LA HABANA, Cuba.- La eliminación del examen de ingreso de Español para entrar a los Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas (IPVCE) levantó opiniones diversas, algunas muy enconadas, el pasado mes de mayo. El Ministerio de Educación (MINED) justifica la medida alegando que “no constituye una afectación a la formación integral de los estudiantes que aspiran al IPVCE (…) pues los procedimientos establecidos para evaluar el aprendizaje en los requisitos de ingreso, aseguran que se tengan en cuenta los conocimientos básicos de esa asignatura”.
No es la primera vez que se realizan ajustes en las pruebas de ingresos con el propósito de estimular o contener el acceso de los estudiantes a determinadas carreras. Historia de Cuba ha sido la única disciplina intocable, excepción comprensible en un país que tiene como premisa el adoctrinamiento de las nuevas generaciones, basado en un recuento unívoco y peligrosamente ideologizado de la historia patria.
Muchos cubanos que ya peinan canas no se explican cómo pudo tomarse tan a la ligera la decisión de eliminar el Español de los exámenes de ingreso al IPVCE, cuando resulta evidente que los adolescentes se expresan hoy peor que nunca, leen cada vez menos y son incapaces de escribir un par de oraciones sin varias faltas de ortografía.
La Academia Cubana de la Lengua ha mostrado su desacuerdo no solo porque la medida resta importancia al aprendizaje del idioma materno; también porque “la posibilidad de pasar un examen para lograr un objetivo concreto se convierte en un incentivo para lograr habilidades lingüísticas”. Los académicos sostienen que “la decisión adoptada desestimula el interés del estudiante”; pero esto apenas constituye una arista de un problema enorme, cuya raíz es la progresiva decadencia de la educación en Cuba.
Durante décadas persistió la idea de que los estudiantes que ingresaban a los preuniversitarios de Ciencias Exactas eran los mejores. El hecho de que debieran esforzarse al máximo para alcanzar un puesto en el selectivo escalafón de los IPVCE, los hacía más competitivos con miras a obtener elevadas calificaciones en los exámenes de admisión.
Por consiguiente, prescindir de la prueba de Español es otra evidencia de hasta qué punto ha mermado la exigencia con tal de mantener el flujo de nuevos ingresos a los IPVCE. Ya no puede hablarse de “estudiantes integrales de alto rendimiento”; sino de alumnos con potencial para las Ciencias, pero limitados en gramática, redacción y ortografía.
Hacer un examen riguroso de Matemáticas y Español antes de acceder al preuniversitario resulta esencial para medir las aptitudes académicas de cualquier estudiante, no solo de los que aspiran a dedicarse a las Ciencias. Pero siendo los IPVCE un proyecto de la Revolución, la matrícula no puede verse afectada porque los aspirantes desconozcan el idioma de Cervantes. La solución ha sido quitar el examen para correr un velo piadoso sobre el hecho de que hasta los “mejores” alumnos de secundaria están muy mal preparados.
Cuba se halla en un momento tan crítico en la formación de profesionales, que se debería estar pensando en una estrategia orientada a garantizar, a corto y mediano plazo, recursos humanos altamente calificados. La crisis económica y la emigración han tenido un impacto nocivo en el sector técnico y profesional del país; la población actual está envejecida y las nuevas generaciones no conceden importancia al aprendizaje o la superación.
Solo un número muy reducido de jóvenes cubanos es capaz de hablar y escribir correctamente. Ni siquiera los futuros docentes que se preparan en las Escuelas Pedagógicas conocen las reglas básicas del idioma español. El vocabulario correcto y fluido ha sido reemplazado por onomatopeyas, neologismos de vulgar extracción y malas palabras. La proliferación de garrafales faltas de ortografía ha invadido el espacio público, alcanzando vallas estatales, anuncios del sector privado, la televisión e incluso la prensa plana.
Los errores ortográficos captados en las fotos revelan deficiencias en la instrucción escolar que generalmente no se corrigen durante la enseñanza media y superior, niveles en que tales dificultades se consideran remediadas. En los apartados de comprensión de texto y expresión escrita, el problema es todavía peor.
A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno cubano y el MINED se muestran más preocupados por el trabajo ideológico que por hacer de las escuelas centros orientados a la preparación académica, cultural y ética.
Suprimir el idioma español de los exámenes de ingreso a cualquier nivel de enseñanza puede calificarse de autosabotaje. El lenguaje es parte indisoluble del desarrollo psicosocial; es la base de la cultura, un recurso imprescindible para causar una buena impresión y abrirse camino en el ámbito profesional.
Impartir la enseñanza de forma gratuita no significa regalarla. Todas las personas tienen derecho a aprender a leer y escribir; pero el preuniversitario y la Universidad hay que ganarlos con conocimientos. No es de extrañar que los profesionales cubanos hayan perdido credibilidad en los últimos años; las circunstancias sugieren que cualquiera puede ir a la Universidad y presumir luego del diploma colgado en la pared.