Belkis Cuza Male. Publicado el viernes, 8 de diciembre de
2000 en El Nuevo Herald
Cuando en 1988, Linden Lane Press publicó Los atrevidos. Cuban
American Writers, la sorpresa fue por partida doble: de pronto, había
toda una generación de escritores que usaban el inglés para
``hablar en cubano''; la primera antología que agrupó a los
escritores nacidos o criados en el exilio. Y en segundo lugar, esta antología
de Carolina Hospital, seleccionada, prologada y anotada por la joven
cubanoamericana, no sólo se agotó pronto, sino que doce años
después aún continúa siendo objeto de estudio y no se han
interrumpido los pedidos, una obra que no sólo se distingue por su
originalidad, sino por la importancia de su contenido.
Desde entonces acá, Carolina Hospital no ha dejado de estar activa,
de escribir y escribir: poesía, ensayos, y no hace mucho, de recopilar y
anotar la presencia y obra en la Florida desde el siglo XIX de los poetas
cubanos, antología que publicó Pineapple Press hace un par de años.
Si conociesen a esta joven mujer, profesora también del Miami-Dade
Community College, verían que no me equivoco. Carolina no le teme a los
obstáculos porque sabe que ``Dios es su pastor''. Ella y Carlos Medina,
su esposo desde hace 25 años, forman una pareja excepcional. Para esta
empresa común se hacen llamar C. C. Medina, el nombre con que firman su
primera novela, A Little Love, publicada en julio por Warner-Times, y convertida
también ahora en un guión de cine, que veremos pronto en la
pantalla.
Pero la sorpresa mayor ha sido Carlos, maestro, convertido en excelente
narrador, quien habla con mucho entusiasmo de esa segunda novela que él y
Carolina han comenzado a escribir. Como gemelos que son en lo intelectual y en
la vida real, Carolina y Carlos (es decir, C. C. Medina) viajaron este fin de
semana a la ciudad tejana de Fort Worth para compartir aquí en La Casa
Azul sus experiencias literarias ante un público formado en su mayoría
por cubanos recién llegados de la isla y amigos latinoamericanos. Tan
acogedor resultó el conversatorio, que nadie se quejó del frío,
ni de la falta de calefacción, a pesar de los cuarenta grados que marcaba
el termómetro. Presidía la magia, por así decirlo, de esta
noche diferente, en la que también inaugurábamos el nuevo local de
La Casa Azul, que aspira a convertirse en un gran centro de información
de la cultura cubana. Por el momento, falta todo aquí, menos iniciativa y
titánicos esfuerzos por echar a andar lo que ya es una incipiente
realidad. Para esa noche inaugural, en que ocupamos los asientos disponibles, y
otros, el suelo, la presencia de los C. C. Medina borró de golpe y
porrazo las diferencias generacionales o de idioma: A Little Love, escrita en
inglés, y que cuenta la vida de cuatro mujeres amigas que viven y
trabajan en Miami (una chicana, una dominicana y dos cubanas de generaciones muy
disímiles), interesó por igual a todos los presentes, cubanos,
mexicanos, chicanos y peruanos. Al día siguiente también acudieron
a la charla y firma de libros de la pareja, que en cooperación con La
Casa Azul, efectuaron en la librería Borders de la ciudad. Sin duda, la
visita de C. C. Medina a Fort Worth ha servido a unos y otros para tocar un
punto que muchos consideran de suma importancia en el futuro de la isla: el
exilio entendido como diferencia cultural. ¿Existe un lenguaje afín
entre la generación de los cubanoamericanos y los que viven en la isla o
recién llegan al exilio? ¿Se puede escribir una novela en inglés
y llegar a aquéllos que no dominan el idioma? Sí, porque hay hilos
comunes. A Little Love da respuesta a muchas inquietudes; del mismo modo que, en
su época, la serie televisiva ¿Qué pasa USA?, escrita por el
cubano Luis Santeiro, llenó un enorme vacío de comunicación.
La mejor prueba de que no hay que temer de que los habitantes de la isla
--una vez libres del dominio comunista-- se entenderán con los nacidos en
EU o con los que han vivido parte de su vida aquí, es esa voluntad de no
dejar de ser cubanos que caracteriza a la mayoría del exilio. Nicole y
Sonora, las hijas de C. C. Medina, por ejemplo, serán tan cubanas como un
habanero que no haya salido del país. Porque lo cubano es esa energía
poderosa que une más allá de toda otra consideración, del
mismo modo que la raíz está unida al tronco. Así pudieron
comprobarlo Carolina y Carlos Medina cuando los doctores González,
llegados de Cuba hace apenas 11 meses, nos invitaron a su apartamento y Nilda
cocinó y trabajó hasta el cansancio para celebrar la presencia de
una pareja de cubanoamericanos que aman tanto a la isla como ellos mismos, y a
los que recibieron en Fort Worth, no con un poquito, sino con mucho amor cubano.
BelkisBell@Aol.com
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