeron no saber el número de cubanos ganadores en la lotería a quienes se les impidió la salida del país.

El obrero de la construcción de 31 años dijo haber llegado en bote a las Bahamas el año pasado junto con un médico que había ganado una visa en la lotería pero al que no se le permitía salir de Cuba. El médico pudo conseguir un viaje a Estados Unidos mostrándole su visa a unos pescadores. Al trabajador de la construcción lo interceptó la Guardia Costera cerca de Hollywood y fue devuelto a Cuba.

En otro fallido intento anterior en 1997 pasó cuatro meses en una cárcel de Bahamas antes de ser deportado a Cuba. Cuando se le preguntó si había considerado dedicar su energía y persistencia a actividades oposicionistas en la isla, respondió: ``Yo no quiero ser héroe. A los héroes los meten presos y nuncan ven el sol''.

Copyright 2000 El Nuevo Herald

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