LA HABANA, Cuba. – Para no levantar más ronchas de las que ya ocasiona el caótico “ordenamiento económico”, algunas cadenas hoteleras cubanas como Gaviota y Cubanacán han salido prestas a intentar calmar los enfados sobre la probable dolarización de sus servicios pero, atendamos a este detalle: sin un comunicado oficial que las comprometa demasiado. Probablemente para que, llegado el momento de las malas noticias, nadie las acuse de decir “Diego” donde antes dijeron cualquier otra cosa.
Han publicado catálogos promocionales donde parece que el dólar y el peso cubano convivirán en igualdad de condiciones, al menos hasta octubre de 2021, y que no habrá límites discriminatorios para el turista nacional que se digne a usar esta última moneda, pero lo que hasta el momento no se aclara públicamente es qué sucederá más allá de esas pocas ofertas y paquetes de temporada en las instalaciones con modalidad de “todo incluido”.
¿Se podrá, además, acceder en pesos cubanos a otros servicios como los de altos estándares de Kempinski, Iberostar y Accor, cadenas extranjeras que importan ellas mismas buena parte de los insumos y que, para complicar aún más la situación en que se encuentran hoy a causa de la pandemia, ni siquiera habrían logrado recuperar una décima parte de los millones de dólares que invirtieron en levantar y acondicionar sus majestuosas edificaciones?
Otras preguntas: ¿Las promociones de Gaviota y Cubanacán, con las variaciones correspondientes según temporada y comportamiento de precios en el mercado internacional, permanecerán en pesos cubanos a perpetuidad? ¿Se pudiera hablar de un compromiso irrevocable con el cliente cubano?
¿Los cubanos residentes en Cuba podrán, el día que lo estimen, llegarse a la carpeta de cualquier hotel o buró de turismo y pagar absolutamente todo en igualdad de condiciones con los extranjeros y en pesos cubanos, no importa si en efectivo o mediante tarjetas bancarias? Y cuando hablo de todo me refiero a bares, discotecas, cabarets, restaurantes, piscinas, rentas de autos, paseos en yate, saltos en paracaídas, baños con delfines, gimnasios, masajes, menú de almohadas, room service y tiendas.
En eso nadie ha sido claro. Ninguna figura del Gobierno y ningún funcionario de esas empresas nacionales de turismo y hostelería se ha arriesgado públicamente a confesar y enumerar con exactitud cuáles serán los límites a la moneda nacional frente a la “moneda libremente convertible”, esa que hoy determina en las redes de comercio formales e informales qué y cuánto comerán los cubanos, en un contexto donde el dólar tiene la primera y la última palabras, estando próximo a superar los 50 pesos cubanos al cambio en el mercado negro.
Bajo las leyes y la Constitución actuales que debieran regir ese mercado turístico interno y evitar las discriminaciones, mis preguntas tendrían respuestas positivas, incluso falsamente alentadoras para quienes se quieran creer el cuento de que podrán hacer plenamente turismo en pesos cubanos e incluso sentirse atendidos “como extranjeros”, pero lamento advertir que una cosa es lo prometido en los papeles y otra muy distinta —y lamentable— será en la práctica cuando los “yumas” se cansen de que los clientes cubanos sean demasiado pícaros.
Y así los empresarios extranjeros, confabulados con la contraparte cubana, harán las trampas necesarias —perdón, quise decir “ajustes a la contabilidad”— para evitar las pérdidas que supone vender bienes y servicios en una moneda cuyo canje oficial por dólares no es realista.
Nadie quiere perder dinero. Ningún empresario extranjero, harto de ser engañado, confía en las promesas de los bancos cubanos de pagar unas deudas que jamás son liquidadas. Y, mucho más en concreto, nadie en Cuba quiere perder unos dólares que escasean. Ni los empresarios extranjeros ni Gaviota ni Cubanacán ni Gran Caribe, mucho menos los potenciales clientes cubanos que bien saben el verdadero costo, expresado en sacrificios personales, de llevar un billete verde al monedero.
Así, en teoría cualquier cubano podrá optar entre pagar sus reservaciones en USD o en moneda nacional pero, seamos sinceros, ¿cuántos cubanos que viven honradamente de sus salarios en pesos cubanos pueden hacerlo? Me atrevo a asegurar que ninguno. Y ahora otra pregunta: ¿cuántos de los que tienen acceso a la divisa estarían dispuestos a trocar sus dólares a la tasa oficial artificial de 1 por 24 cuando en el mercado negro pueden duplicar y —posiblemente en unos meses— triplicar su dinero?
De modo que una habitación regular en Varadero que saldría en unos 200 dólares la noche por persona, la disfrutaría por unos 100 tan solo echando mano a la astucia.
“Si puedo pagar en moneda nacional mejor cambio los dólares a 1 x 48 en Cuba y me sale a la mitad. En vez de reservar desde aquí (Estados Unidos) le mando el dinero a mi familia y que lo cambien en la calle. Que ellos mismos hagan la reserva”, comentaba un usuario de Facebook en una publicación donde alguien preguntaba con respecto a este particular. E imagino que como él, otros cubanos de allá y de acá estén pensando en hacer lo mismo, de modo que las empresas hoteleras la tendrán bien difícil mientras el Gobierno no se decida a hacer de una vez lo que ya hizo con la red de “tiendas en MLC”, donde ni muerto aceptará el pago en la moneda que imprime y acuña.
La relativa “buena noticia” (y noten que digo “relativa”) es que este sería el momento de tomarles la palabra y atormentarlos con esos pesos cubanos que detestan, pero también es absurdo creer que al pagar sin dólares y euros no te darán “gato por liebre”. ¡Se cae de la mata! Te venderán en moneda nacional los bienes y servicios que las administraciones entiendan que están al nivel de esos, digámosles, “bonos de agromercado”.
La mala noticia es que los astutos empresarios ya van pensado también en cómo contener el crecimiento de clientes que paguen en unos pesos cubanos que de poco o nada les servirían por altas que sean las cantidades. Y no dudo de que continúen presionando a los comunistas más temerosos de continuar echando leña al fuego de la dolarización para que se establezcan límites al uso del peso cubano en las instalaciones turísticas que ellos administran, aunque sea una más entre las tantas medidas anticonstitucionales aprobadas en estos tiempos de “reordenamiento”.
Por lo pronto, teniendo en cuenta comentarios que nos llegan de todas partes así por casualidad, y lo que ha sucedido en años anteriores, en los hoteles se harán distinciones entre quienes pagan con una moneda u otra. Habrá habitaciones y hasta bloques habitacionales internamente determinados por la administración de la cadena hotelera para alojar a unos y a otros pero, además, se establecerán prioridades en la política de reservas y promociones especiales, favoreciendo a aquel que pague en moneda fuerte y desde el exterior.
Ya podemos imaginar sin temor a equivocarnos cuáles son los hoteles, villas y paquetes que jamás estarán disponibles para cubanos en las oficinas de reservación, así como cuán desagradables serán las respuestas y miradas que el criollo ingenuo recibirá del recepcionista cuando quiera pagar en pesos cubanos la Suite Presidencial “Lorca” del Gran Manzana Kempinski.
Aunque, posiblemente, el desprecio o la compasión de una sonrisa le será mucho más llevadera que la carcajada humillante de ese gerente que le recuerde que es cubano, es decir, ciudadano de segunda, y lo conmine a despertar: “asere, que estás en Cuba”.
Cierto vecino, empleado de un hotel, me contaba de las diferencias entre clientes cubanos y extranjeros, a pesar de que, en cuanto a propinas, los del patio, quizás por alardear, suelen ser más generosos y amables que los foráneos. Según este señor, las toallas y los accesorios gratuitos en las habitaciones de los cubanos no suelen renovarse con la misma frecuencia que en las de extranjeros, ni la calidad de los productos es la misma.
Sucede algo parecido con los alimentos. Cuando la mayoría de los huéspedes son cubanos y hay muy escasos extranjeros, las comidas y bebidas servidas son poco variadas y de calidad inferior. “Lo mejorcito se reserva para cuando viene un grupo grande de yumas”, asegura este amigo, y no dudo en darle la razón partiendo de mi experiencia personal y de la montaña de comentarios negativos que encuentro por todas partes.
Siempre ha sido así, no nos engañemos. Es conocido cuán diferentes son los tratos y servicios recibidos por un extranjero y un cubano. No fantaseemos demasiado con la idea de que, al pagar en pesos y no en dólares, por las noches podremos reposar nuestras cabezas en una selecta “almohada de menú” en el Gran Packard y a la mañana disfrutar del jamón serrano y el queso Cabrales que Iberostar ha importado, en euros, hacia un país cuyos bancos carecen de liquidez.
Es duro de aceptar para algunos, pero el mundo y nuestra realidad en particular son así de crueles. A ninguna empresa extranjera le importa tu dignidad patriótica apenas volcada en el uso de una “moneda nacional” sin valor real. Ten en cuenta que todas vinieron al Caribe para forrarse en moneda fuerte, no en papel sanitario.
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