MIAMI, Estados Unidos.- A medida que la llegada de Obama a Cuba se hace inminente, la atención se concentra con mayor intensidad en esta pequeña zona del mapa americano. Los criterios divergen o coinciden, según quien opine, sobre las conveniencias, posibilidades y efectos de este histórico acontecimiento. No pasan inadvertidos los numerosos eventos que se producen en torno al hecho, donde algunos ven simbolismos y coincidencias en las efemérides para una jornada política que este año ha caído precisamente en el calendario de Semana Santa.
Obama llegará a La Habana un Lunes Santo, once días después de conmemorarse el golpe militar de 1952 que dio al traste con la vida democrática de la nación cubana. A tres días de la fecha que marcó en los almanaques el inicio de la ola de detenciones que concluiría en los procesos de la Primavera Negra de marzo del 2003. Un mes que recoge en sus anales la intervención de la Cuban Telephone Company en 1959, el asalto a Palacio el 13 de marzo del 1957, la explosión de la Coubre en 1960 y en consecuencia el acto donde se proclamó por primera vez la consigna de Patria o Muerte. Recoge también la Protesta de Baraguá en 1878, la imagen gravosa de un marine beodo sobre el Martí del Parque Central habanero en 1949 y la otorgación del Premio Lenin de la Paz a Fidel Castro, casualmente un 21 de marzo de 1962.
En esta otra primavera del 2016 que recién comienza pocos evocan aquellos hechos, incluso los más recientes. Ni siquiera lo harán los medios nacionales e internacionales donde en su momento estos episodios tuvieron resonancia. Solo una minoría estará pendiente del recuerdo, contrastando con la atención mayoritaria atenta al futuro que se abre, incluso en el ámbito cívico. Espacios que no debe esperarse conceda por ahora el régimen cubano pero que tampoco se deben pedir al visitante extranjero en función mediadora y mucho menos en su condición de presidente de Estados Unidos. La razón es muy simple y ejemplos han quedado en nuestra historia reciente.
Cuando se decidió la entrega del Proyecto Varela muchos se preguntaban el por qué del 10 de mayo como fecha escogida y la cifra de 11 099 firmas. Hubo un motivo sencillo. El ex presidente Jimmy Carter llegaba a Cuba por esos días. Entregar las boletas verificadas antes de su arribo se convirtió en una prioridad, buscando evitar vínculos entre el proyecto ciudadano y la visita de Carter. Menos aún cuando este hubiera partido y se pudiera colegir alguna conexión entre su estancia y los resultados de la gestión ciudadana.
Aunque Carter estaba al tanto del proyecto nunca se le pidió apoyo explícito hacia el mismo ni que se pronunciara al respecto en sus conversaciones con el gobierno cubano. Fue el buen Hasán Pérez el que diera el pie forzado al político estadounidense para que este cogiera la oportunidad al vuelo y mencionara directamente al Proyecto Varela, a Oswaldo Payá y de paso alentara a publicar íntegramente en el Granma sus palabras. Petición que hay que reconocer fue cumplida a cabalidad.
En esta ocasión conviene mencionar la actitud mesurada de alto vuelo político de dos reconocidos opositores cubanos. Manuel Cuesta Morúa acierta cuando dice que la oposición interna debe servirse de los resquicios del sistema para promover cambios “desde dentro” y encaminar una transición a la que se vayan sumando apoyos ciudadanos. Un criterio que refuerza el ex prisionero político José Daniel Ferrer para quien el restablecimiento de relaciones con el vecino del Norte desembocará a largo plazo en cambios dentro de Cuba, “que ya se han empezado a notar”. En sus palabras Ferrer García apoya la visita de Obama y el proceso iniciado con las relaciones en consonancia con el sentir mayoritario de la población que también las respalda. “No seríamos consecuentes en nuestro objetivo de ser voz del conjunto de la sociedad cubana, si nos opusiéramos a la nueva relación con Estados Unidos”, dijo el opositor.
Y si algo puede reclamar alguien es precisamente José Daniel. Se trata de la amnistía total para todos los cubanos condenados en aquellos juicios del 2003. Tanto si están en Cuba o en el exterior. Penas que deben ser conmutadas por justicia y razón, principalmente porque las justificaciones alegadas para sus condenas han caducado con el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
Por otra parte es claro el concepto expresado por Ben Rhodes, asesor principal de Obama: “El presidente norteamericano no va a Cuba a cambiar el gobierno, sino a abogar por un mejor futuro para el pueblo cubano”. En este sentido se pronunció la Fundación Nacional Cubano Americana declarando que Obama debe llevar un mensaje de “esperanza y ánimo y pedir a los cubanos que entiendan que el cambio genuino no vendrá de afuera, sino de los corazones y mentes de los cubanos”.
Para completar la intensidad de esta semana única, a la política se unen el deporte, la cultura y la religión, dando oportunidad a quienes gustan de polemizar. El punto controversial es el concierto de los Rolling Stones el 25 de marzo, Viernes Santo. Seguro que la fecha fue marcada por conveniencia de la banda inglesa, que tocará gratuitamente para los cubanos. No es de pensar que los Stones estén muy al tanto de estas celebraciones de Semana Santa, como tampoco lo están los miles que acudirán a su concierto. Una anécdota de los días en que la carne llegaba en limitadas cuotas de racionamiento quincenal me provoca un símil. En cierta iglesia habanera atormentaban al padre sobre el mantenimiento de la abstinencia debida cuando el ansiado beef llegaba provocadoramente en tiempos de pleno recogimiento. El sacerdote resolvió el problema descargando las conciencias de sus feligreses bajo el argumento del largo ayuno de tantos años que hacía impensable la consumación de pecado. Algo de esto hay en lo de los Rolling y sus fans.
Y si de fechas y casualidades se trata aquí va otra. La visita de Obama coincidirá con un aniversario más de la muerte del disidente y emigrado Adrián Leiva. En una circunstancia aún si aclarar alguien le propició el medio irregular de llegar a costas cubanas una madrugada del 23 de marzo del 2010. Este recordatorio se convierte en el mejor homenaje para Adrián, quien estaría feliz viendo acontecimientos que creyó viables en algún momento y que nunca dudó en considerar positivos para la causa del pueblo cubano. Así lo reflejaría en cartas dirigidas en el 2009 al gobernador Bill Richardson y a Barack Obama cuando se refería a flexibilizaciones aplicadas por aquellos días: “Los pueblos de Cuba y Estados Unidos ven con satisfacción las recientes medidas tomadas por la administración del presidente Obama. Ellas contribuyen a fomentar el vínculo entre las familias cubanas de ambas orillas. Esto está en consonancia con el contenido de los artículos 5 y 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. En otra misiva destinada conjuntamente a Barack Obama y Raúl Castro fechada el 8 de mayo del 2009 el disidente manifestaba su rogatoria a Dios, “para que se encuentre un lenguaje de entendimiento éticamente aceptable entre los dos gobiernos y se normalicen las relaciones entre ambos estados en concordancia a las normas internacionales vigentes.”
Estoy convencido de que aunque no físicamente, Adrián estará presente en estos sucesos de La Habana. Su alma no precisará invitación para acudir al encuentro de Obama, presenciar el partido de beisbol o disfrutar del concierto de los Stones. Andará libre compartiendo alegrías, esperanzas y la fe del ambiente conmemorativo del Jueves Santo coincidente este año con el aniversario de su partida definitiva.