LA HABANA, Cuba. – Es sábado en la mañana y recién acaba de abrir la plaza comercial Carlos III, Centro Habana, pero ya la cola en la carnicería colma el interior del establecimiento mientras, más allá de los cristales de la puerta de entrada, otra multitud se agolpa expectante en espera de su turno para entrar.
El desabastecimiento habitual, agravado desde los meses finales de 2018, se ha vuelto crónico en las tiendas en divisas, de manera que en los pocos mercados donde aparece algún surtido se forman grandes aglomeraciones. La gente en Cuba dedica una gran parte de su tiempo a la búsqueda y adquisición de alimentos.
“Aquí es donde único he encontrado pollo y picadillo de res después de recorrer un montón de tiendas”, asegura una señora cercana a la tercera edad mientras coloca en su cesta de compras los anhelados productos. Como ella, decenas de personas se inclinan sobre las neveras acopiando comida para llevar a sus hogares.
En comparación con los estantes vacíos de días anteriores, este fin de semana el mercado ha sacado a la venta productos de dudosa calidad nutricional pero de gran aceptación popular debido a sus precios más módicos: hamburguesas de res, albóndigas, salchichas, varios tipos de picadillos mezclados con soya y almidón —todos ellos de importación—, y yogurt azucarado y saborizado artificialmente, de producción nacional. También el pollo, devenido protagonista obligado en las mesas cubanas y de gran demanda popular, ha reaparecido tras varios días de ausencia en este mercado. Nadie sabe cuándo volverán a surtir, así que cada uno procura acaparar alimentos hasta donde les permitan sus limitadas finanzas.
A la escasez alimentaria endémica en Cuba se ha sumado un silencioso pero constante aumento de los precios de algunos alimentos. Al fondo de la carnicería, junto al mostrador de vidrio, una pizarra exhibe lo que parece ciencia ficción para los bolsillos cubanos. La tablilla es insultante: Carne Res Lomo Vetado (Con hueso) 20.25 CUC/Kg (un equivalente a 506.25 CUP). También se ofrece el mismo producto sin hueso: 19.30 CUC/Kg (equivalente 482.50 CUP), además de jamonada “súper” a 10.25 CUC/Kg (256.25 CUP), bacon a 3.00 CUC/250gr (75.00 CUP), queso fundido Siboney a 4.95 CUC/Kg (123.75 CUP) y varios tipos de embutidos de producción nacional con capital mixto de empresas estatales y socios españoles, en tubos de 500 gramos cuyos precios oscilan entre los 4.65 CUC (116.25 CUP) y los 7.10 CUC (177.50 CUP). La mayoría de los clientes compra solo queso fundido, mientras una gran pieza de carne de res por valor de 88 CUC (2.200 CUP) se añeja, oscura y olvidada, tras el vítreo escaparate refrigerado.
Los mercados agropecuarios, por su parte, se suman a la espiral ascendente de los precios que, usualmente altos, cada vez se disparan más, inmisericordes, en los agromercados de oferta y demanda cuyos productos son de mayor variedad y de calidad superior a la de los pequeños quioscos de otros vendedores privados. En cuanto a los agromercados de cooperativas estatales, por lo general presentan una pobre oferta y sus productos, salvo excepciones, suelen ser de la peor calidad, aunque sus precios más módicos tampoco guardan una relación realista con respecto al poder adquisitivo del común de los cubanos.
A pesar de que no todos son conscientes de la complejidad y profundidad de la crisis económica que los atenaza y amenaza empeorar en tiempos venideros, la percepción del deterioro comienza a hacerse sentir sobre el ánimo de la gente. Sigue creciendo la incertidumbre sobre el futuro cercano a la par que la certidumbre de que el gobierno no tiene una alternativa viable para hacer frente a los problemas crecientes de la economía y la sociedad.
Las más recientes reuniones de los Consejos de Ministros han puesto al descubierto algunas de las enormes grietas por las que se esfuman las finanzas, así como otros graves males que padece la economía nacional y han obligado al gobierno a hacer públicas ciertas deficiencias que años atrás hubiesen quedado silenciadas. Sin embargo, lejos de implementar reformas que terminen con el dañino centralismo y liberen las ataduras productivas dando paso al desarrollo de la iniciativa privada, las autoridades han optado por la fórmula, largamente fracasada, del “aumento de los controles”, el ahorro “como fuente de ingresos” y los eternos llamados a la eficiencia productiva de los trabajadores.
No obstante, en situaciones de crisis nada es tan útil al guion oficial como un villano. Y puesto que el “bloqueo” sigue siendo útil pero ya no es suficiente para justificar los fracasos internos, en emisiones recientes el noticiero de televisión ha estado centrando la atención precisamente en los “acaparadores-especuladores” —esa fauna hija natural de la escasez y la improductividad— como si de un fenómeno novedoso de tratara y no de un personaje permanente de nuestra existencia durante al menos el último medio siglo.
Así, para remediar las carencias se ha lanzado desde los medios castristas la papa caliente a la población: “el pueblo” ha sido invitado a entrar a la página web del Noticiero Nacional de Televisión (NTV) y otros libelos para plantear allí sus propuestas acerca de qué medidas deben tomar las autoridades para frenar a esta lacra de parásitos que tanto encarecen la vida de los cubanos más humildes al apropiarse de grandes cantidades de mercancías de primera necesidad para después revenderlas a precios multiplicados en el mercado informal.
Con ese gracioso toque de modernidad —signo del nuevo estilo de gobernanza mediática con que han estado refrescando la imagen del fracasado experimento castrista de la mano del “joven” mandatario sin mando— la cúpula no solo evade su responsabilidad directa en la catástrofe económica en que ha sumido la Isla y su obligación de presentar una propuesta para remontarla, sino que sugiere a los siervos de la ruinosa aldea medieval erogar una parte de sus ya exiguos peculios para conectarse a Internet (con los también gravosos precios que tienen las conexiones) y declaren en la página oficial del NTV qué hacer con estos delincuentes menores, es decir, los acaparadores.
De lo que se trata el plan es de castigar ejemplarmente, no a los verdaderos y mayores acaparadores-especuladores que han estado exprimiéndonos a todos durante 60 años, sino escarmentar a esos truhanes menores que se dedican al trapicheo mercantil a pequeña escala y que, en última instancia, también sobreviven amparados en la corruptela general del sistema.
Porque, en buena lid, es el monopolio comercial del Estado-Gobierno-Partido el primer eslabón de la cadena de especuladores que arrastra a los cubanos a la miseria. Son funcionarios del castrismo —muchos de ellos demostradamente corruptos a lo largo de los años— quienes se encargan de las compras cada vez más insuficientes de alimentos al menor precio en el extranjero y que más tarde se venden por valores varias veces multiplicados en las redes estatales de comercio minorista, en las cuales forzosamente tienen que comprar los cubanos para subsistir, y es la parálisis económica del centralismo estatal la que propicia la proliferación de aquellos y éstos especuladores, en un sistema que una y otra vez reproduce sus propios vicios de base.
Es el ineficiente e improductivo Estado-Partido-Gobierno el parásito que fija bajos precios a la producción de alimentos por parte de los campesinos, impone qué tipo de cultivos deben desarrollar, acapara las cosechas —que muchas veces se deterioran o se pierden en los campos o en los almacenes de acopio— y así empuja a los productores a vender a los especuladores intermediarios, que ofrecen mejores precios al fruto del campesino pero elevan los costos del consumidor.
Así, al distraer la atención hacia el efecto para enmascarar las causas del mal y a la vez manipular la opinión pública nacional, la cúpula crea una falsa impresión de participación popular en la toma de decisiones de la economía y en la solución de los problemas que aquejan a la población, a la vez que dilata el tiempo para implementar las imprescindibles aperturas que, tarde o temprano, marcarían la ruta hacia el inevitable final del experimento socialista en Cuba.