LA HABANA. Enrique Serbeto enviado especial.
ABC. España, martes 19 de diciembre de
2000
Son pocos pero ya nadie los oculta. Árboles y belenes ya no extrañan
en Cuba, donde desde la visita del Papa la Navidad dejó de estar
proscrita. Los habaneros preparan el fin de milenio arreglándose en la
nueva situación creada por la legalización del dólar. No es
fácil sobrevivir en esta transición hacia no se sabe dónde,
soñando en dólares pero despertando en pesos.
En menos de cinco años, la introducción del dólar y la
masificación del turismo han transformado la sociedad. La actividad económica
más o menos «irregular» o controlada sólo de lejos desde
el Estado prolifera como hongos, mientras que la población abandona en
cuanto puede el sector público oficial, incluyendo los «florones»
de la educación y la sanidad.
Un profesor universitario que se dedica a formar trabajadores para la
hostelería y el turismo, que pidió no ser mencionado, hablaba de
sus dudas: «Yo estoy ganando en pesos cubanos el equivalente a 90 dólares
(18.000 pesetas) al mes, que en Cuba es ya un gran sueldo, pero cualquiera de
mis alumnos se gana tranquilamente diez dólares al día ¿usted
qué haría?».
El dilema es el mismo para muchos de los cuadros y estudiantes que aspiran a
la menor posibilidad de encontrar un trabajo en el sector relacionado con el
turismo. «Con mi sueldo me llega para aceite, arroz y pasta de dientes, y más
nada» comentaba una maestra que tiene que ir de casa al trabajo confiando
siempre que algún conductor le dé «botella» y le lleve.
Hasta ahora, el régimen se negaba a hablar de «estímulos
económicos» en nombre del igualitarismo e intentaba incentivar a los
cuadros con tarjetas especiales para comprar en las tiendas en divisas o con la
instalación preferente del teléfono en casa. Pero en los últimos
días, el Congreso de Economistas ha entrado a estudiar abiertamente la
posibilidad de que se aumente el número de empresas estatales donde el
salario esté en función de la importancia y rentabilidad del
trabajo.
PROFESIONALES EN TAXIS PIRATAS
Pero mientras tanto, ingenieros, médicos, expertos de toda clase se
han lanzado a la aventura de los taxis «piratas» ofreciendo sus
servicios disimuladamente en los alrededores de los hoteles incluso bajo el
riesgo de una multa de mil pesos y la confiscación del coche por tres
meses.
El Gobierno no les persigue tanto por mejorar la calidad de los servicios
turísticos sino porque no percibe nada de este negocio. En estos tiempos,
la voracidad recaudadora del Estado cubano parece haberse convertido en una
obsesión.
De las aceras salen «concesiones» a aparcacoches que pagan al
Ayuntamiento 200 pesos al mes, es decir, un sueldo medio del sector oficial,
solamente a cambio del derecho a quedarse con las propinas de los turistas.
También le pagan al Estado los 200 pesos al mes los dueños de los
sorprendentes ciclotaxis chinos que recorren el Malecón cargados con
pasajeros para suplir la inexistencia de transporte público, o cantidades
mayores los que ponen un puesto de artesanía en La Habana Vieja. Hasta la
electricidad, gratis prácticamente desde la revolución, se paga
ahora. «A veces me llegan facturas de treinta pesos (un dólar y
medio) por la luz, a mí que tengo una pensión de setenta pesos
(unos tres dólares)», contaba una anciana del barrio de El Vedado.
EL «PRAGMATISMO» DE CASTRO
Fidel Castro prefiere decir que esto es «una apertura económica,
no una reforma económica». En una reciente entrevista a la televisión
rusa justificó estas medidas diciendo que habían elegido el
pragmatismo a pesar de que «algunas cosas fueron muy duras para nosotros:
tiendas en divisas, autorizar la circulación del dólar o los envíos
de remesas eran cosas que a mucha gente ni se les pasaba por la cabeza»,
pero que «en ese momento decidimos que nuestra tarea era preservar la
revolución, la independencia y las conquistas del socialismo» aun a
riesgo de introducir desigualdades tan flagrantes en la sociedad.
En La Habana se ven ya coches de lujo con matricula privada, que se dice que
son de deportistas y artistas, pero de quienes se asegura que «no saben que
hacer con tanto dinero qué tienen» es de los «guajiros»
(campesinos), que nutren los florecientes mercados libres. Aunque como decía
un peluquero que se ha montado ya un negocio privado, «el día que (a
las autoridades) les dé la gana o que ya no les haga falta, volverán
a prohibir el dólar».
EL PETRÓLEO
Además de las divisas que le llegan del exilio y del turismo, Castro
cuenta con la ayuda energética de Venezuela (la semana pasada llegó
la segunda remesa de enfermos que son atendidos en el marco de un acuerdo de
cooperación entre los dos países) y da la impresión de que
tiene planes de hacer de Cuba un país autónomo en el campo energético,
al menos en el campo de los hidrocarburos. Al presidente ruso, Vladimir Putin,
Castro le dijo que no le interesa seguir con la construcción de la
central nuclear de Juraguá porque no pueden pagar los setecientos
millones de dólares que hacen falta para empezar a producir. Sin embargo,
para el año próximo tiene planes de seguir aumentando la producción
propia de petróleo y llegar a 4 millones de toneladas. Cuba sigue en el «periodo
especial en tiempos de paz» que inició cuando desapareció la
Unión Soviética y fue entonces dijo Castro «como
si el sol no amaneciera».
En la entrevista a la tv rusa, el periodista le preguntó por la
posteridad, a lo que éste le respondió: «¿Por qué
se preocupa tanto por la gloria si sabemos que algún día hasta el
sol se apagará? La gloria es muy fugaz, y dura cada vez menos tiempo».
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