Oscar Peña. Publicado el martes, 26 de diciembre de
2000 en El Nuevo Herald
En octubre de 1976, con el brutal crimen del avión civil de Cubana de
Aviación en Barbados, los "enemigos'' de Fidel Castro recargaron las
descargadas baterías del sentimiento nacional cuando más de un
millón de cubanos se concentraron espontáneamente en La Habana
para condenar aquel infame crimen. En el resto del país sucedió lo
mismo. Simpatizantes y no simpatizantes del gobierno rechazaron con indignación
aquella horrorosa masacre.
Iguales servicios ya le habían prestado a Fidel Castro sus "enemigos''
con el atroz asesinato de los jóvenes maestros alfabetizadores Conrado
Benítez y Manuel Ascunce, excitando la cólera nacional y el
desprecio de todo el pueblo contra aquellos crímenes. Indignación
popular también produjo el tiroteo nocturno que desde lanchas hicieron a
la población civil del pueblo de Sama en Oriente, donde hirieron
gravemente a niños, mujeres y ancianos. También reacción
nacional de reproche motivó el cobarde secuestro en alta mar de unos
humildes pescadores. Lo anterior sólo a modo de ejemplo. ¿Quién
podía apoyar o sumarse a quien hacía esas barbaridades?
Lo cierto es que si Fidel Castro planificara acciones que le generaran
identificación con la ciudadanía cubana, él no las podría
hacer mejor que las que hicieron y hacen sus "enemigos''. Todo lo anterior
también es parte de las respuestas a la interrogante de por qué ha
durado tanto el régimen de Fidel Castro. No sólo ha sido por el
totalitarismo impuesto. Sus enemigos también lo ayudaron y lo ayudan.
Ahora tenemos en Panamá la preparación y tentativa de atentado
a Fidel Castro. Razonemos. El asesinato, el terrorismo, no se justifica ni en la
derecha ni en la izquierda, ni en el totalitarismo ni en la democracia. Es
siempre crimen. Matando a Fidel Castro sus enemigos también mataban lo
que representa, provocando una de las mayores reacciones mundiales de condena y
repudio hacia ellos, y sobre todo --la más importante-- la del propio
pueblo cubano, que efectivamente desea cambios serios en la sociedad cubana,
pero no matando hombres, sino pugnando cívica y gradualmente contra los
mecanismos, métodos e ideas que lo refrenan. El asesinato de Fidel Castro
hubiera agravado la trágica circunstancia nacional. La situación
de Cuba no es tan simple.
Los métodos infames no hieren al régimen cubano, hieren el
honor del que lo ejecuta
Además, matar físicamente a Fidel Castro para tratar de
vencerlo es darle el triunfo eterno. Es reconocer que no hubo por sus enemigos
luces, imaginación, conceptos y proyectos cívicos atractivos y
nuevas ideas para ganarse a la población. El combate de las ideas es el más
difícil y largo, pero el más honroso. Los métodos infames
no hieren al régimen cubano, hieren el honor del que lo ejecuta, el de
sus autores intelectuales, defensores y simpatizantes.
Creo que nunca en la nación cubana ha sido tan necesaria una reflexión
nacional seria por todas sus partes como la que se requiere hoy. Sin duda, los
cubanos han sido en todos los tiempos y lugares grandes triunfadores económicos.
Sin embargo, en política seguimos repitiendo la asignatura sin aprobación.
Con la huida de Machado y la revolución del 33 no se resolvieron los
problemas políticos de Cuba. Con la huida de Batista y la revolución
del 59 tampoco se resolvieron esos problemas. Y con la muerte natural o
provocada de Fidel Castro tampoco se resolverán esos problemas. Son más
graves que el papel de un hombre. El problema lo llevamos cada uno de los
cubanos dentro. Son de cultura política y de independencia mental. Ellos
no se pusieron solos y sin caldo de cultivo.
Fidel Castro con sus errores y aciertos pasará, pero quién
puede asegurar hoy un destino decoroso, democrático y con equidad para
Cuba, si los cubanos hemos demostrado que somos pésimos en el gobierno y
pésimos en la oposición.
Señalo el mal para buscar la cura. Acepto el reto y pongo mi hombro,
pero hace falta el de todos los cubanos de allá y de aquí para
aprobar esa asignatura.
Licenciado en ciencias políticas e historia.
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