Ileana Oroza. Publicado el miércoles, 27 de
diciembre de 2000 en El Nuevo Herald
Ahora que se aproxima su inauguración, aquí va una carta para
el presidente electo:
Estimado señor Bush:
En las cuestiones relativas a Cuba, compartimos ciertos conocimientos básicos:
el gobierno cubano es corrupto y represivo. Y peor aún, incompetente.
Dadas esas opiniones en común, tal vez usted pueda considerar ciertas
ideas que difieren de las suyas en cuanto a lo que debe ser la política
de EU hacia la isla.
Leí en el periódico que sus asesores aconsejan una línea
más dura: una disminución de intercambios culturales y de
contactos personales; limitar los permisos especiales para viajar allá;
imponer restricciones más severas a los empresarios estadounidenses
interesados en explorar opciones en Cuba. ¿Para qué serviría
todo eso?
Acabo de pasarme una semana en La Habana. No voy a hablar de la miseria ni
del miedo. Usted ha visto fotos, ha escuchado relatos. Es exactamente así
de malo.
Voy a hablar del aislamiento que sienten los cubanos, de su soledad. Durante
siete días anduve por las calles en ruinas de La Habana, hablé con
vendedores ambulantes y empleados de tiendas, con niños y ancianas. Por
supuesto que todos quieren dólares para suplir sus necesidades básicas,
como una pastilla de jabón o un litro de leche. Pero el hecho es que la
economía cubana está mejorando aunque muy, muy lentamente. Hay más
automóviles en las calles ahora que incluso hace 10 meses; más
construcción; las calles de La Habana Vieja están atestadas de
turistas europeos. Lo cierto es que los cambios se perciben en el aire, y es
triste que nosotros no estemos influyendo al respecto, pero eso lo diré
en otra columna.
Ahora que se aproxima su inauguración, aquí va una carta para
el presidente electo
Lo que aparentemente quieren más aún aquellos con quienes hablé
es más contacto humano con sus familiares en el extranjero y con sus
vecinos cercanos. Quieren enterarse de cómo es la vida en el exterior y
si es cierto lo que la televisión cubana dice de su acceso a la
presidencia (no quiera saberlo usted). Si de nuevo habrá llamadas telefónicas
entre Cuba y EU. De cómo es Miami y qué pensamos nosotros de
ellos. O si pensamos en ellos.
Cuba es una isla con 11 millones de náufragos, y es triste que los
estemos abandonando.
¿A quién vamos a castigar si apretamos las tuercas? ¿Cuál
es la meta? No soy experta en revoluciones, pero no me puedo imaginar que un
embargo más estricto vaya a dar lugar a insurrecciones internas espontáneas.
No con el aparato de seguridad que se ha establecido allí, y toda esa
gente armada de uniformes grises patrullando cada rincón. Uno de ellos
incluso detuvo al ``taxi'' en que íbamos, que en realidad era una
motocicleta halando un artefacto de tres asientos con un toldo, para
registrarnos. No me puedo imaginar qué daño podía pensar
aquel individuo que íbamos a hacer en La Habana Vieja dos mujeres y una
criatura de 6 años. (Quede claro que andábamos por los
agromercados en infructuosa busca de pulpa de tamarindo para traerle a mi tía
Rosa en Miami; de este lado del mar hay ciertos anhelos también.)
Con esas condiciones, una rebelión manifiesta exigiría un
nivel de coraje que no estoy segura de poseer, más coraje del que tenemos
derecho a esperar de nadie sentaditos aquí, plácidamente, en
Miami.
Me enferma pensar que algo que nosotros hagamos en EU pueda fortalecer al
gobierno de Fidel Castro. Pero más me enferma pensar que podamos dejar
solos a los cubanos de la isla con sus escasos recursos, en espera de una mano
que no se les extiende nunca.
Los cubanos necesitan amistades, visitas, aliados. No necesitan disciplina.
Tal vez publicar esta columna arruine mis posibilidades de conseguir visa
otra vez para viajar allá. Yo soy la que pierdo, pero eso valdría
la pena si puedo hacer a algunos cambiar de idea con respecto a la política
apropiada hacia Cuba.
Antes pensaba que el régimen cubano habría cambiar durante mi
vida, pero ya tengo 50 años y mi familia no es longeva. En cambio, los
Castro parecen ser de cepa más duradera. Las leyes de la naturaleza no
siempre nos favorecen.
Entretanto, hay 11 millones de cubanos que esperan. Las distancias entre
nosotros se ensanchan, y una magnífica ciudad, la majestuosa Habana, se
desmorona.
Profesora de periodismo en la facultad de comunicaciones de la Universidad
de Miami.
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