MIAMI, Estados Unidos. – Precisamente, la hipocresía socialista comienza con la exclusión de la exclusión. Esta satanización de la exclusión per se no lleva a otra cosa que a la privación del derecho al disenso. No se trata de abolir sin más el uso de la exclusión, sino de que los motivos por los que se excluye algo o alguien sean morales, legales, justos, etc.
La otra cara de la moneda es el discurso inclusivo, tan fanático como irreflexivo las más de las veces. Generalmente, los movimientos de izquierda se presentan bajo el ropaje del inclusivismo. Y hay que decir que sacan buena ventaja de ello toda vez que logran rotular a sus adversarios de exclusionistas, lo cual es ya una manera de excluirlos.
El inclusivismo practicado hoy, aun sin ser advertido por sus abanderados (no importa si de izquierda o derecha), ya viene con su sesgo ideológico, ya trae la semilla de la hipocresía izquierdosa. El discurso inclusionista solo incluye minorías. Y esto quiere decir que, en nuestro caso, una Cuba con todos y para el bien de todos sería una Cuba de izquierda. Sí, me ha leído usted bien. Entienda que la realidad es muy distinta de lo que alcanza a ver un cerebro adoctrinado. Esa Cuba idílica es una imagen de la cual saca provecho el cubano izquierdoso que en los Estados Unidos, por ejemplo, parte lanzas en nombre de la inclusividad para al propio tiempo no solo excluir, sino en buena medida destruir a su adversario político (generalmente estigmatizado por medio del constructo “Hombre-Blanco-Heterosexual-Patriarcal-Conservador-Exclusionista”) y a las mayorías silenciosas. Justamente, quienes profesan y aplican la Corrección Política ―es decir, la práctica exclusionista más devastadora, propia de regímenes totalitarios― son los paladines del inclusivismo.
Hoy todos hablamos de ser inclusivos sin percatarnos que le estamos haciendo el juego a la izquierda. La ignorancia conduce al socialismo. Llevamos ese virus dentro sin apenas advertirlo. Lo reproducimos, infectamos a los demás y luego nos preguntamos con sorpresa de dónde han retoñado esas fuerzas malignas que comienzan a devorarnos. Y es que en no poca medida hasta personas de derecha terminan siendo sus hospederos.
Insisto, más allá de la belleza poética de la frase martiana en cuestión, lo cierto es que la realidad política desmiente esta imagen a cada paso. La izquierda es, en la práctica, despiadadamente exclusionista. Al ser inclusiva con “grupos minoritarios” (grupos estratégicos que constituyen fuerzas políticas determinantes, según la visión del marxismo occidental) apoya a su vez el rechazo por motivos políticos de individuos libres. Y no estoy pensando ahora en las víctimas de la Corrección Política, sino en la exclusión de hecho y de derecho de los ciudadanos por motivos varios. Hoy, por ejemplo, se llega a echar hasta de los trabajos a la gente que se niega a vacunarse ya sabemos contra qué. No es que te rechacen de palabras, es que te excomulgan, te apartan de la sociedad, te segregan. Y el estigma de “no-vacunado” te seguirá donde quiera que vayas al mejor estilo del tabú primitivo. Esa es la democracia más inclusiva del mundo cuando va de la mano zurda. Y por el camino que andamos, la Cuba del mañana no será sino su pobre réplica.
Eso de una Cuba con todos y para el bien de todos es una de las tantas maneras en que se nos está colando el socialismo en la Cuba venidera. Una verdadera democracia debe saber bien cuándo es tiempo de incluir y cuando de excluir. Quien le hable solo de inclusión le está lavando el cerebro. Está labrando el terreno para la cosecha al extraerlo a usted de la cruda realidad política y montarlo en una nube poética.
Ahora preste atención, cubano que me lee. Una vez más aclaro que el socialismo es un espectro. Y sus modos de darse son básicamente tres: el fascismo, el nazismo y el comunismo (llamado por sus partidarios a ser la fase superior que corona todo el proceso). Si la democracia repudia y excluye con todo derecho de su seno al fascismo y al nazismo, ¿por qué habría de tolerar a los comunistas y, en general, al socialismo que es la fuente de la cual emanaron todos ellos? El comunismo tiene en su haber más muertes que el fascismo y el nazismo juntos. ¿Por qué la Cuba futura tendría que ser inclusiva respecto de los comunistas? No, señores, ni la democracia es socialista ni el socialismo es democrático. Por lo tanto, la democracia es una exclusión de facto del socialismo. Así es que los comunistas (junto a sus colegas de gremio, aunque rivales) tendrán que ser radical y definitivamente excluidos de la vida política del país.
A pesar que se llega a reconocer al fascismo, al nazismo y al comunismo como sistemas totalitarios prototípicos, una hábil y sostenida intervención de ejércitos izquierdosos de intelectuales, académicos, periodistas, políticos, etc., ha mantenido a los comunistas en un limbo socialista que oculta su vínculo genético con el fascismo y el nazismo, llegando incluso a ensombrecer la naturaleza totalitaria del socialismo bajo la utopía del “socialismo democrático”.
Cubano que miras ingenuamente a los países nórdicos y escandinavos, no te dejes timar una vez más. Lo que hay por aquellas regiones del mundo es capitalismo con impuestos elevadísimos que luego, obviamente, se redistribuyen con mayor alcance en la sociedad. Cada vez que este modelo ha fallado a consecuencia de sus “excesos socialistoides”, ha tenido que recurvar y desandar ese falso camino. Porque lo que tiene de malo el modelo nórdico-escandinavo es, precisamente, lo que tiene de socialista. No permitas, cubano que me lees, que políticos e intelectuales de izquierda te impongan otra Cuba socialistoide. José Martí rechazó categórica y enfáticamente el socialismo, particularmente el marxista. Y si esa Cuba futura ha de ser martiana, será porque el “para el bien de todos” incluye el preservarnos de toda forma de socialismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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