Editorial. CONTACTO
Magazine. Diciembre 2, 2000.
La campaña de terror emprendida por el grupo separatista vasco ETA
tiene un nuevo blanco: la prensa española. Todo un símbolo.
Aparentemente convencidos de que jamás ganarán las simpatías
del pueblo español, los integrantes de ETA quieren silenciar a bombazos a
los hombres y mujeres dedicados a la comunicación social.
El pasado 10 de noviembre, el matrimonio compuesto por Juan Palomo,
teleperiodista, y Aurora Intxausti, redactora del diario El País, así
como su pequeño hijo de 18 meses de nacido, estuvieron a punto de
estallar en pedazos. El macabro plan no funcionó simplemente porque el
artefacto, programado para explotar a la hora en que la pareja debía
llevar al bebé a su guardería, no estalló.
Todavía se recuerda el asesinato del columnista José Luis López
de Lacalle, del diario El Mundo, quien fue baleado bajo la lluvia en mayo
pasado.
Recientemente, Carlos Herrera, locutor de un programa de RNE, recibió
un regalo peculiar: una caja de habanos Montecristo, que se dispuso a abrir de
inmediato. No voló en pedazos porque el guardia de seguridad de su compañía
le impidió abrir la caja, dentro de la cual había una bomba.
Otro artefacto explosivo fue enviado a las oficinas del diario La Razón
en Madrid, aparentemente por su enérgica postura antiterrorista. El
diario El Correo, uno de los más importantes del País Vasco, también
ha sido víctima de varios ataques similares, según su director,
Angel Arnedo.
Editores y reporteros que tienen la tarea de cubrir periodísticamente
el País Vasco, se han visto obligados a usar guardaespaldas, hecho que,
según los conocedores, no impediría a ETA intentar asesinarlos.
Aingeru Munguía, integrante del cuerpo de editores de El Diario
Vasco, tuvo que abandonar la labor de reportero político que hizo durante
siete años y aceptar una responsabilidad dentro de la redacción,
en parte por las intimidaciones que padecen los comunicadores que cubren el
conflicto vasco.
España vive una etapa de terror desatada desde las sombras. Los
autores de ese infierno deben ser condenados en cada foro posible, en cada sitio
donde la palabra y la imagen tengan un espacio, porque se trata de una guerra
contra la cultura de la libertad, contra el derecho a informar y a expresar
ideas.
En noviembre, la X Cumbre Iberoamericana, celebrada en Panamá, condenó
el terrorismo de ETA. Sólo el régimen dictatorial de Fidel Castro,
al que se han atribuido lazos con el grupo separatista vasco, se negó a
hacerlo.
Curiosamente, Castro y ETA han escogido el mismo blanco. Concluida la X
Cumbre, el castrismo, dueño y señor de los medios de comunicación
de la isla, ha emprendido su propia cruzada contra la prensa española en
las llamadas Mesas Redondas de la televisión estatal, la única a
la que tienen acceso los cubanos.
Comisarios políticos con cargos de periodistas, sin el más mínimo
asomo de vergüenza, han acusado a los periodistas españoles de
llevar a cabo una ofensiva contra Cuba, y los han comparado con los "voluntarios"
cubanos que respaldaron el dominio de España en la isla, durante el siglo
XIX.
Pero España, con su sólida democracia, sus instituciones
civiles y la voluntad de preservar sus valores, sobrevivirá porque ETA no
tiene la capacidad de silenciar a toda la prensa española, de la misma
forma que Castro no pudo silenciar a toda Cuba.
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