LA HABANA, Cuba. – Las modificaciones implementadas en el transporte urbano constituyen, al parecer, las únicas que han mejorado significativamente la vida cotidiana del pueblo. El sistema de taxis en ruta ha generado más opiniones a favor que en contra, y obligado a muchos boteros a moderar las sumas que exigen, pues la competencia ha sido, hasta el momento, sostenida y eficiente.
El experimento, que inició con dos rutas, ha aumentado hasta un total de veinte que conectan localidades periféricas con el centro de La Habana por el ultra módico precio de 15 pesos (5 por cada tramo de 8 kilómetros). Desde las primeras horas de la mañana la capital se llena de taxis amarillos que le confieren una imagen metropolitana; las paradas no están atestadas de gente a toda hora y casi todos los usuarios buscan la alternativa estatal antes que recurrir a los taxis libres del sector privado.
Trayectos que antes no existían han venido a solucionar serios inconvenientes para muchos cubanos que ya comienzan a acostumbrarse a esta nueva forma de gestión más cómoda y rápida, a la vez que se preguntan hasta cuándo durará.
Edilberto Matos viaja a diario desde Alamar hasta El Vedado en el Metrotaxi de 13 plazas y aseguró a CubaNet que no puede recordar una época en que haya sido tan bueno el transporte público urbano. “Tengo 66 años y esta es la mejor idea que se le ha ocurrido a esta gente (el gobierno). Me ahorra dinero (…) pero me parece que el servicio es muy barato en comparación con lo que cobraban los particulares por tramos más cortos”.
No es Edilberto el único que piensa así, aunque se reserva su criterio para evitar malas reacciones por parte de quienes opinan que 15 pesos es un importe justo considerando que el salario promedio en Cuba oscila entre 500 y 600 pesos mensuales. Su punto de vista es lógico si se recuerda que antes de los “amarillos” los boteros tiraban pasaje desde Centro Habana hasta el paradero de Playa por 25 pesos e iban siempre llenos. Cuando el Estado intentó regularles las tarifas comenzó la polémica y abusiva práctica de dividir el recorrido en tramos de 10 pesos; de modo que los clientes terminaban pagando hasta el doble del precio original.
Cobrar 15 pesos desde la Habana Vieja hasta Santa Fe, del Cotorro a Miramar o de Managua hasta el Parque de la Normal (Cerro), es una regalía innecesaria por parte del gobierno, empeñado en presentar el servicio de taxis como un subsidio que beneficia a la población entre comillas. La explotación recae sobre los choferes; aunque la mayoría de ellos coincide en que de todas las variantes del transporte estatal esta es la más lucrativa. No en balde los cupos para manejar uno de estos vehículos cuesta, según la locuacidad popular, 1200 CUC.
Un Metrotaxi de 13 plazas debe hacer 14 veces por día la ruta que le corresponde. Al término de la jornada -entre 7 y 8pm- tienen permitido trabajar sobre la base de oferta y demanda, actividad que extienden aproximadamente hasta las 10pm, cuando deben entregar el carro para habilitarlo; además de abonar alrededor de 80 CUC que incluyen el 10% sobre las ganancias y el precio del combustible.
“Empezamos a las seis de la mañana y no paramos hasta pasadas las diez de la noche. A veces son hasta 18 horas de trabajo al día, apenas dormimos 5 o 6 horas y al otro día es lo mismo, no tenemos descanso”, explicó a CubaNet un chofer de Metrotaxi que no quiso revelar su identidad y declaró ganar diariamente hasta 40 CUC, pero llega a su casa estropeado.
Manejar es un empleo agotador. El hecho de que en estos vehículos la remuneración sea mayor provoca que los choferes lleven su resistencia al límite, lo cual va en detrimento de su propia salud y la seguridad de los pasajeros. “Tenemos un día de descanso, pero hay que pagárselo al Estado como si fuera jornada laboral, así que no descansamos en realidad”, agregó el entrevistado.
A ello habría que añadir que aunque se gana más dinero, la cuenta sigue sin cuadrar porque no hay estabilidad en el mercado interno y todos los precios continúan subiendo. En el caso de los taxis-ruteros de 4 plazas la “búsqueda” es más difícil porque admite menos pasajeros; ello trae como consecuencia que se desvíen de sus rutas en horario laboral para dar “carreritas directas” sobre la base de oferta y demanda.
La disfuncionalidad del modelo económico cubano y las extrañas políticas de precios que establece el gobierno sobre sus propios servicios, conllevan a una sobreexplotación del capital humano y el parque automotor. Esas rebajas absurdas, más que una muestra de solidaridad hacia los ciudadanos, evidencian la incapacidad del régimen para gestionar la economía de forma efectiva, corroborando la máxima de que “o no llegan, o se pasan”.
El sistema de taxis en ruta es prácticamente la única medida atinada que ha tomado el gobierno para aliviar la crisis más grave de la sociedad cubana después de la alimentación y la vivienda, no necesariamente en ese orden. Reajustar los precios del servicio podría contribuir a alargar la vida útil de los vehículos; sobre todo si en comparación con los desbaratados ómnibus metropolitanos y los almendrones pestilentes a petróleo o gasolina, los “amarillos” representan una opción muy grata por su limpieza, confort y rapidez.
Ciudadanos como Edilberto saben, por experiencia, cuán contraproducentes suelen ser los subsidios o gratuidades en un país atravesado por sucesivos períodos de contracción financiera, sin que las soluciones beneficiosas perduren. Partiendo de una proyección económica realista, el excesivo abaratamiento del servicio de taxis en ruta parece más un auto sabotaje que un plan inteligente, concebido para remediar un mal de larga data.