Por Javier Navia Enviado especial. La Nación Line. 28.04.2000
MIAMI.- "Sácame de la red que han escondido para mí, pues tu eres mi refugio. 30:04". El evangelio según Elián, escrito con marcadores de colores, se reza frente al 2319 de la Segunda Calle, en plena Pequeña Habana.
El que hasta el sábado último era el hogar de Elián González en Miami se ha convertido en un santuario para los exiliados cubanos, que acuden permanentemente a ese sitio de peregrinación, aunque desde hace días permanezca vacío.
La casa es de las más humildes de la Pequeña Habana, una de las zonas más deprimidas de Miami. Es blanca, de una planta, con un frente de ocho metros y 15 de profundidad. La rodea un pequeño jardín de un césped descuidado.
Crucifijos, rosarios, estampitas, osos de peluche, flores, fotos y mensajes plagan un alambrado de dos metros de altura que hace las veces de cerca frente a la casa. También hay banderas de Cuba y de Estados Unidos con crespones negros y de varias otras comunidades de inmigrantes de
Miami. Una de ellas, tal vez la más grande, es celeste y blanca y lleva escrito "Elián, Argentina está contigo".
"Despierta Estados Unidos, tu eres el próximo", se lee en una cartulina. A su lado, una foto del operativo del sábado y la pregunta "¿Clinton, te gustaría que fuera tu hija?" Y un poco más allá, otro mensaje clama "Elián, tú
eres la esperanza de la libertad de Cuba". Pero el cartel más llamativo es el que los tíos abuelos del balserito colocaron sobre la ahora destruida puerta de la vivienda, destinado a Juan Miguel González: "Papá, únete a nosotros", dice en letras
rojas, bajo una imagen de Cristo.
Hacia el Sol
Al fondo, sobre el lado derecho de la casa, se ve el ya célebre tobogán amarillo, fotografiado cientos de veces, donde Elián jugó durante los últimos cinco meses, desde que fue rescatado en el mar. Ese instante está representado en un enorme cuadro místico,
colocado en la casa de al lado, en el que se ve al niño salvado por delfines que lo llevan hacia el Sol.
"Vamos y venimos. Siempre estamos aquí previniendo que no vengan los castristas de la Brigada Maseítos y los Pastores por la Paz a hablar en contra de Elián", dice Sergio Blanco. "Estamos aquí para expresar nuestro apoyo y solidaridad con Lázaro",
explica, en tanto, Otoniel Ramos.
El presidente Bill Clinton y su secretaria de Justicia, Janet Reno, son el blanco de todas las críticas del exilio cubano, por unos días, al menos, más odiados que Fidel Castro.
"Rezo para que Juan Miguel vea la luz y decida quedarse en Estados Unidos con su hijo", agrega María Villoch, otra peregrina.
"Está bien que esté con su padre, pero Elián también tenía una madre y su voluntad no está siendo escuchada", continúa Sergio Blanco. "Si Juan Miguel es un buen padre debería quedarse aquí. Pero tardó cinco
meses en venir y cuando el muchacho estaba en un hospital recién rescatado ni llamaba a preguntar por su hijo", agrega.
En todo momento hay por lo menos 20 personas frente a la casa. Algunos van a llevar cosas, otros pasan a fotografiarla y otros simplemente van a discutir, algo que apasiona a los cubanos. Y lo hacen a los gritos, aunque todos estén de acuerdo. "Fíjate, Joe Carollo o es alcalde
o es cubano. No puede dejar en el cargo a su jefe de policía" (que participó del operativo). "Hoy va a echarlo", le responde otro.
De cerca, aunque con discreción, tres o cuatro policías se aseguran de que la calle, reabierta al tránsito después de semanas, no sea bloqueada. Los cubanos los miran con desconfianza y cuando algún coche pasa haciendo sonar la bocina, ellos mismos le piden
silencio "para no darle motivo de actuar a las bestias".
Una de las "bestias" es el agente Rolando Mesa, un joven cubano que confiesa que cree que "Elián no debería irse", pero aclara que él es "policía y debo hacer mi trabajo". Entonces saca pecho y esconde la panza, y ordena que el tránsito
no sea interrumpido, aunque sólo pase un auto cada diez minutos.
Para la comunidad cubana, que ha dado al caso Elián dimensiones místicas, la odisea del balserito ha reabierto heridas muy profundas que la llevó a adoptar una postura polémica, pero imposible de simplificar atribuyéndola a motivos meramente políticos.
Gran parte de los exiliados llegaron alguna vez en una balsa o flotando en un neumático. Algunos eran muy chicos y perdieron familiares en el escape hacia la libertad. Saben lo difícil que es sobrevivir durante días en el mar y no entra en sus cabezas la idea de que el niño
balsero, después de haber tocado tierra libre, sea devuelto a la isla.
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