Irving Louis Horowitz. Publicado el lunes, 11 de diciembre
de 2000 en El Nuevo Herald
Cuando una de las instituciones más venerables e influyentes de la
política exterior de Estados Unidos, el Consejo de Relaciones Exteriores
de Nueva York, propone sostener indefinidamente a uno de los últimos regímenes
totalitarios del mundo, la Cuba de Fidel Castro, hay que sentirse alarmado ante
la dirección de la estrategia norteamericana.
Más aún cuando esas proposiciones vienen bajo la égida
de un equipo bipartidista encabezado por William Rogers, secretario de Estado
adjunto para Asuntos Interamericanos (1969-1973) bajo Richard Nixon; y Bernard
Aronson, secretario de Estado adjunto (1989-1993) bajo George Bush.
Como miembro del Consejo desde hace más de 30 años y como
estudiante del comunismo cubano durante más de 40, tengo un interés
personal en el nuevo informe de Aronson-Rogers, Las relaciones Cuba-Estados
Unidos en el siglo XXI.
Sus conclusiones son preocupantes. Para poner fin a décadas de
hostilidad entre Estados Unidos y Cuba, el Consejo ofrece una solución fácil:
darle a Castro todo lo que quiere. La suposición es que si Estados Unidos
ofrece "información, nuevas ideas y perspectivas frescas'', el régimen
de Castro va a sustituir su implacable hostilidad hacia Estados Unidos por otra
cosa. Y que también va a sustituir su sistema de estado policial por algo
más benigno aunque no especificado por Aronson-Rogers.
Uno no sabe qué es más temerario: si suponer que un cambio
unilateral en política exterior va a tener un efecto automático en
una de las dictaduras más intransigentes del siglo, o la idea de que
Castro está interesado en medidas que reducirían la hostilidad
entre Washington y La Habana, una hostilidad que le ha sido tan sumamente útil.
¿Cuándo en la historia se ha visto que si se le brinda ayuda a
un dictador éste vaya a hacer otra cosa que aprovecharla y pedir más?
Aronson, Rogers y compañía proponen "cestas'' de deseos
que niegan, cada una de ellas, cómo opera el régimen de Castro y
cuáles son sus objetivos.
La cesta relacionada con la reunificación familiar y la migración
plantea que los cubanoamericanos puedan visitar Cuba, pero no que los cubanos
puedan visitar libremente Estados Unidos. Defienden que se eleve el tope de los
envíos a lo parientes de los ciudadanos norteamericanos, pero no
proporciona ninguna salvaguarda de que esos fondos vayan a terminar en las manos
de los cubanos sencillos o escapar de su confiscación (mediante
impuestos) por parte de Castro.
Lo que nunca se plantea correctamente, o simplemente no se plantea, es cómo
debiera Estados Unidos tratar con Castro
Al operar bajo la suposición de que el libre flujo de las ideas tendrá
resultados contagiosos, la segunda cesta supone que se podrán aumentar
libremente los viajes y las comunicaciones. Pero la experiencia demuestra que el
sistema de Castro consiste en aprovechar al máximo los visitantes
extranjeros y reprimir la capacidad de viajar y recibir (o brindar) información
de los cubanos.
En la cesta de los asuntos de seguridad, Aronson-Rogers entran en un franco
surrealismo. Basado en la suposición --fantasía es la palabra
correcta-- de que el régimen de Castro pudiera entregar algún día
el control de sus fuerzas armadas, plantea la integración de las mismas
en algún tipo de dispositivo regional de seguridad.
Plantear como una proposición seria la participación de Cuba
es una fuerza regional de seguridad es un ejemplo de ceguera voluntaria.
Lo que nunca se plantea correctamente, o simplemente no se plantea, es cómo
debiera Estados Unidos tratar con Castro. Cualesquiera que sean las fuentes de
la política del dictador cubano, el hecho es que siempre ha planteado una
posición política unilateral.
No hay nada que negociar si se suspenden las sanciones comerciales
norteamericanas y se levanta el embargo; no hay ningún quid pro quo.
Al aceptar esta premisa sin discusión, Aronson-Rogers pueden pensar
que han encontrado una fórmula para una reducción de las tensiones
a corto plazo entre Washington y La Habana, y dentro de la región. Pero
lo que no han encontrado es una fórmula que defienda los intereses a
largo plazo de Estados Unidos, y mucho menos los intereses del pueblo cubano.
Al mejorar sus relaciones con la dictadura de Castro, el enfoque del Consejo
empeoraría la situación de la nación cubana.
Irving Louis Horowitz, profesor emérito Hannah Arendt de la
Universidad de Rutgers, es coeditor de Cuban Communism.
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